En la guerra de Siria, conflicto brutal que desde hace seis años estremece a Medio Oriente y a través de las imágenes al mundo entero, hay historia humanas tan impensadas como conmovedoras. Una de ellas es la que protagonizan las unidades de mujeres kurdas, que alcanzaron notoriedad en 2015 por la valentía con que combatieron a las milicias del Estado Islámico en la zona de Siria cercana a Turquía.
Diversos reportajes fotográficos y audiovisuales dieron a conocer en Occidente las corajudas arremetidas de estas mujeres, vestidas de uniforme y bototos, que al mismo tiempo que derrotaban a las tropas yijadistas luchaban por la independencia de su país, el Kurdistán.
Esta es la historia de llega a la pantalla del Festival de Cannes 2018 en Las hijas del sol (“Les filles du soleil”), segundo largometraje de la cineasta francesa Eva Husson, en competencia por la Palma de Oro.
Basada en hechos reales, la película se plantea como un alegato en favor de los derechos humanos de la mujer y un tributo a su bravura a la hora de combatir en una guerra terrible y despiadada. Sin embargo, los logros en el cine no los hacen las buenas intenciones sino la destreza y sutileza a la hora de contar una historia y definir a sus personajes. Y de eso hay muy poco en ‘Las hijas del sol’.
En las montañas del Medio Oriente, una fotógrafa francesa de guerra, Mathilde (Emanuelle Bercot), realiza un reportaje sobre las mujeres kurdas y busca a su comandante, Bahar (Golshifteh Farahani, celebrada por su trabajo en Paterson, de Jim Jarmusch). Con su cámara, Mathilde será la testigo privilegiada de la épica gesta de este batallón femenino por la libertad y su propia dignidad.
La fotógrafa (y por medii de ella, el espectador) también conocerá la historia de Bahar contada por ella misma. Cómo los yijadistas atacaron su pueblo, asesinaron a su marido y raptaron a su hijo; cómo fue vendida en un mercado de esclavos junto a otras mujeres en igual condición; cómo sus nuevos dueños abusaron ella; y cómo logro escapar y convertirse en una líder de esta guerrilla que destaca por su arrojo en medio de una guerra que parece no tener fin ni sentido.
Entre esos flashbacks que cuentan la historia de Bahar y un presente dominado por el combate casa a casa en poblados derruidos y ya sin habitantes, transcurre esta película dominada por una mirada gruesa y discursiva, con un guion plagado de diálogos facilistas, acompañada por una música grandilocuente que quiere forzar en el espectador la emoción que las imágenes –retoricas y finalmente, torpes- no son capaces de provocarle.
La guerra de Siria aparece, asimismo, difusa y sin distinciones finas que hubieran enriquecido el relato. Lo mismo sucede con la lucha por la libertad del Kurdistán, aludida solo una vez de manera explícita en dos horas de metraje. La directora Eva Husson no entra en esos conflictos de manera profunda, apenas los roza más allá de los enfrentamientos y la evidente desolación, y a punta de dibujar caricaturas de militares y terroristas, elude así un asunto del cual una película con estas pretensiones debe hacerse cargo.
Mientras avanza la película y uno percibe todas estas carencias, queda una reflexión. ¿Cuál es la manera de filmar hoy una guerra tan brutal, cuyas imágenes desgarradoras e impactantes hemos visto largamente expuestas en todo tipo de plataformas?
Las hijas del sol quiere representar el horror por la vía de poner las batallas en escena, por mostrar los cuerpos dolientes, por hacer llorar de modo desconsolado a sus personajes, por dar cuenta de que la guerra puede destruirte la vida al punto de quitarte para siempre la posibilidad ya no de soñar sino incluso de dormir. No obstante, tal forma de representación se siente apenas como un barniz, como un recubrimiento superficial y sobre todo artificial de una realidad espantosa que supera la imaginación más retorcida. ¿Cómo dar cuenta de todo ello sin filmar solo la superficie de una puesta en escena cinematográfica?
Esa es la pregunta que queda rondando después de ver esta película fallida que, a fuerza de buscar el realismo a cada instante, logra que todo parezca falso.