La ciudad de Valparaíso es un eterno naufragio. Para habitarlo y experimentarlo hay que saber de resiliencia y resistencia desde el nacimiento.
Por Paola Avaria Vera
Con lo anterior, considerando además que la ciudad de Valparaíso nunca ha sido fundada, no es difícil comprender que es la resiliencia del ser porteño la que precisamente construye a la ciudad dentro de un imaginario de resistencia simbólica.
Habiendo sido la capital comercial y financiera de Chile durante el siglo XIX, y centro de transacciones del océano Pacífico sur, fue en Valparaíso donde se instaló la primera sede del Congreso Nacional. Donde se formó el primer cuerpo de bomberos del país luego de un gran incendio. También donde se instaló el primer telégrafo en América Latina, la primera compañía de seguros, el primer sistema de alumbrado público. Y el primer canal de televisión, la primera empresa telefónica y la primera institución de educación secundaria pública: el actual Liceo Eduardo de la Barra, entre otros precedentes.
Pensar Valparaíso como una permanente trinchera, es lo que hace del puerto una ciudad de avanzada en su persistencia por superar constantes adversidades logrando en muchos pasajes históricos ser pionera. La costumbre de la reiterada pérdida de tantos logros importantes y queridos es, sin duda, la motivación que infunde en sus habitantes el valor de persistir en recobrar lo perdido.
Por eso, cuando hace cincuenta años Pablo Neruda y, el entonces alcalde de Valparaíso, Sergio Vuskovic inauguraron la primera Bienal Internacional de Arte de Valparaíso, era clara la intención de defender a la ciudad, su destino y sus habitantes. En especial a través de la revalorización y visibilización del arte local, pero también brindándole un espacio a la par en el escenario del arte nacional e internacional.
La Bienal transformaría a Valparaíso en un polo cultural, donde las más actualizadas propuestas nuevamente llegarían a ella, al unísono de las ideas más vanguardistas que de ella emanarían al mundo. Es decir, este evento le brindaría foco y proyección a la ciudad de Valparaíso ante Chile, Latinoamérica y el mundo.
Más allá del gesto, la Bienal se convertía en una ingeniosa operación política pero también estética, basada en una de las máximas primordiales del gobierno de la Unidad Popular y del presidente Allende: la solidaridad.
En tanto operación política, Neruda y Vuskovic comprendieron que su figuración política les permitiría ubicar rápidamente a Valparaíso en un escenario cultural latinoamericano. Esto permitiría devolver al puerto al camino del ascendente progreso que había perdido al finalizar la construcción del Canal de Panamá en 1914.
Acunada a partir del Comité de Defensa y Desarrollo de Valparaíso -una organización fundada en 1970 y presidida por el vate Neruda-, la Bienal nacía a partir de este órgano como una estrategia planificada para el bienestar y progreso económico de la ciudad puerto.
Como operación estética, esta gestión generaría naturalmente futuras políticas públicas culturales para la ciudad. Durante el período allendista, dichas políticas aún estaban en creciente debate. Pero el hito de la Bienal sería crucial para afianzar al puerto como centro artístico y cultural, amén de los logros obtenidos por la institución del arte en otras ciudades de Chile. Así sucedía en la capital, gracias a lo cual numerosos artistas chilenos ya habían adquirido importante notoriedad en el ambiente sudamericano y mundial desde las décadas de los años 50 y 60.
No obstante, el mayor rédito recaería en el surgimiento y fortalecimiento de una visión socialista, que a través de la mirada de los artistas visuales se podría concretar. En otras palabras, Neruda y Vuskovic entendían que, históricamente, siempre habían sido los artistas los llamados a influenciar y formar -a nivel político, social y estético- la visión de una nación para sí y ante el resto. Especial mención merece aquí la constante presencia del Carlos Hermosilla, el destacado artista y grabador porteño quien diseñara el afiche de la primera Bienal.
Hoy, cincuenta años después, la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso se dispone a continuar con ese propósito. Una vez más, esta causa se llevará a cabo de la mano y con el respaldo de una alcaldía, cuya hipótesis de obra es muy similar a la del ex alcalde Vuskovic y, por ende, del gobierno solidario de Allende. Se trata de respetar la voz de la ciudadanía porteña mediante la restitución de un hito cultural.
Mientras que el programa básico del gobierno de Allende se cimentaba con la constitución y el ejercicio del poder popular, hoy la alcaldía ciudadana de Valparaíso otorga voz a doce mesas culturales que gestionan proyectos participativos tendientes a enriquecer el quehacer cultural de la ciudad.
Esta alianza entre el organismo municipal, la ciudad, los territorios y su población, es la fórmula que también buscaba canalizar un desarrollo participativo y democrático para sus protagonistas a principios de los 70.
Bajo decreto alcaldicio, y en conjunto con el Departamento de Cultura de la I. Municipalidad de Valparaíso, la Mesa de las Artes de la Visualidad es levantada y conformada por artistas locales y trabajadores del arte residentes en la ciudad puerto que, en comunión con otras instituciones locales -como el Museo de Bellas Artes de Valparaíso Palacio Baburizza, el Parque Cultural de Valparaíso Ex Cárcel-, han incidido, decidida y directamente, en la recuperación de la Bienal Internacional de Arte de Valparaíso (BIAV) cancelada durante el período del alcalde Pinto en 1994.
Afortunadamente, el archivo histórico y documental fue resguardado indirectamente por la municipalidad porteña. Al ser rescatado será posible constituirlo en la piedra refundacional desde la cual se levantará la arquitectura de la recobrada Bienal, permitiendo instalarla como una bienal de utilidad pública que estará al servicio de la comunidad, tal como postulaban sus fundadores y sus actuales organizadores.
Con una buena recepción por parte del equipo municipal encargado de esta preservación, es que expertas en archivo del Ministerio de las Culturas han ofrecido su colaboración en el tema. El Equipo Municipal -parte importante de la Comisión Bienal- ha recibido con una muy buena disposición esta importante colaboración.
Luego de once capítulos desarrollados entre 1973 y 1994, la Bienal retomará su camino interrumpido el próximo año 2024 para el bienestar del arte en la zona, en Chile y en el continente.
En su 12° versión, la BIAV se edificará como un referente para los llamados pueblos abandonados, para las comunidades aún marginadas por el centralismo, para los territorios y para los náufragos que todavía resisten en la ciudad que nunca ha sido fundada. Porque, por último, sólo se habita en la ciudad del viento si se comprende que “no hay relaciones de poder sin resistencias”.