En el Persa Bío-Bío, en esos laberínticos de galpones, hay varios locales que venden imágenes de Pinochet, como fotos o una botella de vino en homenaje al dictador, alguna figurita de Hitler, insignias, cascos y uniformes nazis.
Honrar criminales
Estos objetos, salvo quizás contadísimas excepciones, no son de colección, no tienen ningún valor histórico, ni son testimonio de esas épocas. Son, la mayoría, objetos nuevos, hechos recientemente, réplicas de dudosa calidad. Más bien parecen objetos para glorificar épocas oscuras, siniestras tanto para el mundo como para Chile, para honrar crímenes y criminales.
La exhibición y venta de estos objetos no solo atenta, a mi juicio, contra la verdad, la historia. Son, también y ante todo, una agresión para los cientos de miles, millones de víctimas (entre asesinados, torturados, exiliados, exonerados, relegados y tanto más).
Es cierto, estas cosas están mezcladas, por ejemplo, con antigüedades, indumentarias y condecoraciones militares diversas o con miniaturas de animés japoneses. Se exhiben junto a miles de otros objetos, como antigüedades, muebles, libros, cuadros, artículos electrónicos, videojuegos, etc. Como si fueran cosas similares. Pero eso es más grave, porque permite que se normalice su presencia en espacios públicos, como cosas cotidianas, banalizadas, sin el contexto adecuado -y necesario- que explicite quiénes fueron Pinochet, Hitler y el nazismo.
(¿Qué hace Marilyn Monroe entre los dos?)
Pinochet y Allende
En Constitución, este verano, también vendían una foto del dictador, de Pinochet. Para hacer, aparentemente, la situación más “aceptable”, estaba al lado de una de Salvador Allende. Pero, a mí juicio, eso empeora la situación, porque Allende, transformado en héroe por unos y villano por otros, independiente de la postura de cada cual fue democrático, como afirmaba Arturo Fontaine, ex columnista y director durante la dictadura de El Mercurio (Ver el documental Chicago Boys). Salvador Allende no montó organizaciones criminales cono parte del Estado chileno, no mandó a asesinar, hacer atentados terroristas en el extranjero ni a torturar, entre otros delitos. Y no fue Allende el que sacó del país millones de dólares de dudosa procedencia. Se puede estar en contra de las ideas e incluso detestar a Allende, pero no es comparable, en estos ámbitos, con Pinochet.
(Vale mencionar que, a la salida del Metro Universidad Católica, al costado del GAM, hace unos meses también vendían una figurita de Hitler).
Límites y valores difusos
En un mundo donde los límites se diluyen, resulta preocupante que valores básicos -como son el respeto de los Derechos Humanos- se vean relativizados, muchas veces en función o tratando de justificarlo en la libertad personal, individual. El problema es cuando esa libertad personal desconoce la Historia, los hechos. Y esto, por supuesto, debiera ser para todos los dictadores, para todos los criminales. Incluidos tantos otros que hubo en el s XX, como varios actuales.
(En este sentido, agradezco no haber visto imágenes de, por ejemplo, Stalin y la URSS).
Parece, por decir lo menos, contradictorio que, mientras tantos apoyan la destrucción de mausoleos, “memoriales”, “animitas” y “altares” realizados en homenaje a narcotraficantes, se permita la venta de objetos que rememoran dictadores e ideologías totalitarias y racistas, que causaron tantas muertes, masacres y genocidios, que desplegaron un odio sin límites.
En tiempos en que se vuelven a activar el negacionismo (por ejemplo, sobre el Holocausto) y el antisemitismo, cuando se permiten masacres y el genocidio en Gaza, es agresivo que se vendan estos símbolos del horror.
Tolerancia y salir del clóset
Muchas veces grupos y personas que promueven ideas racistas, homofóbicas, supremacistas o religiosas excluyentes, invocan a la tolerancia. Plantean de manera cínica que se debe ser tolerantes con sus posturas intolerantes. No debiera ser así, porque la intolerancia atenta contra sociedades tolerantes.
Toda sociedad debe establecer límites de convivencia, un marco que permita el respeto de las personas sin agredir o menoscabar a otras. En los últimos años, en Chile como en muchos lugares del mundo -en especial en Europa- millones de personas han salido del clóset para expresar sus ideas poco o nada aceptables en una sociedad democrática. Esas personas, en la medida que promueven sus ideas, atentan contra la democracia. Son personas que creen en estados autoritarios, en dictaduras.
Quien alaba a dictadores y a criminales deben ser considerados un peligro para la sociedad. O, al menos, debiera encender las alarmas para poner atención en lo que está pasando y lo que puede suceder a futuro.
No todo es blanco o negro…
Sí, no todo es blanco o negro, a veces es negro sobre negro en ese mar de colores y sabores que en muchos rincones es el Persa de Franklin.
Además de vender estas imágenes de dictadores y nazis, hay armas blancas, como cuchillos tipo “comando” que, de manera evidente, no sirven para usos domésticos. También, en plena avenida Santa Rosa, se vendía un video pornográfico de zoofilia. Además, había no pocos artículos de dudosa procedencia -sospecho que varios eran robados-, como algunos cuadros que, posiblemente, eran copias o falsificados, y libros pirateados, entre otras cosas.
Quizás, si uno juntara todas estas últimas cosas, Hitler y Pinochet estarían en un contexto adecuado, y los sanos límites que la sociedad debe poner podrían empezar a estar más claros.