Daenerys de la Tormenta de la Casa Targaryen, heredera legítima del Trono deHierro, reina de los Ándalos y los Primeros Hombres, Protectora de los Siete Reinos, Madre de Dragones, La Khaleesi del Gran Mar Verde, la que no arde, la Rompecadenas…la Enamorada de Jon Snow, la Destructora de Desembarco del Rey, la Verdadera Tiranade Poniente… ¿Cuál es el legado de uno de los personajes femeninos más emblemáticos delos últimos años?
El pasado 19 de mayo llegó a su fin Game of Thrones, la aclamada serie de HBO que a lo largo de 8 temporadas se transformó en un portentoso fenómeno cultural. La superproducción de David Benioff y D. B. Weiss no solo significó un punto de inflexión en la manera de recepcionar el entretenimiento televisivo, sino también un hito en el traslado de la cinematografía al plano doméstico.
Sin embargo, más allá de los sofisticados y meritorios aspectos técnicos de la narración -como sus locaciones, decorados, vestuario, maquillaje, banda sonora o efectos visuales- la historia se sostiene fundamentalmente por sus personajes. Si bien muchos de ellos son sombras de antiguos estereotipos de la fantasía épica, en el imaginario se G.R.R. Martin (de raíz) se reformulan como individuos repletos de carencias y deseos mundanos, idea que se legitima todavía más en la adaptación de HBO.
En el mundo de Game of Thrones la psiquis es moldeable, evolutiva, impredecible, nunca estática. El individuo es presentado con toda su complejidad de medias tintas, sin abanderamientos concretos, motivado solo por una inestable idea de poder que seres quebraja continuamente. En medio de este complejo universo emerge Daenerys Targaryen, la que hasta la sexta temporada se erguía como la heredera legítima al codiciado Trono de Hierro.
A diferencia de otros personajes femeninos de la ficción como Arya y Sansa Stark, Melisandre o Margaery Tyrell, Daenerys es la única que desde un comienzo encarna los ideales heroicos heredados de la tradición clásica, tanto en la constitución de su consciencia individual como en la praxis.
En ella convergen dos elementos fundamentales de la épica: el emprendimiento de un viaje y el afán fundacional. El primero se manifiesta a través de la travesía que Daenerys realiza desde la muerte de Khal Drogo y su bautismo de fuego y el segundo, desde la liberación de los inmaculados en Astapor y la abolición de la esclavitud en Meereen. El proceso de aprendizaje de la Khaleesi radica en legitimarse como gobernante de los Siete Reinos y entender que su gesta heroica conllevará a una refundación social, extirpando el dominio tiránico de Cersei Lannister e instaurando un nuevo orden.
Sin embargo, al llegar a Poniente junto a su ejército y sus hijos-dragones en la séptima temporada, comienza a resquebrajarse aquel ideal de justicia y el renovado concepto de heroicidad que los realizadores venían potenciando desde un inicio. Luego de una acelerada unión de arcos narrativos en función de la guerra contra el Rey de la Noche,en la octava y última temporada se diluye por completo el contenido poético del viaje de Denearys, transformando su gesta en un errático y emocional ajuste de cuentas, en donde el lema “fuego y sangre” se convierte en sinónimo caos y destrucción sin sentido.
Entonces ¿a qué se debe la caída estrepitosa de Daenerys? Creo que más que un planeado giro argumental, es la confirmación de un discurso enraizado en los cimientos de la ficción contemporánea: el estancamiento de una rueda imposible de quebrar, la legitimidad de un poder implícito que no admite fisuras. Es sumamente interesante observar cómo el sentido del deber (y por ende, de la razón) recae finalmente en Jon, quien se ve obligado a desmoronar lo nuevo y a preservar los ideales vedados, para luego abrazar la libertad junto a los Salvajes y coronarse como su nuevo rey.
Daenerys, por el contrario, se pierde en la lejanía junto a Drogon dejando detrás de sí una historia convertida en cenizas. ¿Nos regocijamos al contemplar la muerte de un personaje reducido simplemente a la locura? ¿Es loable la aniquilación de dos reinas sobre la base de sus emociones? ¿Sigue siendo el sentimentalismo el rasgo distintivo de lo femenino? Renacer del fuego para luego sucumbir ante el puñal del ser amado, más que una forzada interpretación shakespereana es un fallido intento por representar la justicia y el orden; orden que al fin y al cabo recae en l omasculino, ya sea enano, bastardo o lisiado.
Jesús Diamantino Valdés
Profesor Universidad Adolfo Ibáñez
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