“Me voy. Quiero que el día me encuentre en el camino...”.

Por Marcel Socías Montofré

Tal vez desean una respuesta como en “El Santo Oficio de la Memoria”, de Mempo Giardinelli –escritor y periodista argentino-, quien escribe y relata la historia de su familia y de la vieja América en formación y desarrollo.

Pero este otro libro -aquí en Chile-, es narrado con nueva y oportuna respuesta de Mercedes Valdivieso, una escritora que bien supo comprender la poesía y mensaje de la Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral: “Gobernar es Educar”.

La historia es la siguiente:

Mercedes Valdivieso

Página 19:

“Diez dedos, diez hijos”.

Página 27:

“Permaneció detenida. ¿Para qué? Tenían que obedecer igual. Después se rio de sí misma. No era eso. Hubiera deseado llamar a esa gente que conoció y rodeó su vida, que acompañó y celebró las hazañas infantiles de sus hijos, y pedirles que entraran en la casa, que movieran los muebles estáticos, que hicieran sonar la porcelana en el comedor y espantaran la tristeza en que se estaba convirtiendo el presente de todo aquel pasado feliz”.

O como bien explica Mercedes Valdivieso en la página 104:

“No pudo contenerse:
– ¿Cómo es posible que boten lo único positivo que tienen? ¿Olvidan, acaso, hijos y futuro?
Todos callaron para mirarla con sorpresa y hostilidad. Josefina comentó en voz alta desde su asiento:
-Es el miedo de quien nunca tuvo nada”.

Y así -luego de una profunda reflexión-, la narradora principal nos propone en la página 23 de “La Tierra que les di”:

“Su pensamiento se tiñe de colores usados por algún desconocido para escribir en los muros de su casa en la ciudad:
“Gobernar es Educar” y otras frases semejantes que no recuerda exactamente.
“¿Qué es lo que desean?”.

Luisa

En la página 35:

“Póngase cómoda; tenemos todavía largo rato.
Cerró los ojos…”.

Teresa

En la página 43:

“- ¿Desea algo señora?

Un poco de whisky”.

Pilar y Josefina

En la página 75:

– “Prefiero dejarlas solas, ya tienen un baúl casi vacío”.

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Miguel

En la página 89:

“Necesitaba pensar. Miguel entró en la oficina, presionó el interruptor y se sintió protegido en el escritorio agradable y temperado que lo despojaba del frío que traía de la calle.
Necesitaba pensar…”.

Celia

En la página 106:

“Recordó de pronto la frase despectiva de Josefina: ‘El miedo de quien nunca tuvo nada’.
No se equivocaba; en ese momento comenzaba a verlo claro; tenía miedo a que se repitiera en los niños de Mario su propia infancia y adolescencia…”.

O en la página 113:

“- ¡No! Usted no puede hacerme esto, Celia. Usted, la mujer de Mario, debe tener, por lo menos, paz y tranquilidad económicas.

Ella no contestó. Aunque estaba resuelta a no ceder, le dolía negarse a sus palabras. La señora comprendió que luchaba en vano. Inclinó la cabeza con un gesto triste y desolado:
-Hija mía, soy muy rica…”.

Mercedes Valdivieso

Vuelve en la página 27:

“Miró al Cristo y levantó los ojos al techo. El cielo del recinto le pareció alto, demasiado alto. Inclinó la cabeza sobre el pecho en un gesto abandonado y se sumió en sus pensamientos…”.

Pablo

En la página 115:

“Yo era el único descendiente directo de mi abuela que asistía al remate. No pude, como Cristo, arrojar a los mercaderes del templo, porque los mercaderes no eran los que estaban aquí, sino los que estaban allá con la mano tendida…”.

Máximo

En la página 97:

“Cierra el diario y le dice a su mujer, que bebe el desayuno:
-Creo que por fin podemos irnos de viaje.
Ella deja la taza y besa sus mejillas con alboroto:
– ¿Y podré comprar todo lo que quiera?”.

“Diez dedos, diez hijos”. Faltan hijos, por cierto. Como también faltan muchos años por saber qué será de Chile. O saber también cuál es la profundidad del libro y mensaje de Mercedes Valdivieso.

La historia es circular

O más bien el libro se lee como un “Modelo para armar”, parafraseando al profesor y escritor argentino Julio Cortázar.

Pero la Historia –de Chile o de cualquier país del mundo- también puede mutarse en una espiral –, pues bien se sabe que el círculo asfixia, especialmente con este presente que nos atañe por realidad.

Y es en esa espiral de desarrollo donde Mercedes Valdivieso nos narra una historia familiar –pero también de Chile-; una Mercedes Valdivieso que nació en Santiago, en 1924, y vivió sus últimos años en el balneario de Algarrobo, junto al mar, donde compró una casa en 1982, cuando volvió de hacer clases en Estados Unidos y luego decidió partir a mejores “tierras” en 1993.

Ahora descansa en paz.

Precisamente, es en el balneario de Algarrobo donde escribe, en 1991, “Maldita yo entre todas las mujeres”.

Y es también en el balneario de Algarrobo donde decide dejar su creación personal y compartir sus conocimientos con sus vecinos:

Un taller literario abierto a toda la comunidad.

Por fin había comprendido el sentido profundo del mensaje y poesía de Gabriela Mistral:

“Gobernar es Educar”.

O como plantea la propia Mercedes Valdivieso en la página 120:
“Volver atrás sería internarse en la muerte, y es necesario vivir”.

La tierra que les di, de Mercedes Valdivieso
Editorial Zuramerica

La tierra que les di

Mercedes Valdivieso
Editorial Zuramerica

2023.