Ayer se presentó, en el marco del Festival Teatro a Mil, Nube, obra de danza contemporánea dirigida por José Vidal.
El título podría decir todo o, al menos, parte de los desafíos que aborda la obra: representar durante una hora diversas nubes y sus movimientos básicamente con cuerpos, música e iluminación. El resultado es sorprendente.
Minimalismo
Nube, de manera acertada, opta por un encuadre alargado, casi cinematográfico, que elimina las piernas, el suelo. Es solo aire.
La obra juega subiendo y bajando dos telones, uno inferior y otro superior, puestos adelante del escenario. Así, genera escenas más altas o más bajas (siempre manteniendo el ancho del escenario), las que pueden ir más arriba o más abajo.
Eso no solo permite ir cambiando escenas, sino dar la sensación que se miran distintas partes del cielo. Nubes que están más alto o más bajo, o detrás de cerros, el mar, el horizonte del desierto.
Por otro lado, en escena, además de los cuerpos de los 14 performers, solo hay “humo” (o, más bien, neblina) y un notable juego de luces. Luces que van desde el blanco, el gris, hasta llegar a azules. Pasando por amarillos y rojos. Las luces, su potencia como sus colores, son centrales para darle contexto a los cuerpos-nubes. Muy bien manejadas.
Cuerpos y música
Los cuerpos están cubiertos por vestuarios blancos, con partes transparentes, muy livianos, casi vaporosos. Ellos se mueven aparentemente libre, pero es el viento -representado por la música- el que los conduce. De manera individual, en diversos grupos que se arman para desintegrarse y volver a reagruparse, o como un todo.
La música juega un rol central. Es el viento, lo que mueve y da vida a las nubes, a los cuerpos-nubes que están en escena.
¿Cómo representar nubes en una obra de danza durante una hora? La respuesta está en esta obra. Son una infinidad de nubes, diversas en sus consistencias, colores y formas de ser movidas por el viento.
Nube parte con un largo momento para inducir a la observación. A la contemplación. Invita a entregarse y maravillarse. Y no es difícil hacerlo, porque la belleza visual y la maestría individual como colectiva de las personas en escena atrapan.
Nube puede remitir o relacionarse a muchas obras artísticas, como la pintura abstracta o el arte textil. Con paisajes de Turner, Delacroix, pintura neoclásica como simbolista. Con arte cinético y lumínico. Esos cruces -tan personales- dan resonancia y capas de lectura, emocionales, de memoria, a la obra.
Hay obras -no muchas- que tienen el valor y la virtud de cambiar a las personas que las ven. De marcarlas. Nube, para muchos, será una de ellas.
Es muy probable que, después de Nube, no volvamos a ver los cielos de la misma forma. O que nos veamos estimulados a ver las nubes como cuando éramos niños, solo que en vez de buscar personas, animales u objetos en sus formas, descubramos maravillosas coreografías y hermosos cuerpos viviendo en ellas.
Nube
Dirección: José Vidal
Asistentes: Ioanna Kerosopoulou, Loreto Leonvendagar
Performers: Bruno Torres, Francisca Concha, Jorge Olivera, Maira Aldana, Marahui Cárdenas, Marcel Torres, Matías Castro, Matthias Chacón, Natalia Bakulic, Melissa Briones, Raffaella Di Girolamo, Pedro Drapela, Rommy Rojas, Vivian Odeth Moreno, Yanara Salinas
Diseño sonoro: Andrés Abarzúa
Diseño lumínico: Julio Escobar
Vestuario: SISA (Alejandra Cruz, Trinidad Rodríguez)
Producción: Antonia Cea, Catalina Avaria
Coproducción: GAM – Kampnagel 2023
Colaboran: Ceina, Nave, Departamento de Teatro Universidad de Chile, Academia Pulso