Esta semana debutó en el Festival de Cine de San Sebastián “El lugar de la otra”, la nueva película de Maite Alberdi, su primer trabajo de ficción tras una elogiada carrera en el cine documental.
El filme es parte de la selección oficial del certamen europeo, uno de los más importantes del mundo, y también candidata en representación de Chile en los próximos Premios Goya y Óscar.
Las expectativas, por lo mismo, son altas: en 2023, Alberdi ganó el galardón español a la Mejor Película Iberoamericana con “La memoria infinita”, mientras que en 2021, en la instancia de la Academia de Hollywood, fue nominada por “El Agente Topo” en la categoría “Mejor Documental”.
Esta vez, el panorama es distinto. Se trata no solo de su debut en ficción, sino también de la primera adaptación cinematográfica de su carrera, reinterpretación de un relato de la escritora chilena Alia Trabucco Zerán (publicado en “Las homicidas”) referido a la también escritora local María Carolina Geel (Francisca Lewin), uno de los nombres más enigmáticos de la literatura chilena.
“El lugar de la otra”: Del mito de María Carolina Geel al viaje interior de Mercedes
La historia se remonta al Santiago de 1955, cuando Geel es detenida luego de asesinar a su amante en uno de los salones del Hotel Crillón, lugar de reunión de la elite chilena, a vista y paciencia de los acaudalados de la época.
Por la amplia cobertura mediática, y por las características mismas del crimen, el caso se vuelve un escándalo y un debate nacional: mientras algunos piden cárcel para la asesina confesa, otros buscan explicaciones y especulan sobre los móviles del ajusticiamiento. Dicha tarea recae en el fiscal a cargo del proceso (Marcial Tagle), quien junto a Mercedes (Elisa Zulueta), su actuaria y secretaria, intentan dilucidar qué pasó por la mente de la autora al momento del ataque.
En la investigación (impulsada bajo los estereotípicos estándares de la época, por supuesto), Mercedes se pone en el “lugar de la otra”, literal y metafóricamente. Primero, para entender el atentado de Geel a quien fuera su pareja. Y luego, para experimentar in situ la vida en libertad de la célebre escritora, dueña de sus pasos como pocas mujeres podían serlo en los cincuenta.
Con las llaves del departamento de María Carolina en su poder mientras la escritora cumple presidio en un recinto religioso, Mercedes, madre de dos adolescentes y esposa de un fotógrafo amateur, machista y mediocre (Pablo Macaya), encuentra allí un espacio impensado: un lugar para sí misma, donde puede leer, maquillarse y olvidar durante algunas horas su rol de madre. La sensación de libre albedrío, para Mercedes, se vuelve una adicción. Una droga y una salida.
Pero en ese camino hacia sí misma no sólo la acompaña la estela literaria de Geel, sino también su cosmovisión y sus influencias artísticas; sus conexiones con la elite, con el círculo literario santiaguino y, en definitiva, con el poder. Porque “El lugar de la otra”, además de una película femenina y feminista, también oculta una historia de poder.
En días en que el “Caso Audios” capitaliza las portadas de medios locales, la arista del “privilegio” salta a la vista como un rasgo común de la sociedad chilena, intrínseco incluso para sus mitos literarios. El filme, casi sin pretenderlo, también se hace cargo de cómo opera la justicia cuando los sesgos de clase y las cartas al presidente (no existían chats de WhatsApp en la época), están de tu lado.
“El lugar de la otra”: ¿Dónde está Maite Alberdi?
A pesar que la historia se centra a veces majaderamente en el autodescubrimiento de Mercedes, uno de los méritos del filme es su genuina aproximación a la figura y obra de María Carolina Geel, así como a sus lazos literarios y hasta cósmicos con nombres como María Luisa Bombal y Gabriela Mistral, acaso la verdadera protagonista no acreditada de la trama.
Los destellos de la clásica novela chilena “Cárcel de Mujeres”, escrita por la autora en sus días de detención, ilumina la pantalla como el resplandor de un tesoro oculto que los espectadores con ganas de más sabrán apreciar una vez terminada la película, tal como otras referencias similares que abundan en la historia y que ayudan a entenderla.
Pero, ¿dónde está Maite Alberdi? ¿Dónde habita, acaso, la mirada insigne de la documentalista? Como suele ocurrir en el buen cine, la respuesta no es obvia ni evidente, y tampoco se explica en un racconto. El momento, sin embargo, ocurre casi al final, y destaca como uno de los pasajes mejor logrados del filme. (No: Alberdi no aparece en forma de cameo y tampoco físicamente. Dijimos que no sería obvio).
¿Por qué Geel nunca explicó las razones del crimen? ¿Por qué lo perpetuó en el Hotel Crillón, a vista y paciencia de la elite santiaguina? ¿Fue un arrebato o un acto calculado? ¿Fue, acaso, un “homenaje literario” como esbozaron sus cercanos? Ninguna de estas preguntas queda del todo resuelta en los 89 minutos de “El lugar de la otra”, y quizás este sea otro de sus logros. María Carolina Geel, en rigor, es aquí un destino y un espejo, donde no todas estarán dispuestas a mirarse en él.
¿Te pareces más a María Carolina o a Mercedes? ¿”Team Libertad” o “Team Convención”? La respuesta, y el reflejo, puede ser sincero y desolador. Cuidado.