Los muertos de esta sociedad, la actual, pareciera que son una mercancía: un nuevo recurso a explotar. Desechables. Un síntoma de una sociedad que, paulatinamente, pierde su memoria, su identidad y espiritualidad. Y el Cementerio General de Santiago no escapa de eso.
Cementerio General de Santiago
El Cementerio General de Santiago fue inaugurado por Bernardo O´Higgins en 1821. En una superficie de 86 hectáreas, contiene un patrimonio histórico, arquitectónico, artístico y medioambiental único.
Casi todos los presidentes de Chile están sepultados allí (salvo excepciones como Sebastián Piñera). Hay esculturas de Rebeca Matte, Tótila Albert, José Perotti, Laura Rodig, Samuel Román, Lily Garafulic, Marta Colvin y Mario Irarrázabal, entre otros.
La arquitectura en el Cementerio General es un gran tema, con los más variados estilos, con ejemplos notables. Destacan diseños, entre otros, de Tebaldo Brugnoli, arquitecto que habría diseñado unos 180 mausoleos.
El Cementerio es un verdadero parque: un pulmón de la capital.
Patrimonio protegido
El Cementerio General de Santiago, luego de un gran trabajo y gestión del arquitecto Tomás Domínguez Balmaceda, tiene un polígono protegido como Monumento Histórico. Éste considera la parte más antigua del cementerio. A este se debe agregar el Patio 29, que recuerda a los asesinados en dictadura.
En este polígono se concentra buena parte del patrimonio antes mencionado, como grandes personajes sepultados, arquitectura y arte.
Negligencia y decadencia
La decadencia del Cementerio es evidente. La basura, la falta de riego y mantención de la vegetación, la paulatina ocupación de calles y avenidas con tumbas, son solo una muestra.
Hace años hay una verdadera plaga de árboles muy invasivos que están rompiendo pavimentos y, mucho más grave, tumbas y mausoleos. La administración nada hace.
Por otro lado, después de los graves daños sufridos por el terremoto del año 2010 (muchos heredados del terremoto de 1985, cuando tampoco se hicieron todas las reparaciones como correspondía), siguen restos humanos a la intemperie. Mausoleos gravemente dañados o colapsados. La administración nada hace.
Y luego, están los robos. No solo son los que se conocieron como parte del “Caso Schüler”. Ese es solo la punta del iceberg, porque los robos superan ampliamente lo comprado por el empresario. Se debe tener en cuenta que los robos de obras de arte o con valor patrimonial son, casi todos, por encargo, alentados por un poder comprador. (Salvo los que se pueden vender “por kilo”).
Patio 101
El patio 101 queda, entrando por calle Recoleta al Cementerio, al costado izquierdo. Es un lugar que empezó a construirse hace más de 60 años.
De acuerdo a un catastro realizado por el arquitecto Tomás Domínguez Balmaceda, en dicho patio se ha estado realizando un verdadero saqueo. Lo sustraído no son obras de arte, objetos patrimoniales. Son robos para vender por kilo. Robos donde los intermediarios, los reducidores, son fundamentales.
Las cifras son devastadoras:
111 mausoleos, 29 puertas, 27 vitrales, 55 cerraduras, 2018 manillas de bronce.
(hasta el 9 de septiembre)
Recorrer el Patio 101 es desolador. Los daños son evidentes, saltan a la vista. Mausoleos con puertas abiertas, violentadas, rotas. Con el vano abierto ahí donde hubo un vitral. O con el vitral lo suficientemente roto como para poder sustraer algo que se pudo vender por poco. Porque si en los robos de objetos de valor o patrimonial es importante identificar a las personas que los encargan, en estos robos son fundamentales los reducidores.
A eso se agrega basura, algún vagabundo durmiendo en algún rincón, y tanto más. Por ejemplo, en el Cementerio General de Santiago hay lugares acondicionados para pernoctar. Otros -de manera irregular- han sido habilitados como bodegas.
El Cementerio General tiene algunas cámaras de seguridad, pero estas han dejado de funcionar cuando se han producido robos. También cuenta con menos guardias que antes, a pesar de que hoy las exigencias son mayores (tanto por los robos como por la gente que pernocta -de manera irregular-, además de quienes van a consumir alcohol y drogas).
El deterioro del Cementerio General de Santiago, tanto por su propia condición como por su valor histórico, arquitectónico, artístico y medioambiental, es inaceptable. Las autoridades que, desde hace décadas, hacen vista gorda son demasiadas. En primer lugar, su propia administración (la Municipalidad de Recoleta), para continuar con el Consejo de Monumentos Nacionales, el Mincap, las policías, etc. Y todo esto sin olvidar las exhumaciones ilegales y los restos humanos a la intemperie desde el año 2010.
Esperamos estas situaciones sean abordadas con responsabilidad.