Por Carlos Salazar
Universidad Academia de Humanismo Cristiano
La conversación que ha generado la propuesta del economista Sebastián Edwards -sobre desterrar a las humanidades del circuito de becas Chile a favor de las ciencias duras- ha sido provocadora en ambos mundos.
Tanto la academia como la comunidad científica han expresado su postura sobre los dichos del economista y escritor sobre la importancia institucional que deberían tener -a su juicio- áreas del conocimiento como la sociología, la filosofía, la antropología, las artes y la literatura:
Investigadores del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) advirtieron, por ejemplo, que el aporte de las HACS (Humanidades, artes y ciencias sociales) en la investigación científica y técnica tiene un impacto clave en el desafío de avanzar en una transición social justa, el desarrollo de nuevas industrias y aspectos urgentes para el planeta como el cuidado del medio ambiente o la investigación sobre el cambio climático.
En una carta colectiva, plantean que, sin la participación de investigadores de las humanidades, invariablemente el desarrollo de una industria de tecnologías “renovables” será influida por criterios de mercado que no necesariamente atenderán los requerimientos de la población ni el cuidado del medio ambiente.
El fortalecimiento interdisciplinar de las ciencias sociales y exactas como respuesta a un enfoque precarizado de las humanidades es propuesto como un nuevo punto de inflexión que genera espacios más robustos para la generación de producción académica y avance tecnológico, recomienda el sociólogo Fernando Cofré.
El académico, también licenciado en Sociología de las Artes, cree que el trabajo de las Ciencias Sociales y las carreras de humanidades exige abordar la interdisciplina como aspecto formativo clave para el futuro de las sociedades, en diálogo también con las pedagogías o las ciencias, por ejemplo. Destaca la popularización de campus creativos que reúnen a estudiantes de carreras de ámbitos diferentes en espacios comunes, la innovación curricular y de asignaturas electivas que cruzan ambas fronteras en universidades más jóvenes.
“Los espacios de encuentro disciplinar son una oportunidad donde las humanidades se pueden ver enriquecidas a través de diálogos que permiten intercambiar y no solo acumular experiencia o conocimiento”, plantea respecto a las ventajas de la interacción entre carreras de facultades de ciencias, artes, pedagogías o humanidades.
Cofré reconoce, al mismo tiempo, un conflicto recurrente en el que las disciplinas más hegemónicas intentan subordinar a las humanidades, las ciencias sociales y las artes:
“Se intenta correr el cerco del desarrollo tecnológico desde dimensiones de la vida más material que buscan tener un espacio mayor que, curiosamente, es validado solo por sí mismas”, define sobre un “enfrentamiento” entre ambos espacios del conocimiento como síntoma de sociedades que parecieran no entender que la idea del desarrollo humano va íntimamente aparejada al de las Ciencias Sociales.
“Quienes tratan de tensionar esa dinámica y su discurso de subordinación de las Ciencias Sociales actualizan permanentemente estos argumentos tratando de instalar una crisis del proyecto civilizatorio de la modernidad, sumando otras crisis en el medio ambiente, los sistemas políticos y otras que aparecen cada cierto tiempo con fuerza”, agrega.
Cofré recomienda poner atención a experiencias como el Centro de Investigación para el Desarrollo Comunitario (CIDECO), en el que estudiantes de sociología y trabajo social abordan aspectos económicos, sociales y de salud mental realizando catastros y registros sobre las percepciones de jefas y jefes de hogar en comunas del sector sur de la capital como insumo relevante para otras definiciones científicas en materia estructural estadística y financiera.
El colectivo de científicos del CR2, por su parte, reiteran la importancia del arte, la historia, la filosofía y la literatura para imaginar y crear la tecnología a partir de un relato que proyecta futuros alternativos donde aplicar el conocimiento. “El sentido que pueda tener la ingeniería en tiempos de crisis se inicia con una reflexión humanista”, declaran.
Una nueva caja de herramientas para las humanidades, artes y ciencias sociales
Existe un contexto mayor en el cual las preferencias académicas y vocacionales vinculadas a las humanidades también luchan contra los efectos de este enfoque reduccionista, propuesto por quienes relegan a las humanidades desde otras disciplinas. Se da así una crisis estructural en la que se les asigna poco valor social y económico a la labor docente, artística y las ciencias sociales. Una creencia que se rigidiza aún más durante la pandemia y sus secuelas en las últimas tres generaciones formativas, estima el decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Rodrigo Gangas.
“Hemos observado en los últimos años que las deudas de la sociedad se reflejan también en el mundo académico y con mucha fuerza en sus principales afectados, que son los estudiantes. También arrastra consigo a disciplinas que forman parte del ámbito de la ciencias sociales, especialmente, y también a las pedagogías, lo que se refleja en un fuerte descenso por estas preferencias por parte de los jóvenes”, afirma Rodrigo Gangas.
Actualmente y dentro de lo venidero, el cientista político reconoce el interés de las casas de estudio por tender al desarrollo de nuevos profesionales de las humanidades, las ciencias sociales y las artes a través de un trabajo formativo anclado en lo interdisciplinario. Proyectos formativos que reúnan programas curriculares con cátedras comunes sobre temáticas como interculturalidad, género, una sensibilidad especial sobre los efectos del cambio climático, la defensa de los derechos humanos y otros conocimientos que pueden colaborar en el andamiaje requerido para un enriquecimiento bidireccional.
Estos desempeños del profesional del Siglo XXI, exigen una caja de herramientas de alcances profundos que abren la puerta a un diálogo directo entre disciplinas, lo que se traducirá en una oportunidad para establecer puentes entre la diversidad de las ciencias sociales, las humanidades y las artes a través del incentivo de la investigación, el mutuo apoyo interdisciplinar y otros puntos clave que permitan responder a nuevos escenarios y crisis.
“Es necesario comprender que la respuesta debe ir más allá del trabajo de una sola casa de estudios. Ese accionar implica una perspectiva más sistémica e integral, que tiene que ver con el sistema educativo en general. La intencionalidad debe ser, más que trabajar y estar preocupados sólo por aumentar la matrícula, ocuparse institucionalmente de entregar una formación interdisciplinar que conecte con los tiempos actuales y con lo que la sociedad demanda a sus futuros profesionales”, señala Rodrigo Gangas.