El 21 de febrero de 1982 Raffaella Carrá inauguró una de las tradiciones más célebres (y controvertidas) del Festival de Viña del Mar.
Aquel día, a sus 39 años, la cantante italiana se convirtió en la primera Reina del certamen, el mismo que ese verano contó en su cartelera con artistas de la talla de Raphael, The Police, Franco Simone, Salvatore Adamo, Hernaldo Zuñiga, Vikki Carr, Emmanuel, el colectivo humorístico Pujillay, y los cantantes nacionales Gloria Simonetti, Cristóbal, Buddy Richard6, Fernando Ubiergo, Óscar Andrade y, por supuesto, la popular diva boloñesa.
La artista se presentó las últimas dos noches del evento con éxito absoluto, bailando y cantando en directo para una Quinta Vergara repleta, pero la postal que se convirtió en mito fue la de ella recibiendo una corona de manos del alcalde de la ciudad, Edmundo Crespo Pisano.
Pocas imágenes se conocen de dicha ceremonia, la primera de la historia. En esa época, no existía la institución del “piscinazo”, y tampoco las transmisiones televisivas de las votaciones y mucho menos los “generalísimos” y las disputas de los canales de TV por el cetro. Aquella “Era”, la del show y los conflictos, la inició otra leyenda de la cita musical: Celia Cruz en Viña 2000.
Carrá tenía 39 años en ese entonces y deleitaba por su simpatía, belleza y talento, con una fama a cuestas que se expandía por Europa y los países de habla hispana. Acompañada de sus “Chicos” (su recordado cuerpo de baile masculino), no dio espacio para las dudas sobre su espectáculo; un parámetro con el que fueron medidas cada una de las presentaciones en su tipo (música y baile) que se sucedieron en la Quinta Vergara.
En 2018, en entrevista con el diario El Mercurio, la cantante, productora y animadora (77) recordó su debut en Viña del Mar con un cariño especial.
“Te digo la verdad, esa vez tuve una impresión grandísima por la cantidad de gente. ¡Había espectadores arriba de los árboles! Eran miles y miles. Recuerdo muy bien que en esa presentación lo pasé bomba”, rememoró la también actriz y alguna vez jurado de la versión tana de “The Voice”.
En Roma, donde residía en 2018, aún conservaba la Antorcha que alzó frente al Monstruo: “Tengo aquí un premio que me dieron, la antorcha. Cuando la recibí estaba tranquila, aunque muy emocionada, porque había terminado el show y tuve una respuesta muy calurosa del público”.
Para deleite de los fans locales, aquí una anécdota: “Cuando salí a escena había mucha humedad y mis bailarines me advirtieron que el piso era resbaloso como una pista de hielo. Me dijeron que debía ir despacio y como yo nunca voy despacio, pensaba que me iba a caer en medio de esta audiencia tan importante”, dijo.
“Cuando llegó el momento de las acrobacias estaba concentrada en el público y con una parte de mi mente pensando en el suelo. Yo pensaba: ‘Nos vamos a caer, nos vamos a caer todos’, pero no pasó nada. Hace poco he visto el video que grabó la televisión chilena de esa presentación y ha sido fantástico”, agregó.
“Hacer de jurado no me interesa”
Consultada por su estadía viñamarina, Carrá la definió así: “¡Qué noche! Fue una experiencia dramática, un momento tremendo. Estaba emocionada porque antes había estado ante grandes audiencias, pero nada como este Festival. Viña del Mar es algo que no olvidaré nunca”.
En el mismo diálogo, también reveló los intentos fallidos por traerla de nuevo al Festival: “Cada año me invitan a Viña del Mar, pero la verdad es que febrero es un periodo en que tengo compromisos importantes.Mi agenda está llena de cosas. Lo siento mucho. Ir a Chile a hacer de jurado no me interesa y para cantar de nuevo y resbalar, ¡Dios mío!… Por ahora, me conformo con verlo por televisión”.
A pesar de lo anterior, para Carrá la importancia internacional del certamen es incuestionable en comparación a otros eventos: “Cada cual tiene un motivo. Viña del Mar es muy importante para el mundo latino. Si los concursantes hicieran giras sería muy útil. También está San Remo, es muy italiano y reconocido en nuestra nación, y Eurovisión, que es muy importante para el continente europeo”.
¿Cambiará algún día de opinión la primera Reina de Viña de Mar? ¿Se reencontrará con sus súbditos locales? ¿Podrá alguna vez el Festival retribuir el mito de Raffaella? Por mientras, sólo queda ver hasta el hartazgo su concierto viñamarino en YouTube, imitado mil veces y jamás igualado.