Por Marcel Socías Montofré
Lo divertido es la magistral simpleza de Muñoz Valenzuela en Flores para un Cyborg. Una nueva aventura del androide con Inteligencia Artificial que logra reparar las cicatrices de la dictadura en Chile, además de recitar lugares comunes, reciclar la anomia y el vacío del mundo woke; luchar contra los males de esta centuria que nos pasa y siempre estar del lado de los buenos.
Sea del siglo que sea. Por muy boomer que parezca.
Es como un spaghetti western mezclado con cazuela y wantán, bien a la chilena, como le gusta a Muñoz Valenzuela (“Ojos de Metal”, “Ángeles y Verdugos” y “Todo el amor en sus ojos”), entre muchas otras obras de ciencia ficción que se han publicado en Croacia, Perú, China, Argentina y varios otros países donde también leen a Muñoz Valenzuela.
Comunicación con el lector
Son obras entretenidas en el sustento de una escritura amena, pero sin perder la trascendencia y profundidad reflexiva, lúdica y de fácil comunicación con el lector, con personajes exageradamente fantasiosos, pero que al momento de revisar la historia reciente de Chile se vuelven –como suele suceder en este país-, extrañamente verosímiles como bufones y parodia de sí mismos, mientras otros se reconvierten en justicieros al estilo Batman o incluso el querido Supercifuentes de la Revista La Bicicleta, en los años ´80 del siglo pasado.
Por su cuenta y propósito.
En esta última categoría -mejorada por las décadas-, se encuentra Tom, un cyborg creado con la última tecnología de Inteligencia Artificial, que luego viaja con su creador a Chile, con un claro propósito de justicia y reparación, aunque sea al pintoresco estilo Robin Hood y hasta un Frankenstein que a ratos invierte circuitos para divagar acerca de la sexualidad en la condición humana.
Y otras veces intenta reparar lo injusto, acomodar lo incómodo, saltar las rejas, acribillar a los mafiosos, resarcir tanto agravio en dictadura y preguntarse ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, como en la genial narrativa de Philip K. Dick, que posteriormente sigue su relato en el cine –libremente adaptada la novela- con Ridley Scott en la película Blade Runner.
Así da gusto imaginar Chile.
Citas y páginas
Por ejemplo, en la página 16:
– “La vida me ha enseñado que ni los buenos se vuelven repentinamente malos, ni los malos se transforman en buenos por arte de magia…”.
-O la sorpresa de la página 33:
“…ahí me di cuenta de que algo extraño pasaba con Tom, y no hablo de sus mexicanismos ni de sus imprecaciones excesivas; lo que estaba raro era eso de enojarse; no había puesto en él ningún chip o programa de furia, ni cosa semejante…”.
-Como también ese constante y sutil divertimento que pasa incluso por la página 35:
“…nadie espera que Terminator aparezca en plena madrugada a salvar a dos traficantes endeudados. Fue fácil, me muevo más rápido que cualquier ser humano, no tengo miedo a morir. Aturdí a los mafiosos, los desarmé y desaté a las víctimas”.
– “Robin Hood en versión cyborg-, replique con venenosa dosis de sarcasmo”.
La misma dulce patria de la ironía que destella en la página 100:
“…cuando le informamos a Tom que habría acción el sábado, se tornó visiblemente alegre mientras declaraba que estaba ansioso de entrar en calor con ‘esas cucarachas’”.
– “Tú no has leído nada de Asimov ni de las Leyes de la Robótica, según parece… -sugerí con aire mefistofélico al androide”.
Y así hasta la página 208, con un androide de acción vertiginosa, que supera los límites de sus cables, se extiende más allá de las máquinas y con Inteligencia Artificial se pregunta si acaso vale la pena convertirse en ser humano.
Y es porque suele suceder –desde la perspectiva del Cyborg- que algunos casos de la especie humana son demasiado breves en sus competencias éticas, o simplemente vienen con fallas de fábrica, aunque esa es una misión que Tom debe resolver.
La eterna paradoja que, entre lugares comunes y perfecto conocimiento del tema, instala Muñoz Valenzuela con la misma inquietud de Mary Shelley en el Moderno Prometeo.
Con Santiago de Chile como locación y punto de tiro para el genial sarcasmo literario de Muñoz Valenzuela, que por cierto no pierde los matices de ternura y hasta romanticismo épico de un Frankenstein que podría ser hasta el Rey de los Guachacas.
Recuerden: es Inteligencia, aunque sea Artificial (AI).
Elogios
La obra se promociona por sí sola y en varios idiomas. Como también las espaldas literarias de Muñoz Valenzuela para ofrecer una nueva aventura del cyborg Tom como excusa perfecta para hablar de Chile.
El Chile de ahora y el de antes. Bien antes.
Aquella impresión que también expresa Cristián Montes, profesor de literatura de la Universidad de Chile:
“Flores para un Cyborg es una cruda y potente reflexión sobre el Chile de la postdictadura, con todas sus fisuras, promesas incumplidas y sueños derrumbados (…), y es este estado de ánimo -oscilante entre la frustración y la esperanza- el que gravita en el centro mismo de la representación de Flores para un Cyborg”.
“…y ha sido –sigue- el género de la ciencia ficción, pero enriquecido, como se dijo anteriormente, por la denuncia social y el relato de aventura, lo que ha permitido cristalizar la compleja visión de mundo que la novela despliega”.
En eso estamos completamente de acuerdo.
Por eso es preciso y hasta recomendable leerlo. A Muñoz Valenzuela y su inefable Cyborg. Se disfruta y se pasa bien. Hasta se piensa. Generoso beneficio de la lectura.
Flores para un Cyborg
Diego Muñoz Valenzuela
Simplemente Editores.
Novela. 2023.