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Gobierno de Milei aplica motosierra al cine argentino: ajuste de subsidios genera preocupación en sector audiovisual. Decreto 662/2024 recorta financiamiento, exige 50% de financiamiento propio en proyectos y limita acceso a créditos. Se cuestionan desmanejos en fondos de Incaa. Se destaca bajo consumo de producciones nacionales en salas. Expone debate sobre financiamiento y éxito comercial. Ejemplo con "Camuflaje" evidencia desafíos y circuito de exhibición alternativo. Cambio en cuota de pantalla y arbitraje comercial.

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El gobierno libertario sumó el descontento del sector audiovisual en su batalla cultural. Cómo se financia el cine en el país vecino y el porqué del temor a un apagón de las películas independientes.

En el marco de su batalla cultural, el gobierno de Javier Milei aplicó su insigne motosierra al cine argentino, uno de los más reconocidos en festivales y salas del mundo. De hecho, Argentina es el único país de Latinoamérica con dos premios Óscar a mejor película internacional. Bajo el lema de que “no se subsidiarán más películas sin espectadores”, el sector audiovisual observa hoy con preocupación las fuentes de trabajo y una parálisis en los niveles de producción.

Originalmente planteado desde la Ley Bases, pero logrado finalmente en el decreto 662/2024, la administración de Milei justificó el fuerte ajuste ante los supuestos desmanejos de los fondos a cargo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), hoy intervenido por el economista Carlos Luis Pirovano y hasta diciembre de 2023 bajo el cuestionado liderazgo de Luis Puenzo, director de la oscarizada “La historia oficial” (1985).

El Instituto, además de apoyar la difusión del cine argentino, gestiona la escuela Enerc, la plataforma on demand Cine.AR Play (y su canal de televisión), el prestigioso cine Gaumont y los espacios Incaa en todo el país, el mercado Ventana Sur y el festival internacional de Mar del Plata, único de categoría A -como Cannes y Venecia- en Latinoamérica.

A partir del decreto, las producciones argentinas que ahora aspiren a un subsidio deberán conseguir financiamiento propio por, al menos, el 50% de su proyecto. También se dispuso que las productoras que hayan pedido un crédito, una vez terminado el proyecto, no puedan volver a solicitar recursos públicos durante el siguiente año. Esto para conseguir, según la nueva reglamentación, que las erogaciones destinadas para gastos corrientes, de estructura y funcionamiento no superen el 20% de los ingresos del Incaa.

Ganándose el rechazo generalizado del sector audiovisual (ya son célebres los cruces televisivos y en redes), el gobierno de Milei expuso cuestionamientos a la forma de financiamiento del cine nacional.

Aunque está instalada erróneamente la idea de que el Estado financia el cine, en realidad es el propio consumo del cine el que incentiva su producción en Argentina. El Fondo de Fomento Cinematográfico (FFC, establecido en la Ley N° 24.377 de 1994), uno de los bastiones en disputa, está conformado por:

1. Impuesto del 10% sobre el precio básico de las entradas de cine, en cualquier ámbito. Por lo que cualquier espectador, con su ticket, aporta a la misma industria.

2. Impuesto del 10% del precio de venta de “videogramas grabados” (DVD o Blu-ray, hoy un mercado casi inexistente en Argentina). Se llegó a analizar que impactara también -como en Francia, una de las mecas del cine- en las plataformas de streaming, la principal forma de visionado. Sin embargo, no prosperó.

3. El 25% del total de las sumas efectivamente percibidas por el Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), a partir del impuesto a la facturación de los canales de TV y servicios de cable por usar el espectro radioeléctrico.

En 2023, se vendieron 43 millones de entradas en Argentina -el mejor año pospandemia-, pero apenas el 10% del total fue para estrenos nacionales.

Según dijo el gobierno de Milei, las cifras del año pasado reflejan que el Incaa subsidió más de 100 filmes que reunieron menos de 1.000 espectadores durante su periodo de exhibición en salas. En detalle, hubo respaldo a 12 películas que captaron a menos de 100 espectadores; hubo una que logró vender cuatro entradas y otra apenas cinco. Estas 100 producciones representaron el 50% de los 236 proyectos financiados el año pasado.

El vocero presidencial Manuel Adorni citó esta semana el caso de la película documental “Camuflaje” (2022), quizá el mejor ejemplo para entender cómo funciona el circuito del cine cuando no tiene figuras de convocatoria asegurada como Ricardo Darín (“Relatos salvajes”) o Guillermo Francella (“El robo del siglo”) y/o estudios de peso como Disney, Warner, Universal y Paramount, que además de presupuesto allanan fácilmente el camino para la exhibición masiva en las cerca de mil pantallas que tiene el país trasandino.

“Hace algunos años, los jinetes del fracaso festejaban agrandar el peso del Estado, en desmedro del esfuerzo de los argentinos”, dijo el portavoz oficial destacando el cambio de los requisitos de acceso a los subsidios del Incaa “para dejar de financiar películas que sean fracasos comerciales”.

Y ¿cómo se sabrá si una película no tendrá espectadores sin mostrarla al público?

En Hollywood existen las fórmulas probadas de “éxito” en números, pero no siempre funcionan como se esperan y hay excepciones a la norma.

“Cuando acecha la maldad” (2023), de Demián Rugna, se convirtió en la película de terror más convocante de la historia de Argentina con más de 312 mil espectadores, pero fue el “boca a boca” del público el que la instaló, ya que antes de su estreno nadie se imaginaba semejante suceso. Después, Netflix la promocionó intensamente al sumarla a su catálogo. Un circuito que no se limita a la sala y crece en cada una de sus ventanas.

Cuando acecha la maldad
Shudder | Netflix

Vamos a otro caso interesante para analizar en la lógica de la nueva política. En su paso por la pantalla grande, el documental “Camuflaje”, dirigido por Jonathan Perel, vendió 15 entradas según la información brindada por el Incaa en su ranking de películas con estreno comercial y replicada por el gobierno. Pero el Incaa no contabiliza los tickets cortados en el circuito alternativo ni los más de 30 festivales en distintos países, incluyendo Berlinale (Alemania) y Viennale (Austria). Tampoco su llegada al streaming y en televisión en épocas donde muchos estrenos, inclusive los “taquilleros”, arriban directamente en Netflix, una plataforma de múltiple alcance en latitudes, pero que rara vez muestra las cifras reales de visionado.

Cineastas y productores tienen claro que no es posible filmar una película solamente con el apoyo del Incaa y dependen siempre de otras formas de financiamiento. “Camuflaje” es uno de los ejemplos.

Camuflaje, película argentina
Camuflaje

Según precisó el productor Pablo Chernov al portal especializado Otros Cines, este largometraje recibió del Incaa 2.200 dólares -al cambio de hoy- entre 2017 y 2022 en varias cuotas (con detención de por medio por la pandemia), una cifra que podría resultar intrascendente ante el resultado cosechado: 33 festivales, estreno en un amplio circuito alternativo, exhibición en televisión y en poco tiempo disponibilidad gratuita por la plataforma online Cine.AR Play.

Otra novedad reciente del Incaa mileísta es el arbitraje para definir la cuota de pantalla, ahora decidida por el presidente del ente según criterios comerciales.

Desde 2018 se había permitido el cumplimiento de la cuota por mitades, es decir, que se podía optar por proyectar una película nacional en la mitad de las funciones de una sala, en una semana, para asegurarle visibilidad y algo de permanencia cuando enfrenta en su estreno a tanques de animación y superhéroes que concentran las funciones.

Aunque existía la normativa, no era de habitual cumplimiento en la práctica, ya que era más barato pagar la sanción con lo recaudado por programar más horarios de la última de Marvel.