Colosal relato por donde cruzan los Incas, españoles, criollos en guerra, los changos, la muerte, la obsesión minera y hasta la maldición de las momias. En Atacama, con Cristóbal Marín, de Penguin Random House. Casi 500 páginas para conocer hasta lo más profundo del desierto.
Por Marcel Socías Montofré
Indispensable para toda persona que quiera saber del desierto en Chile. Así de recomendable es la cartografía humana, social, histórica y también con ingeniosos recursos literarios que aporta Cristóbal Marín en Atacama fantasma. Viaje a la memoria del desierto.
Un libro enciclopedia que se disfruta como crónicas de un viaje, a ratos sutilmente novelada, pero con el sustento de personajes históricos que cruzan el desierto y sus caminos, como Diego de Almagro, el arqueólogo Max Uhle, el banquero J.P. Morgan, la historia de Raúl Choque en Pisagua, las momias de San Pedro de Atacama y la Guerra del Pacífico.
Tan extensa como el desierto y tan bien documentada como bien estructurado el relato. Con capítulos donde se nota y agradece el estudio previo, las horas de buscar documentación, la investigación imprescindible para todo ensayo y debate, así como también la posibilidad de leer la obra de Marín como una novela fielmente basada y versada en hechos reales.
Incluso con sus experiencias personales y esa analogía entre el desierto de Atacama y La anatomía de la melancolía, de Robert Burton. Interesante propuesta.
Constataciones
Pero no es sólo melancolía. También hay certezas de estar hablando de un desierto que embruja por lo cierto. Por ejemplo, en la página 52: “La modesta cultura de pescadores chinchorro destruía así la creencia de gran parte de la antropología de que sólo las así llamadas sociedades complejas podían tener sistemas funerarios y cosmovisiones religiosas elaboradas”.
Luego nos encontramos con las oportunas alusiones Max Uhle: “…tenía esculpida una frase tomada de uno de sus discursos que resumía su proyecto arqueológico: “un pueblo que honra su pasado y lo estudia se honra a sí mismo”. (Pág. 73).
Por cierto, y tal como comenta Cristóbal Marín: “Uhle terminaría viajando mucho más tiempo que la mayoría de los etnólogos y naturalistas alemanes, incluso más que el famoso Alexander von Humboldt”. (Pág. 75).
Y es ciertamente un gran viaje el de Cristóbal Marín por Atacama.
A propósito de personajes históricos, hasta nos encontramos de pasada con Butch and Cassidy pasando como películas del Lejano Oeste por Tarija, Tupiza, Antofagasta y hasta Calama. Así de entretenido el desierto.
De película.
La ambición, la guerra y la paz
Pero no todo en nostalgia, melancolía o registro histórico. También nos encontramos con un prolijo relato de la batalla de Dolores –o de San Francisco- en la Guerra del Pacífico.
Lo que se agradece es la mirada imparcial, humana, sin trincheras y con la intención de darle un carácter humano a una guerra donde la victoria pírrica termina luego siendo contada y sufrida en la escuela Santa María de Iquique.
También se lee con atención la historia de La Palma, hoy conocida por el nombre del ingeniero inglés James Thomas Humberstone, uno de los principales protagonistas de la época de oro del Salitre y sus inefables consecuencias en las clásicas guerras por razones comerciales.
El relato de Humberstone cruzando el desierto es tal vez uno de los más propicios para permitir que el lector sienta lo difícil, casi imposible, de pisar sin agua la zona más veleidosa del planeta. Atacama.
Crónicas de la pampa
De aquel tiempo, sin embargo, se elogia el rescate que hace Cristóbal Marín de la crónica escrita por William H. Russell –considerado el padre del periodismo de guerra-, acerca del desierto de Atacama:
“Vemos la pampa que se extiende a cada lado de nosotros como un mar interior, o el lecho de un mar, las playas de color ocre, sobre las cuales, a la derecha, surge Los Andes que parece nubes como manchas de nieve en la cima con los rayos de sol que se están poniendo en el horizonte (…). Desde que visité la pampa, continuamente me viene a la memoria el desierto africano y la orilla occidental del Mar Rojo”.
Tal vez no fuera tan preciso Russell. Bien se sabe –como en toda guerra- que cambió de color el desierto de Atacama en aquella época del nefasto inglés Mr. North, que por esos días no sólo cubrió de color caliche sangriento el desierto de Chile, sino lo mismo fue muy amigo del también nefasto Leopoldo II de Bélgica, que en el Congo fue a pintar del mismo color aquella zona humana de África.
Así de redondo el mundo del desierto.
Como también la historia de Pisagua y su destino tan inhumano como toda guerra. De su teatro, su esplendor y decadencia hasta terminar como un pueblo fantasma, reconvertido en campo de prisioneros y donde una vez más el desierto se tiñe de melancolía por el exceso de brutalidad que a veces lo recorre.
Una brutalidad tan distinta a sus oasis.
Las aguadas, los oasis
Pero a no confundirse. La obra de Cristóbal Marín no es ni melancólica, ni sólo fiel retrato del desierto y su cautivante desolación, su árida riqueza subterra y su muerte segura por subsole a quien se pierde, como le ocurrió alguna vez a Gustavo Le Paige.
Es también el relato de San Pedro de Atacama, punto de encuentro y ruta de muchos. Por el agua. La escasa agua que a veces aparece como buen regalo de la Pachamama. Ese silencio estrellado por las noches que hasta recibió versos de Pablo Neruda en los tiempos y parajes de Elías Lafertte.
Un desierto que tiene voz clara como la prosa del autor. En este caso, Cristóbal Marín y sus antepasados recorriendo junto a José Francisco Vergara –hoy más conocido por la Quinta Vergara de Viña del Mar- allá en la guerra que se libró contra el desierto. De Atacama.
Ese desierto de Atacama donde incluso aparece Charles Darwin que “compró en Valparaíso cuatro caballos y dos mulas y contrató nuevamente a su guía chileno, Mariano González, un experimentado baqueano que lo acompañó en varias otras de sus expediciones por tierra”. (Pág. 268).
O el propio Cristóbal Marín en la página 281: “Mi objetivo inicial en San Pedro, a donde llegué al final de la tarde, era complementar mis investigaciones sobre el viaje de Rodulfo Amando Philippi, el primer naturista que se internó por el infranqueable y casi desconocido desierto o despoblado de Atacama”. (Pág. 281).
Paisajes, lenguajes
Así continua el relato y se lee con atención. Incluso en sus citas a pie de página, que para cruzar el desierto se requiere de mucha andanza.
Como bien lo sabía Emilio Vaisse, Luis Emilio Recabarren y hasta Le Paige recorriendo “pueblos, caseríos, cementerios y ruinas de ancestrales nombres, como Peine, Toconao, Socaire, Larrache, Solor, Coyo, Vilama, Tchecar, Tchapuraqui, Ocara, Oyrintor, Tilomonte y Tambillo. Luego de las excursiones iniciales había escrito: “mis primeras impresiones: terreno rico en futuros descubrimientos”. (Pág. 423).
Buen antecedente si se piensa incluso en el reciente interés por el Litio. Aunque asusta un poco si se sigue la ruta del salitre o la del cobre.
Y ni hablar del ambiente en San Pedro de Atacama cuando en 1969 el ser humano llegó a la Luna. Tal como relata el escritor Germán Marín y cita Cristóbal Marín en la página 431: “nunca había sentido como aquella tarde que vivía en el país más remoto del mundo”.
Un lugar, a pleno desierto, que luce la buena pluma de Cristóbal Marín. Siguiendo la huella de Huesos sin descanso -su inicio literario en Tierra del Fuego-, pero ahora con algo más que fuego. Con sol, caliche, pampa y desierto.
En el otro extremo. Más intenso. Con memoria, museos, huesos, dunas, montañas y Chile de por medio en el desierto. Con eso que somos mirando la travesía por el desierto. No es fácil. Dura muchos días. A veces se extiende por años y siglos. Pero termina por derrotar la melancolía de las tardes pasando Chañaral.
Allí donde comienza la memoria personal. La más introspectiva por difícil. Cruzar el desierto por paisaje y también por persona y personaje.
Como diría en poeta Andrés Sabella -también pampino, del desierto, de Antofagasta- “Pies de bronce, sin duda. Pies para los que el desierto era una fruta partida en medio del mundo”.
Así de bien logrado el libro y su propósito.
Atacama Fantasma. Viaje a la memoria del desierto
Cristóbal Marín
Penguin Random House Grupo Editorial
2023.