Después de catorce años del terremoto del 2010, sigue habiendo muchas construcciones en uso con grietas probablemente estructurales que están a la vista de quien quiera verlas.

A simple vista uno puede equivocarse, pero la experiencia sirve. Debe ser corroborada por análisis técnicos. Tampoco se debe olvidar que se han hecho muchas reparaciones de “estéticas”, no estructurales, o que cada vez más construcciones tienen su estructura al interior de llas, por lo cual no se pueden ver desde el exterior.

Chile es uno de los países con más sismos, además de haber sufrido los más fuertes de los que se tiene registro. Eso, dicen algunos, forma parte de nosotros. Sí, estamos acostumbrados a ellos, pero no tenemos cultura de terremotos.

Terremotos

Los terremotos, hasta ahora, son impredecibles. Además, son muy diversos, en intensidad, duración como en el tipo de onda, o de movimiento. Ha habido algunos muy breves e intensos, otros extremadamente largos, de movimientos largos y oscilantes unos, breves y bruscos otros, y así podríamos seguir enumerando.

Las variables de un sismo son muchas, desde la intensidad, duración, la profundidad del epicentro, cómo se expande, las características de los terrenos. Todo lo anterior hace que, después de cada nuevo terremoto, haya nuevos conocimientos y aprendizajes para mejorar las construcciones, la infraestructura y los servicios, cuando eso no afecta la rentabilidad.

En especial desde el terremoto de 1929, la ingeniería ha hecho grandes avances, limitando de manera notable los daños que provocan los sismos. Pero, ¿qué hemos aprendido sociedad?

Santiago, EM

Antes, durante y después…

Es obvio que hay un antes, un durante y un después en un terremoto. Lo que no lo es tanto es qué hacer en esos momentos, y la historia nos demuestra que en Chile unos han aprendido mucho y otros poco, salvo el acostumbrarse al haber vivido la experiencia una o más veces.

Todo indica que, los que más han aprendido, son los profesionales de la construcción. Los resultados son evidentes, los avances tecnológicos son impresionantes, con soluciones cada vez más eficientes y progresivamente más económicas. El punto es qué pasa con el resto de la sociedad, con las comunidades, con las instituciones…

Durante

Lo que pasa durante un terremoto es lo menos manejable, porque depende de las características personales de cada cual. Por ejemplo, es imposible evitar que algunas personas entren en pánico, se paralicen, se bloqueen. Que logren en pocos segundos analizar el contexto y tomar decisiones adecuadas.

Si bien la experiencia de haber vivido muchos temblores y algún terremoto ayuda mucho, siguen siendo reacciones individuales.

Antes y después

El antes y el después de los terremotos de funden. Porque el después debiera ser el antes del siguiente. Un aprendizaje y un tomar las precauciones para el siguiente sismo.

Expertos en catástrofes -por ejemplo, ONU-Habitat- especifican tres momentos post terremoto. La respuesta de la comunidad, la del gobierno local y la del gobierno central. Estos momentos responden a la rapidez con que pueden llegar a los territorios.

En un primer momento, es la comunidad la que socorre a sus vecinos con mayores dificultades, la que da primeros auxilios, hace curaciones, la que busca refugios ante eventuales réplicas y provee medicamentos, etc. La que evita, incluso, robos, saqueos. La calidad de esta respuesta está dada por la cohesión social, por la cultura local. Esta respuesta, fundamental muchas veces para salvar vidas, requiere un trabajo arduo y largo, si no se tiene.

Independencia, EM

En Chile, la respuesta en este primer momento es muy diversa, en general deficiente. En muchos lugares no tenemos sentido de comunidad, no hay tejido social, no sabemos ni siquiera con qué contamos en nuestros territorios.

El segundo momento corresponde a los gobiernos locales, los municipios. No es novedad que las diferencias de tamaños, calidad de la conectividad y, en especial, en los recursos per cápita que tiene cada municipio son abismantes. Algunos cuentan con ambulancias, centros de salud bien equipados, mientras otros son muy precarios. Depende, en gran medida, de la capacidad económica. Es decir, la situación de los municipios replica la inequidad de la sociedad, con el agravante que las zonas más ricas muchas veces son las menos afectadas, porque sus construcciones son de mejor calidad, están mejor mantenidas.

El tercer momento recae en el gobierno central (aunque hoy debiéramos ver qué rol jugarán las gobernaciones). Esta respuesta, en general, tiene diversos tiempos y calidades, dependiendo de las áreas. Somos una sociedad que tiende a ser estructurada, legalista, amante de los procedimientos, la burocracia. Respetuosos de las jerarquías y, en ese sentido, somos rígidos. Lo anterior conlleva que las instituciones y sus autoridades sean muy celosas de sus ámbitos y sus poderes. En otras palabras, somos una sociedad rígida, muy estructurada, con muy poca capacidad de flexibilizar y de adaptación a situaciones especiales, de emergencia, como es una catástrofe.

Por lo anterior, en general las respuestas en el tercer momento son poco eficientes, dispares. Es importante entender que el tercer momento es, en el caso de los terremotos, complementaria al primer momento. Porque parte de lo que se haga después de un terremoto será lo que sirva para prepararse para el próximo sismo.

Providencia, EM

Sin cultura de terremotos

La cultura, en su faceta más relevante, es una forma de vivir en común. Es tener una serie de acuerdos, explícitos o tácitos, de normas de convivencia, compartir fiestas y rituales, tradiciones, comidas, expresiones artísticas, etc. Es aprender a vivir en común con determinantes geográficas, de clima.

Los temblores y terremotos nos han acostumbrado a ellos. Pueden influir en nuestro carácter. Pero, ¿qué hemos hecho nosotros? Los profesionales, en especial los ingenieros y constructores, han aprendido mucho. Algunas instituciones han logrado responder más rápido y mejor. ¿Qué más? Poco.

La mayoría, por ejemplo, no tiene elementos básicos para enfrentar una catástrofe, como una provisión de agua, linternas y un botiquín. Sigue teniendo muchos objetos frágiles en lugares que, en caso de terremoto, se caerán. No nos hemos preparado para saber qué hacer, con suerte hemos pensado hacia dónde arrancar.

Una reconstrucción inconclusa, reparaciones no hechas

Concepción, catorce años después del terremoto del 2010, sigue mostrando las heridas abiertas como cicatrices mal tratadas. Para alguien que no tiene la información que lo explique, resulta una ciudad degradada.

Mi experiencia, viendo decenas de construcciones tanto en el terremoto de 1985 (tanto en Santiago y en San Antonio) como en el del 2010 (en Santiago, Región del Maule y Concepción), es que la gran mayoría de las construcciones que quedaron inhabitables (pero eran reparables), debían ser demolidas o colapsaron, fue por falta de mantención, malas intervenciones, como sacar o debilitar muros estructurales, o por no haber tenido buenas reparaciones de terremotos anteriores.

El 2010 hice casi 30 informes de casas dañadas en el barrio poniente de Santiago. Todas construidas los primeros decenios del s XX. Todas ellas podrían haber resistido bien el sismo si hubieran tenido mantenciones mínimas, no hubieran sufrido modificaciones que afectaron sus capacidades estructurales o hubiesen tenido reparaciones estructurales adecuadas en los terremotos anteriores. Porque cuando no se reparan bien, lo que se hace es ir sumando sismos. Es agregar, por ejemplo, al terremoto de 1985 el del 2010, además de todos los temblores que hubo en el intertanto.

Independencia, EM

Recorrer la ciudad con mirada crítica

Caminar por la ciudad, por los barrios, nos puede llevar a gratas vivencias y sorpresas. Alguna construcción hermosa, una café acogedor y de buena calidad, una feria colorida y animada. Alguna buena comida y tanto más.

Sin embargo, deformación profesional de por medio, si uno recorre la ciudad y sus barrios con ojos críticos, buscando las heridas, las cicatrices de los terremotos en las construcciones que están en pie, en uso, el resultado es alarmante y deprimente. Resulta sorprendente ver tantas construcciones con grietas estructurales a la vista. En todo tipo de comunas, por ejemplo, en Providencia, Independencia o Santiago. Son grietas que, casi por sentido común y sin necesidad de conocimientos técnicos, debieran significar declarar inhabitables o parcialmente inhabitables esas construcciones. Y cerrar veredas para evitar poner en riesgo a los peatones.

El que, después de catorce años, sigan estas construcciones con esas grietas, en tantos lugares, es una demostración clara y evidente de nuestra falta de cultura de terremotos. Aquí, fallan todos: los propietarios, quienes las usan, los municipios y el gobierno central. Además de las empresas constructoras, la Cámara Chilena de la Construcción y las universidades. Porque, al menos, se puede levantar la voz, denunciar y hacer propuestas.

Hay personas y sociedades que aprenden, otras que simplemente soportan…

(PS. A mediados de los 2000 conversé con un funcionario de una Dirección de Obras para dejar constancia de algunos edificios con daños estructurales en la comuna donde trabajaba. Su respuesta, muy amabla, fue que no existía esa instancia y que ellos no podían hacer nada.)