Esta opinión no es contra las personas premiadas, sino una crítica a un proceso que le quita peso al galardón en sí, al menos a los relacionados a cultura.

¿Qué se premia cuando se premia? Esa debiera ser la primera pregunta en relación a los Premios Nacionales. Esa pregunta conlleva o deriva a muchas otras, que le dan sentido y sustento.

Por ejemplo, ¿Cómo es el proceso de preselección, de elección y de premiación? Pero antes, ¿los Premios Nacionales son un tema de especialistas o de la sociedad? ¿Debiera ser un proceso a puertas cerradas, semi público o un debate abierto que permita mirarnos y cuestionarnos como sociedad?

Me inclino por lo último. En ámbitos que son particularmente subjetivos, la discusión abierta exponiendo las virtudes y aportes de candidatas y candidatos, otorga la oportunidad de valorar de mejor forma nuestras fortalezas como sociedad y la importancia de la creación para nuestro desarrollo.

¿Qué se premia cuando se premia?

Esta pregunta ronda y vuelve periódicamente. Quizás, porque nunca se ha respondido bien, o su respuesta ha ido mudando. O no existe, clara, precisa, sino que permite límites difusos.

“El premio nacional es el máximo reconocimiento que otorga el Estado a la obra de chilenas y chilenos que, por su excelencia, creatividad, aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes, se hagan acreedores de estos galardones. En forma excepcional, podrá ser otorgado a un extranjero de larga residencia en el país, cuya obra científica o creativa se haya desarrollado en Chile”, especifica el Mincap en su página web.

La definición es muy amplia. En especial cuando estamos en un país al que le cuesta entregar premios y reconocer méritos y logros a sus habitantes. Entonces, el premio sirve para premiar cosas muy diversas. Incluso hay quienes han argumentado que es una especie de “jubilación” para algunos creadores que -como muchos- viven de manera precaria en lo material.

Por ejemplo, un escritor mediocre puede realizar un “aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes”, si es un gran promotor de libros y escritores. Mientras otro, ser destacadísimo “por su excelencia, creatividad”, y ser débil en los otros aspectos.

Revisar los premiados en Artes Musicales puede ayudar

Juan Orrego Salas (1992), Margot Loyola Palacios (1994), Carlos Botto Vallarino (1996), Elvira Savi Federici (1998), Carlos Riesco Grez (2000), Fernando García Arancibia (2002), Cirilo Vila (2004), Fernando Rosas (2006), Miguel Letelier (2008), Carmen Luisa Letelier (2010), Juan Pablo Izquierdo (2012), Leon Schidlowsky (2014), Vicente Bianchi (2016), Juan Allende-Blin (2018), Miryam Singer (2020), Elisa Avendaño Curaqueo (2022), Valentín Trujillo (2024).

La mayoría de los premiados son personas desconocidas para la casi totalidad de la población chilena. Han sido resultado de discusiones entre especialista. De un círculo muy pequeño. Entonces, el premio pareciera ser un asunto de especialistas, de investigadores y académicos. Pero, ¿dónde queda el “aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes” si la población no los conoce?

Una forma de hacerlos conocidos es haciendo presentaciones y debates públicos sobre las personas que son postuladas a los Premios Nacionales. Una forma de despertar el interés, de conectarlos a grupos más amplios.

Un poco de historia

Tratemos de poner contexto. Los premios -vinculados a cultura- de Literatura (1942), Artes Musicales (1992), Artes de la Representación y Audiovisuales (1993), Artes Plásticas (1993) e Historia (1974), se fueron creando en forma paulatina. A medida en que fueron necesidades inevitables. Con el tiempo, además, han ido adquiriendo especificidades, se han ido especializado.

Por ejemplo, en literatura se va intercalando premiar prosa y poesía, y la Historia tiene un premio específico desde 1974. Francisco Encina, que recibió el Premio Nacional de Literatura en 1955, debiera haber recibido el de Historia, si hubiera existido.

Todos estos premios son entregados, desde el año 2018, por el Ministerio de Las Culturas, las Artes y el Patrimonio (Mincap), salvo el de Historia, que lo sigue otorgando el Ministerio de Educación.

Reformular los Premios Nacionales

El proceso para otorgar los Premios Nacionales debiera ser transparente, abierto, promoviendo la discusión y el debate. Para eso, parece fundamental evaluar el actual sistema, incluyendo qué premia cada uno y si se necesitan otros premios.

Los procesos de los Premios Nacionales deben ser abiertos. Se debe conocer quiénes son las personas postuladas, quiénes las apoyan, qué méritos tienen, qué han significado esos méritos.

Sin lo anterior, llegamos a procesos de “claques”, de “barras” que gritan y hacen campaña que poco aportan a la cultura y, en general y a mi juicio, desprestigian a las personas postuladas.