Se anunció hace unos días que la Cámara Nacional de Comercio venderá el Palacio Bruna a un órgano del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Esto, en un contexto de una gravísima crisis del sector cultural, de una ministra que afirmó que “un peso que se coloca en Cultura, es porque se deja de colocar en otro programa, en otra necesidad de los ciudadanos, del país” y de tratarse de una decisión tomada entre cuatro paredes sin entender las necesidades ni las señales que hay detrás de esta decisión.
El Palacio Bruna lleva el nombre de quien encargara hacer esta mansión al destacado arquitecto Julio Bertrand Vidal.
Augusto Bruna fue un acaudalado empresario salitrero que decidió hacer esta residencia en Merced 230, frente al paseo predilecto de la época, el Parque Forestal, que recién se estaba consolidando en esos años.
Julio Bertrand Vidal
Para ello, Bruna contactó al joven arquitecto Julio Bertrand Vidal (1888-1918), hijo del ingeniero Alejandro Bertrand (destacado por realizar importantes planos de Santiago y Valparaíso, y fijar hitos limítrofes con Argentina, entre otros). Julio Bertand había viajado en 1907 a estudiar a l´École Spéciale d´Architecture de Paris, donde se titularía con honores en 1910 (algo comprobado por una bisnieta que revisó los archivos de dicha institución).
De regreso en el país en 1911, Bertrand realiza diversos proyectos habitacionales, y se asocia con Emilio Jécquier, autor del Museo de bellas Artes, la Casa Central de la Universidad Católica y la Estación Mapocho.
En 1914, después que Jécquier se fuera a Europa, Bertrand se asocia con su colega Pedro Prado, quien ganaría el Premio Nacional de Literatura en 1940. Con él, formarían el famoso Grupo de los Diez, donde también participan Juan Francisco González, Augusto D´Halmar, Alfonso Leng, Julio Ortiz de Zárate y Manuel Magallanes Moure, entre otros.
Además, desde 1905 y hasta su muerte, Julio Bertrand desarrollaría una importante colección de cerca de 3.000 fotografías, destacando sus imágenes en la intimidad de su hogar y las del presidente Pedro Montt, entre otras. Esta colección, de gran valor como registro, por su originalidad y valor artístico, fue donada a la Biblioteca Nacional y hoy es de público acceso.
Historia trágica de un Monumento Nacional
Cuando Augusto Bruna hace el encargo a Julio Bertrand, éste ya es un destacado y promisorio arquitecto, con numerosas obras (como el cité ubicado al costado de la entrada a la Quinta Normal). Además, destaca en actividades y debates culturales y arquitectónicos, como el relacionado con el acceso norte al Cerro Santa Lucía.
El Palacio Bruna es una construcción neoclásica con inspiraciones en el Renacimiento italiano e influencias francesas, donde destaca un gran volumen de tres niveles con un friso superior (posiblemente diseñado a partir de fotos que le tomó a su hijo Jaime).
Además del notable trabajo de las proporciones, del rol de las terrazas para darle escala al edificio y generar una relación interior-exterior, de piezas como la sala de juegos, entre tantos atributos, tiene un muro perimetral que logra darle seguridad al recinto siento, al mismo tiempo, amable con el peatón.
El Palacio Bruna, declarado Monumento Nacional en 1996, tuvo que ser terminado por Pedro Pradro, puesto que Julio Bertrand falleció -a los 30 años- en 1918 de tuberculosis. Convaleciente, Bertarnd trabajó hasta último momento haciendo bocetos y dando lineamientos a Pedro Prado, quien lo terminó en 1921.
Además, Augusto Bruna nunca llegó a habitar el palacio, vendiéndolo antes acosado por desgracias familiares y la crisis del salitre, producto del invento del salitre sintético.
En 1939 el palacio es adquirido para instalar la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica y luego en consulado.
https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/monumentos-historicos/palacio-bruna
En 1995 es adquirido por la Cámara de Nacional de Comercio (haciendo, a mi juicio, una desafortunada ampliación en la terraza superior poniente), transformándose en símbolo de la institución. La CNC ha conservado de muy buena forma el edificio y ha participado, de buena forma y con gran asistencia de público, en el Día del Patrimonio.
El Palacio Bruno sería adquirido por el Mincap
El martes pasado la Cámara de Nacional de Comercio anunció que había llegado a un acuerdo para la venta del Palacio Bruna a un órgano del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
¿Necesita el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio un nuveo edificio? ¿No es suficientes con el Palacio Pereira, pronto a ocuparse luego de una costosa restauración, rehabilitación y ampliación? La implementación del Mincap -creado a inicios de 2018- suponía una fuerte descentralización. ¿Por qué se necesita entonces tanta infraestructura en Santiago?
Incluso, si el Mincap necesitara más espacio, sería importante saber para qué necesitaría un edificio como éste -de alto costo de mantención- habiendo tantos edificios patrimoniales en peligro, que requieren ser puestos en valor y por qué en Santiago.
En este sentido, debiera analizarse la pertinencia de esta compra. Por un lado, en plena crisis, en particular en el sector cultura, parece cuestionable destinar importantes recursos a la adquisición de este edificio y no en abordar la grave situación humana existente en el sector.
El Palacio Bruna, valorado en 8,5 millones de dólares, más allá de sus grandes atributos, de ser la principal obra de un gran arquitecto y creador chileno, representa a una élite arribista, ostentosa y arrogante.
En términos simbólicos, no es tan diferente al gran Palacio Pereira, adquirido durante la primera gestión de Sebastián Piñera, que estaba en serio peligro, y ha sido restaurado y habilitado para acoger diversas reparticiones del Mincap.
Por otro, se debe reflexionar sobre lo que reflejan los edificios públicos. En el caso del Mincap, qué culturas reflejan en sus edificios. Por ejemplo, ¿Por qué no adquirió la Casa de los Diez, en calle Santa Rosa? Un edificio que tiene importante carga cultural, además de valores arquitectónicos, fue remodelado e intervenido en su momento por Julio Bertrand y fue sede del grupo de los Diez, su arquitectura incluye obras de arte y, simbólicamente, representa otros valores.
Es preocupante que en estos tiempos el Mincap tenga tan fuerte tendencia a una cultura elitista, europeizante, soberbia y, hasta cierto punto, conservadora.
También resulta preocupante y extemporáneo que estas importantes decisiones se hagan a puertas cerradas, en tiempos donde las ciudadanías y el mundo de la cultura demandan participación y diálogo. Una cultura diversa, inclusiva y participativa en los hechos.
Soy admirador de Julio Bertrand, con el que he estado vinculado por muchos años (como editor y diseñador del libro La mirada recobrada y curador de la exposición del mismo nombre en el Museo Nacional de Bellas Artes, además de haber sido guía en el Palacio Bruna un Día del Patrimonio). Pero algo muy distinto es que el Palacio Bruna, su obra más importante, se destine -en una decisión a puertas cerradas- a un órgano del Mincap.