Con elogio internacional y publicado desde la India hasta Japón, “El Último Detective” da cuenta de una América del Sur donde no sólo hay creatividad y lugares comunes. También hay una estética depurada, temas suramericanos de contingencia. Y se nota la experiencia de sus autores.
Por Marcel Socías Montofré
Lo genial del cómic en toda época es que da cuenta de su tiempo y aventura cierta apuesta con buen marketing.
Alguna vez fueron los platillos voladores. Luego los apaches y el Far West para el imaginario estadounidense y las películas. Hoy son las vacunas. El “gobierno mundial” y la exquisita fantasía del latín illuminati.
Como Sylvester Stallone, que ostenta récord con las películas ambientadas en tópicos de cómics. Por ejemplo y a propósito de policías “buenos, pero malos, que hasta comen hamburguesas de ratón”, como en la simpática “Demolition Man”,
“Así es como podrían acabar las cosas si no tenemos cuidado”.
Después y hasta ahora también los héroes salvadores del Olimpo Hollywood. En Chile también fueron muchos y buenos ejemplos de resistencia a la dictadura.
Lamentablemente se olvidaron.
Por eso se agradece que en “El Último Detective” nos encontramos con un futuro de buena factura, cyberpunk -como en todo cómic que se precie-, en un país que ya no existe y el narcotráfico y la corrupción y todas esas caricaturas de Hollywood.
Temas de contingencia que se proyectan a toda la América del Sur – “La Nueva Amazonia”-, con la participación del guionista Claudio Álvarez (Heavy Metal, El Gran Guarén, El Ejército de Dios), y el dibujante brasileño Geraldo Borges (Marvel, DC Comics, Dark Horse).
Por cierto, se agradece la internacionalidad de la temática. Al menos la que por marketing siempre da buenos resultados.
Una América del Sur corrupta, con policía inoperantes, con el renegado que siempre vuelve y es un héroe, al mejor estilo de “Mad Max” -la de Mel Gibson-, que desde la original de 1979 supo reinventarse para aparecer como la políticamente correcta en “Mad Max: Fury Road”, en 2015.
En eso ciertos reparos, la estética destaca, no así el relato. Demasiados lugares comunes.
Que la droga, que el malo pero bueno, que los androides, que el policía fracasado, que ejemplos hay varios, como “Hawkworld”, (DC Comics, entre 1989 y 1993).
Hace rato que Erich Fromm -en “El arte de Amar”- venía avisando los mismo: “Como muchos otros héroes del amor (mártires) de la especie humana, rompió la ecuación entre desobediencia y pecado…”.
No se trata, por cierto, de una crítica. Más bien cierta saturación visual por los lugares comunes, el mensaje subliminal, las visiones personales, el clisé; entonces no se trata de Moebius, Alejandro Jodorowsky, Alan Moore y Frank Miller.
Se trata de la globalización y su extraño sentido del lenguaje universal. Como la aplicación Tic Toc. Al menos el que propone Netflix, la moda y hasta Internet. Los estereotipos. En eso es genial “El Último Detective”.
Otra cosa muy distinta es que nos hablen del cómic chileno. Si es por eso, hasta “Súper Cifuentes” era bien chileno.
O Gabriel Rodríguez con “Locke & Key”. El ingenio sumado a la buena factura, el gramaje del papel.
Pero que no se preste a confusión. Se agradece “El Último detective”. Lo que no se agradece es tanta confesión personal. Se agradece pasar de Lukas a la mirada de una nueva generación.
Aunque lo mismo pensaban los organizadores de “Fixion 2000”, cuando en el mismo año Chile convocó a invitados internacionales como Dennis O´Neil (“Batman”), Cam Kennedy (Star Wars: Imperio Oscuro 1 y 2 y Darevil), Themo Lobos (Mampato y Ogú, Ferrillo); y Mauricio Herrera, dibujante de Diablo y Cenit.
Se agradece que después de tantos años siga resistiendo el cómic chileno.
El Último Detective
Guion de Claudio Álvarez, ilustraciones de Geraldo Borges.
Acción Comics.
2022.