Este jueves la cantante celebra cuatro décadas de vida en medio de un 2021 que, si bien fue convulso, terminó siendo crucial en su cruzada por poner fin a la tutela legal de su padre, Jamie Spears.
Britney Spears, la eterna “princesa del pop”, cumple este jueves 40 años, libre de la tutela legal que ha controlado más de una década de su vida, prometida, y en pleno huracán mediático que ha dejado hasta cuatro documentales sobre su persona.
Hace tan solo unas semanas, la justicia de California puso fin al mecanismo por el que el padre de la cantante llevó las riendas de sus finanzas y vida personal durante casi 14 años, una situación legal tan controvertida que derivó en escándalo internacional gracias a la insistencia de los fans de Spears.
“Gracias a ustedes, a su preocupación, creo que me han salvado la vida”, dijo la estrella en un video de Instagram en el que dejaba caer que está lista para dar una entrevista a Oprah Winfrey.
No es difícil imaginar la audiencia que congregaría esa hipotética conversación, pero Spears (Mississippi, 1981) matizó esta semana que antes “necesita mucho tiempo para sanar”.
Factor Sam Asghari
La artista, que ha vendido más de 100 millones de discos, ha recuperado su autonomía y pronto podrá hacer uso de su patrimonio de 60 millones de dólares, una situación radicalmente diferente a la de hace unos meses, cuando tenía que pedir permiso para salir de casa y gastar un dólar.
En su horizonte inmediato destaca su compromiso con Sam Asghari, un entrenador personal y bailarín al que conoció en 2016 durante el rodaje del videoclip “Slumber Party”.
La pareja anunció el enlace a través de Instagram, plataforma que se ha convertido en la única vía de contacto entre la cantante y su público.
Spears no se prodiga en eventos desde hace años y su último trabajo, “Glory”, data de 2016.
Sin embargo, su nombre ha copado titulares y portadas de medio mundo, no solo por los líos de la tutela legal, sino también por los cuatro documentales que repasan su carrera, firmados por medios como The New York Times, la BBC y Netflix.
Un vuelco radical
El New York Times despertó a principios de este año un renovado interés por Spears con una cinta, “Framing Britney Spears”, que aportaba una visión perturbadora de su fama y del constante escrutinio al que estuvo sometida.
El documental daba la vuelta al relato que la retrataba como una estrella joven e inconsciente que se descarrió en 2008, cuando perdió la custodia de sus hijos, se rapó la cabeza e ingresó en una clínica de rehabilitación.
En uno de los videos de archivo, una Spears de 17 años acude a un programa de televisión para promocionar su debut “…Baby One More Time”. El presentador llama su atención: “Hay un tema que no hemos discutido y del que todo el mundo habla”. La cantante se interesa, “¿de qué se trata?”
“Tus pechos”, asegura él, varias décadas mayor que ella.
Spears sonríe, gira la vista y entrega una respuesta automatizada en la que asegura que no se ha puesto implantes pero que respeta a quien lo haga.
Era el año 1999. Aún no había un movimiento “#MeToo”, las redes sociales no podían censurar el bochornoso comentario y “feminismo” era un término de significado confuso para el común de los mortales.
A través de momentos así, en los que se discute si Spears llegaría virgen al matrimonio, sería una buena madre o cómo debería vestir se descubre a una celebridad sujeta a un examen puritano y misógino.
El pasado de Spears -y de otras contemporáneas como Lindsay Lohan o Paris Hilton– se ha convertido en un símbolo de los cambios que ha experimentado la cultura pop en la última década. Lo que era gracioso en el 2001 se torna inaceptable en el 2021.
Un legado atemporal
En cambio, varios de los temas de la cantante han logrado entrar en el panteón de los clásicos atemporales.
El video de “…Baby One More Time” acumula casi 700 millones de reproducciones en YouTube, a pesar de que se estrenó por televisión en 1998 y no llegó a internet hasta 2009; “Toxic” supera los 600 millones en Spotify; y su discografía está entre las cien más escuchadas de la plataforma.
Más allá de los números, la estética de videos como “Oops!… I Did It Again” inspira disfraces recurrentes y sus actuaciones permanecen en la retina del imaginario popular, como la serpiente que subió al escenario de los premios MTV de 2001.
Por todo ello, su espectáculo fijo en Las Vegas atrajo semanalmente al público entre 2013 y 2017, aunque ahora se sabe que se alargó en contra de su voluntad.
Nadie sabe si volverá a los escenarios pero, como señaló su abogado, Mathew Rosengart, en la puerta de los juzgados: “Lo que sigue ahora para Britney depende de una sola persona: Britney”.