Por Patricio Olivares Valenzuela
Académico
Universidad Católica Silva Henríquez
El “fenómeno ChatGPT” (Sistema de chat por Inteligencia Artificial GPT-3), no solamente asombra por el avance tecnológico que representa, sino que también genera suspicacia y (por qué no) algo de miedo.
Desde pequeños hemos visto en la literatura y el cine, finales apocalípticos del mundo que conocemos, en donde la especie humana se ve amenazada o destruida por las máquinas y en particular por los robots.
Sin embargo, lo que quizás no visualizaron los escritores y guionistas es que ese futuro distópico llegaría no en la forma de supermáquinas al estilo Terminator, sino como un software, un programa de computador.
La información existente en internet (para muchos la gran revolución de nuestros tiempos), almacena gran parte del conocimiento que hemos acumulado como civilización y si bien es cierto nosotros (los humanos) lo hemos generado, hoy no podemos procesarlo completamente, no tenemos capacidad suficiente.
ChatGPT debe considerarse una herramienta capaz de permitirnos superar esta limitación, tal como lo han sido las planillas Excel para evitarnos engorrosos cálculos matemáticos. Pero a diferencia de esta última, que requiere de fórmulas e instrucciones por parte del usuario, este tipo de inteligencia artificial sólo necesita que le redactemos una pregunta.
Le pregunté sobre los desafíos que representa esta IA para las universidades, y esto fue lo que me respondió (extracto):
“A medida que las personas se acostumbran a la facilidad de conversar con una herramienta de inteligencia artificial, las universidades están enfrentando un desafío. Las instituciones educativas han sido tradicionalmente los proveedores de información y conocimientos, pero ahora ChatGPT puede brindar respuestas rápidas a las preguntas de los estudiantes sin necesidad de recurrir a los profesores o bibliotecas.”
Ciertamente su respuesta invita a la reflexión. No sólo por su capacidad de redacción y la velocidad de la respuesta (menos de un minuto), sino que también por su pertinente y desafiante argumentación, anunciando la obsolescencia de las universidades, profesores y bibliotecas.
La inteligencia artificial está hoy literalmente al alcance de la mano, negar su utilidad para el mejoramiento de los aprendizajes y de otros indicadores de calidad educativa, resulta simplemente imposible.