Es, como dice uno de sus escasos textos, un libro que se entregó a “todos los deportistas, jueces, periodistas y turistas que han venido a Santiago para participar de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos.” Buscaba ser un regalo, un registro, un legado, como escriben.
Además de la introducción, hay tres breves textos. Claudio Orrego, Gobernador de Santiago, escribe sobre la capital. “Santiago es una ciudad que no quiere ser postal, sino parte de una red de espacios y experiencias, de lugares para reencontrarnos.”
Harold Mayne Nicholls, Director Ejecutivo de los Juegos, escribe sobre los diversos intentos de Chile por ser sede de los Juegos. Finalmente, Jaime Pizarro, Ministro del Deporte, destaca la labor del gobierno, la importancia del evento y sus efectos.
Imagen de Santiago y del país
Más allá de las palabras, el libro presenta más de 100 páginas de fotos. Incluyendo algunas a doble páginas.
Son fotos de gran calidad técnica. Bellas, cuidadas. Realizada por más de una treintena de fotógrafos, varios de ellos muy conocidos y con varios libros publicados.
Lo que muestra
¿Qué muestra el libro? Una centena de bellas fotos muy bien impresas. Fotos que, al contrario de lo escrito por Orrego, casi todas, parecen o podrían funcionar como postales.
Son imágenes pulcras, sin contaminación, basura, ni, por ejemplo, pavimentos dañados o excesos de cables. La única foto de un sector más “popular”, es una foto aérea de la comuna de La Florida. Solo se ve un cierto desorden de techos.
Casi no hay fotos de personas modestas. Un barrendero leyendo un periódico, un zurcidor en su local en Providencia, un quiosquero en su colorido local en el Paseo Bandera, hinchas viendo aparentemente un partido en el Barrio Bellavista, un niño asomado en una ventana en Recoleta, un vendedor de la Vega.
Hay más personas. Pasajeros del metro en escaleras mecánicas de la estación Universidad de Chile, unas bailarinas, un señor en un café de Providencia y poco más.
Casi no hay mujeres. Hay menos niños.
El libro muestra -en relación a la realidad- una ciudad aséptica, de naturaleza, espacios públicos, edificios institucionales y de oficinas, vacíos. La mayoría sin personas.
Santiago es un libro hermosos, de bellas fotografías, pero esencialmente deshabitado.
Lo que subyace
En este libro, fruto de grandes esfuerzos y mucho trabajo, subyace una mirada idealizada de Santiago y de la sociedad donde prevalece el orden, lo pulcro, sobre las personas, sus habitantes y visitantes.
Aparece una ciudad con un alma esquiva. No hay humor, amor, “picadas” y picardía, seguridad ni inseguridad. Es una ciudad donde la Historia se muestra a través de fotos del Palacio de La Moneda, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes, los Tribunales, el Cerro Santa Lucía y la Casa Colorada, entre otros. Edificios y espacios sin personas.
Por ejemplo, aparece en metro, pero no quienes trabajan en él. Los que hacen que funcione bien. Menos el resto del transporte público, con sus conductores, eso no existe. Ni plazas con familias. Ferias libres con sus vendedores. ¿Dónde están los 8 millones de habitantes de la ciudad?
No puede pasar desapercibido que el edificio que más aparece en todo el libro, en contextos generales o como motivo principal, es el Costanera Center. Nueve veces. Es, para esta publicación, el símbolo de Santiago y del país. Aparentemente central en la “red de espacios y experiencias, de lugares para reencontrarnos”.
Así parece que es para quienes hicieron este libro. Quizás esa es la realidad, o ese es el sueño detrás de esta publicación.
Me resisto. Sin personas, sin encuentro y relaciones entre ciudadanos, no hay ciudad. Y en Santiago, como en Chile, hay personas buenas y amables en muchas partes, en cada lugar. Para encontrarlas, basta correr el velo de la desconfianza.