“Repite Conmigo” se titula el debut literario (al menos editorial) de Gonzalo Henríquez, líder de González y Los Asistentes, colectivo de fines de los noventa que entrecruzó poesía y rock en un proyecto que tuvo varios sencillos de masiva circulación radial, y que por estos días mantiene una fructuosa y longeva alianza con Raúl Zurita, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020.
“El enfermo”, “Él y ella”, “Pero para”, “Encapuchado” y “Centinela” son algunas de las canciones y textos con los que la banda acumuló elogios en los primeros años del nuevo milenio, y que hoy sirven de hilo conductor para el poemario inaugural de Henríquez, gestor del Festival de Poesía y Música (PM) y actual catalogador del patrimonio de la banda de su hermano Álvaro, Los Tres, donde desde los últimos años opera desde las sombras y, a veces, delante de ellas.
“Es súper sorprendente lo que hoy estamos viviendo (con el covid-19). El 2020 estábamos todos expectantes de lo que iba pasar, a nivel planetario. Y en los encierros, en los diferentes momentos del año pasado, es donde se dio el espacio para hacer esta recopilación de la obra que tenía escrita y estaba dispersa”, resume el autor en diálogo con BioBioChile.
El último detalle no es menor: “Repite Conmigo” no es sólo la antología de su citada banda de rock, sino un libro que conversa directamente con los tiempos pandémicos: ya sea con poemas inspirados en la crisis sanitaria y su nomenclatura (“Lineamientos éticos”), o en los momentos más altos de su fuga onírica (“Big Bang”, donde invita al lector a imaginar y escribir en el mismo libro qué había antes de la explosión acuñada por Stephen Hawking).
“Hay textos, me he dado cuenta, como ‘El Enfermo’, que es un tema del grupo, que vienen súper ad-hok al momento, pero son súper antiguos. O ‘Cerrado con Llave’, que es un delirio de una persona que está encerrada en sí misma. Están esos textos que tienen 20 años por lo menos, pero que también tienen una actualidad fortuita, de pegar en un sentimiento de crisis”, resume.
“Al momento de hacer esta recopilación quería dejar una especie de testimonio del momento en el que la estaba haciendo, y ahí salieron los dos últimos textos del libro (los de “Lineamientos éticos”): uno que es un poema visual con una repetición de la sigla ‘covid-19’, y una pequeña recopilación de términos que se escucharon durante todo el año, como ‘cama crítica’, ‘última cama’, ‘meseta"”.
Apropiarse de lenguajes ajenos ha sido la especialidad del autor, quien en “Qué pachó”, por ejemplo, se involucra en el descargo íntimo de un hombre contra su pareja; y en “Encapuchado”, en la delación de un exdirigente del Partido Socialista contra sus camaradas en plena dictadura.
“Siempre mi trabajo o mi obra está tocada por alguna otra disciplina; en este caso, yo hacía los textos con música. Al pasarlos ahora al papel, se me daba espontáneamente hacer algo visualmente al respecto: no transcribir los poemas (de González y los Asistentes). En ese sentido, la edición de Pablo Fante fue muy importante”, agrega sobre el cariz camaleónico del libro, colindante entre la poesía visual y el relato documental.
Actualmente, Henríquez se desempeña como colaborador del patrimonio artístico de Los Tres, donde define su labor como la de un “protector y divulgador” de su obra. “Yo siempre trabajé con Álvaro y el grupo, éramos todos más jóvenes y yo también más inexperto. He crecido al alero de esa actividad. Me interesé en la gestión cultural como oficio, desde el patrimonio, el rescate de la obra y ponerla en valor”.
Desde el trasplante de hígado del compositor en 2018, el rol de Gonzalo tomó más protagonismo, y se ha traducido en lanzamientos de cancioneros para guitarra, de publicaciones sobre discos específicos del catálogo (como el que recopila la historia de “Fome”) y una tienda oficial con material afín a la banda penquista.
“Posteriormente a la operación, nos juntamos con mayor fuerza. Yo he estado a cargo de eso, de velar, de ayudarle a que su obra se mantenga protegida, que se divulgue, que se conozca, que se valore. Es una cosa que a mí me gusta hacer. Y obviamente está la parte comercial, la oficina, con un mánager, donde se hacen las ventas de shows. Mi labor, es proteger la obra”, dice.
“Estamos empezando a armar un pequeño archivo, y generar contenido a partir de Los Tres. Siempre hay cosas, a Álvaro se le ocurren otras, y las vamos complementando. Ese trabajo es bastante a diario, porque siempre hay ideas que se pueden ir concretando. Hay otros proyectos, pero es mejor no contarlos para que resulten”, agrega.
¿Fue difícil mantener el proyecto de González y los Asistentes en el tiempo? ¿Hubo mucha resistencia a la poesía a inicios de los 2000? El grupo se detuvo y volvió a aparecer recién hace algunos años…
(R): Tuvimos una buena recepción. Con el primer disco tuvimos el “Qué pachó” sonando en la radio, una incursión en la industria de la música. Tenemos un reconocimiento parcial, bajo; quisimos aportar al medio. Los músicos nos tienen aprecio, nos encuentran entretenidos, siempre ha habido buena onda. Pero como la música es industria, es más difícil hacerle collera. Cuando nos metimos en el ambiente de los poetas, nos dimos cuenta que ahí nos conocían. Y caímos con gente con la que teníamos intereses en común y logramos percudirnos y seguir creciendo.
(P): Han tenido un segundo aire con Raúl Zurita, con quien editaron “Desiertos de amor”…
(R): Nos conocimos en 2011, vamos a cumplir 10 colaborando. Y nos hemos mantenido tocando periódicamente, no tan seguido, pero tres veces al año, y siempre son fechas súper importantes para nosotros. Trabajar con Raúl es trabaja con un maestro, ha sido muy enriquecedor. Desde el año pasado no han estado invitando a Uruguay al Mundial Poético, se supone que iremos en septiembre.
(P): El concepto “banda” convirtió a Zurita, literalmente hablando, en un rockstar. ¿Crees que siempre lo fue? ¿Cómo evalúas su desempeño en ese rol?
(R): Raúl siempre ha tenido varias dimensiones. La performance siempre ha estado en su trabajo, entonces siempre ha ocupado los espacios con su obra y su cuerpo. Con el colectivo CADA, por ejemplo. No es extraño para él enfrentar a la audiencia, aunque su trabajo es escribir, y eso es solitario. Pero sí ha ido desarrollándose en escena con el grupo, se empodera mucho más. Cada vez que tocamos más seguido se complementa, y saca lo que siempre ha tenido: la fuerza expresiva, y ha sido, pienso, enriquecedor para él. Creo que se ha pulido como rockstar, y que eso siempre lo ha tenido.
(P): Hay un halo “profético” en la obra de González y los Asistentes: desde el delirio de los discursos religiosos en “Predicador” hasta los esbozos de violencia de genero en “Qué Pachó”. ¿Cómo explicas esa faceta?
(R): Uno va interpretando en la medida que puede el momento. En ese sentido, a veces van saliendo cosas que reflejan un momento de algo que está sucediendo, y en otras pasa que el arte, en general, creo yo, se adelanta y predice algunas cosas… El Qué Pachó igual es fuerte, se puede acusar al mismo autor de violencia de género, pero lo que uno quiere retratar es una realidad. Eso tiene más de 20 años, no estaba tan visibilizado en es momento el tema, pero ahora uno lo dice y claro, estaba leyendo con anterioridad el asunto. Uno retrata el momento y no está completamente consciente, sino que después se convierte en consciente.