Desde Nueva York, donde testificó el avance y las consecuencias del covid-19 en una de las ciudades más golpeadas por el virus en 2020, el escritor chileno Rafael Gumucio vive por estos días la “pospandemia”, en medio de la reapertura de espacios públicos y el reencuentro de sus ciudadanos con rutinas hasta hace poco restringidas.
“La situación es en absoluta libertad: la gente ya no utiliza mascarillas en la calle, los que estamos vacunados al menos, y yo estoy vacunado en Chile y Estados Unidos, así que estoy doblemente vacunado”, comenta a BioBioChile con algo de ironía.
“Estoy feliz de reconectarme con eso (con la reapertura cultural). La falta de libertad es tremenda, y veo con mucha preocupación cómo va la pandemia en Chile”, agrega.
Si la crisis sanitaria lo encontró en medio de una estadía estadounidense, el lanzamiento de su último libro, Hotel Montana y otros cuentos (Literatura Randome House, 2021), llega en medio de uno de los momentos políticos más álgidos de la coyuntura chilena; la misma que sigue atento desde el país anglosajón.
“Siempre quise escribir cuentos porque sentí que era un género muy importante en la literatura latinoamericana, y además me gusta leerlos. Recopilé todos los que tenía escritos en revistas y otros que eran pedazos de novelas. Hice una limpieza en mi disco duro y de ahí saqué los cuentos que salieron”, recuerda.
El texto más antiguo de los nueve data de 1995 y se titula “Una explicación” (sobre un adolescente que se inmiscuye en una búsqueda liberadora de la última expareja de su madre), mientras que el último, “Primer Día” (sobre las divagaciones de un padre ante el debut escolar de su hijo) fue escrito apenas el año pasado.
El recorrido completo, a su vez, funciona como un tour por los géneros y tópicos que Gumucio ha abordado en su propia bitácora literaria; una que, dejando al margen ensayos y libros de no ficción, ya suma 10 títulos.
“Como el espacio temporal es muy largo, estos cuentos han sido vecinos de algunas novelas que he escrito. Es un repaso de algunas cosas. Hay ‘cuentos cuentos’, otros que son reportajes, otros en primera persona; pero sí funciona como una especie de ‘Greatest Hits"”.
Haití, las madres encantadoras e irascibles, el Chile post 1973, la izquierda local en Europa, el exilio, el divorcio, los quiebres afectivos y la religión (mundana y ferviente), son algunos de los tópicos que confluyen en Hotel Montana, publicación que marcó el regreso del escritor al formato cuento.
“Me interesan los personajes y los dilemas, sus pequeñeces y sus dudas; su maravillosa complejidad. Los temas, me interesan poco. Los cuentos pueden pasar en Haití, en Santiago, en las cabezas de los protagonistas. Me importa esta enorme torpeza y la belleza en la torpeza que tenemos los humanos; eso me gusta… Todos los personajes se parecen un poco a mí; tenemos algo en común”.
Los relatos son narrados en primera y tercera persona, aunque en ocasiones las voces se confunden entre los hilos narrativos de sus historias. “Me gusta la ‘tercera persona cómplice’, la tercera persona que parece primera. Por ejemplo Milagro en Haití, es una novela en tercera persona, pero cuando me hablan de ella me hablan en primera persona, porque es tan cercano el personaje y habla tantos monólogos que parece primera”, revela.
(P): ¿Cuál es el común denominador de los comentarios que ha recibido de los lectores de este libro?
(R): Creo que es que se han divertido. Es un libro enérgico, saltarín, vital, y que es un repaso de mis obsesiones y personajes. Es un libro que produce cierta alegría, tengo esa sensación.
(P): Has estado escribiendo más de 30 obras de teatro en pandemia; teatro por Zoom para Living Teatro en The Cow Company, algunas de ellas protagonizadas por Luis Gnecco, Marcial Tagle y Luz Valdivieso. ¿Cómo esa experiencia literaria ha permeado tu ejercicio escritural?
(R): Escribo más rápido los diálogos, pero más lento lo que no son diálogos. Me ha influido mucho. Siempre he tenido una afición por el diálogo, pero esto lo llevó al paroxismo. Escribir una obra a la semana me ha hecho aprender a dialogar muy fácil. Y creo que comparte este libro cierto humor de las obras; una capacidad de reírse de los personajes.
(P): ¿Seguirías trabajando con Luis Gnecco luego tras su denuncia judicial por violencia intrafamiliar? Luis salió de los últimos montajes por lo mismo…
(R): Voy a esperar que se aclare judicialmente. Por el momento, es un amigo, y uno tiende a creerle a los amigos, pero hay que esperar qué dicen los tribunales. Me perece que la violencia de género es muy grave. Me resulta imperdonable, pero quiero saber qué dicen los tribunales. No me gusta juzgar a las personas antes que un tribunal lo haya aclarado.
“Sería muy injusto y estúpido pensar que Chile despertó en octubre de 2019”
(P): En paralelo a la literatura, ya llevas un par de décadas analizando la política chilena, ya sea como panelista o como columnista. ¿Cómo ves desde EE.UU. el panorama político actual?
(R): Cuando fue la elección de constituyentes, esto se había interpretado desde la izquierda como la ‘victoria final total y para siempre’, y con la elección de gobernadores creo que las cosas se han puesto en perspectiva. Que era una cuestión importante y muy de aplaudir, pero no una victoria para siempre.
La idea de que desaparezca de pronto desde Chile la gente de derecha, de centro o de izquierda, es una ilusión. Creo que es importante que nos demos cuenta que ningún grupo va a desaparecer, que vamos a seguir estando ahí. Que si queremos hacer política a largo plazo, interesante e importante, hay que darse cuenta de la existencia del otro, y la idea de la aniquilación del otro como una forma de política, no tiene ningún sentido. Ese discurso de aniquilar, de borrar, o de acabar con los últimos 30 años fue castigado en las urnas, y me parece bien porque es un discurso peligroso… La idea del borrón y cuenta nueva, es la peor política para la izquierda.
(P): En ese sentido, ¿compartes la frase “no fueron 30 pesos, fueron 30 años”?
(R): Yo creo que fueron 30 años diciendo que 30 pesos no eran nada, que fue el desprecio. La gente que dice “no fueron 30 pesos, fueron 30 años”, repite el mismo error que cometió la Concertación de no ver que 30 pesos puede ser mucha plata; pero sí creo que eran 30 pesos. No creo que 30 años se puedan estudiar como una sola realidad y un mismo hecho: los primeros 10, los segundos 10, los últimos 10 son muy distintos. En 2011 hubo manifestaciones, marchas; sería muy injusto y estúpido pensar que Chile despertó en octubre y que en 2010, o 2011, estábamos haciendo qué. Cuando millones de personas estaban manifestándose en la calle, ¿estaban haciendo qué, estaban dormidas?.
(P): ¿Ves un regreso del lenguaje y las lógicas de los 70 en la política actual?
(R): La batalla política de mi abuelo, de mi padre, fue conseguir que el centro y la izquierda se unieran en un programa de transformación social. Para mi abuelo, fue muy duro cuando esa unión se consiguió, pero el programa que llevó a cabo era un plan neoliberal absolutamente inclinado hacia la derecha. Lo ideal en Chile, para conseguir algo, es que el centro y la izquierda se unan en un plan de transformación social. Este último tiempo, las políticas de revanchas y pequeñeces no son útiles. Me parece que la derecha fuera de la política es más peligrosa que dentro de la política: yo prefiero una derecha en el Parlamento que una derecha en los cuarteles.
(P): ¿Cómo imaginas políticamente Chile en los próximos años?
(R): Siempre he encontrado una cosa muy sana de Chile y los chilenos: esta idea de que somos un país pobre, y que por eso tenemos que organizarnos y unirnos, y pelearnos también. Pero ahora escucho muchas voces que hablan como en Argentina o Venezuela, que somos un país rico y que es muy injusto que yo no tenga mi parte de la riqueza. Eso no tiene ningún sentido, porque los países ricos no tienes cobre o riquezas naturales. Los más ricos no son los que tienen más minas, son los que saben organizarse, ordenarse, construir alianzas y discursos. Espero que el proceso constituyente renueve la política y ponga nuevos actores políticos, pero ante eso, tengo muy pocas esperanzas.