“No quiero que mi relación con la Cato se limite a ir al estadio el domingo. Quiero entender a la UC como una institución participativa, inclusiva y democrática, vincularnos en todos los planos posibles, abrir sus puertas para hacer al club cada día más grande”, fragmento del libro.

Por Francisco Marín Naritelli

“Diario del tetracampeonato” (Provincianos Editores, 2022) de Joaquín Escobar (Santiago, 1986) es un libro de pasiones, del amor a la camiseta cruzada, esa que ha dado alegrías y tristezas. Quizá de eso se trata, siguiendo a John Keats, la vida: una no es posible sin la otra, quizá allí se encuentra esa zona intermedia, ese balanceo existencial en torno a una serie de campeonatos consecutivos alcanzados por la Universidad Católica: el tetracampeonato.

Joaquín Escobar, además de escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana, es un fanático. Probablemente quien escribe esta introducción no lo entienda del todo, pero para muchos sí, y eso es lo maravilloso de la pasión. Conversamos con Joaquín Escobar acerca de su última producción, que se enmarca en una promisoria carrera, con títulos destacados como Se vende humo (Narración Punto Aparte, 2017), Cotillón en el capitalismo tardío (Narrativa Punto Aparte, 2019) y Las cosas que hice por la Cato (Provincianos Editores, 2021), con el cual obtuvo el premio al mejor libro de cuentos de fútbol entregado por el IHE Chile.

-Ya vienes publicando varios libros seguidos, ¿cómo se da el proceso creativo para que eso suceda?

Siempre estoy tomando apuntes de cosas que leo, observo y escucho. Me interesan de igual manera las puteadas contra el ídolo rival y las obras completas de Nicanor Parra. En la unión de todo ese mundo que parece inconexo hay una simbiosis que busco estudiar y rescatar. La hibridez y el collage como el motor principal de la obra que estoy construyendo.

Además, tengo una gran imaginación, siempre se me están ocurriendo situaciones o ideas extrañas (cuestión que en mi vida personal me ha traído más de algún problema). Por lo mismo, no me resulta complejo crear ni escribir, no tengo el problema de la página en blanco, aparecen ideas que suelo tomar o postergar para los libros del futuro. Uno de mis objetivos de vida es escribir una biblioteca de la Católica, hacer club desde la literatura.

-¿En qué momento escribes? Cuéntanos de tus rutinas.

Es fundamental para mí ser metódico. Establecer una rutina, poner plazos y cumplirlos. Hay que sentarse a trabajar los libros como lo que son: una estructura perfectible y modificable. Esa idea bukowskiana de escribir borracho me parece una venta de humo, los textos se construyen con oficio y método.

¿Mi rutina? Escribo por las mañanas, después del desayuno. Transcribo al word todo lo que tengo en los cuadernos de apuntes, desde ese kilómetro cero voy tejiendo el texto. Me gusta trabajar con varios relatos a la vez, no puedo abocarme a solo uno, necesito dispersión. A su vez, por las tardes leo o estudio cosas afines a lo que estoy haciendo.

Para construir el Diario del tetra vi muchos videos de la Católica de los 90, conversé con hinchas que conocieron el estadio Independencia y saqué muchas ideas de un grupo de WhatsApp llamado Identidad UC, son amigos delirantes (algo así como los Locos Adams de La Franja) que hablan todo el día del pasado y del presente del club. Ellos sin saberlo también aportaron con distintas reflexiones e ideas. Contrario a lo que dicen los post-estructuralistas de Gómez Millas, la literatura se encuentra en distintos lugares de la vida cotidiana.

-En alguna charla comentaste que necesitabas corroborar con amigos ciertos recuerdos para poder así escribir, ¿cómo haces para sistematizar nombres y fechas?

Tengo muchos amigos de la Católica que son grandes recolectores de información. Son como Funes el memorioso (mítico personaje de Jorge Luis Borges), pero en versión cruzada. En el persa Bio-Bio compro revistas antiguas (Don Balón y Minuto 90), son tesoros llenos de la mejor literatura futbolera.

También la tecnología ayuda, suelo ver videos antiguos en YouTube, a veces me los repito y siempre encuentro cositas nuevas. Pero también escribo desde mi identidad, yo soy cruzado de lunes a lunes, el ser hincha no es algo que solo se vea el domingo en el estadio. Por lo mismo, en los procesos de lo cotidiano también está presente la escritura para y sobre La Franja.

– “Mi viejo es una batería inagotable de melancolías, un libro cruzado y abierto del que siempre obtengo historias que después, en las ripiosas noches con insomnio, trato de escribir”, ¿cuál fue la importancia de tu viejo en tu escritura? O, mejor dicho, ¿cuánto de tu viejo, de su vida y su tiempo, está en tu escritura?

Mi viejo falleció al otro día del lanzamiento del Diario del tetracampeonato. Fue una semana muy intensa, lo más caótico que me ha tocado en mi vida. El 17 de agosto estaba Milovan Mirosevic presentando el Diario del tetra, el 18 se murió mi viejo, el 19 lo enterramos con la misma bandera que usamos en el lanzamiento y el 20 fuimos a despedir al estadio San Carlos de Apoquindo. Lo recuerdo y me estremezco.

Mi viejo y mi vieja fueron los que comenzaron el amor por Católica. Nos llevaba de niños a mí y a mi hermano a San Carlos de Apoquindo. Allí vimos el debut de Gorosito y Acosta, y el triunfo contra el Saprissa que nos permitió ganar la copa Interamericana. Además, siempre nos regaló libros, nos llevó al museo y al cine, nos hizo interesarnos por la cultura. Crecí yendo el sábado a la noche al teatro y el domingo al medio día al estadio. La construcción de todo ese collage literario se ve reflejada en mi escritura.

– Ejercitas cierta sociología del fútbol, o sea ese cruce entre lecturas, crítica social y pasión, ¿cómo afectó el Estallido Social y luego la pandemia a la experiencia del fanático?

Con la pandemia el mundo dejó de parecernos reconocible. Y el fútbol no fue la excepción, los primeros partidos del 2020 tenían mucho de las novelas de César Aira. Eran cotejos distópicos, con algo de ciencia ficción. Los jugadores, si hacían un gol, no podían abrazarse; tenían que ducharse en sus hogares; entrenaban en los patios de sus casas; las charlas técnicas se daban por zoom; no podían concentrar, es decir, todo era caótico y desordenado. En base a esas exigencias, dentro de un mismo año, la Católica salió campeón y Colo Colo no se fue a la B en un partido bastante dudoso. Me parece que estas situaciones, mediada por el contexto, muestran la robusta diferencia entre ambas instituciones.

En relación con el estallido social, hubo una primera instancia en donde las barras bravas de los clubes expusieron un panfleto que poco tenía de verdad: “Perdimos tanto tiempo peleando entre nosotros”. En la primera fecha del torneo 2020 (primer partido post-estallido social), las hinchadas de Wanderers y Católica se enfrentaron en una batalla campal en Valparaíso, cuestión que se relata en el Diario del tetracampeonato. El discurso del “perdimos tanto tiempo…” no duró absolutamente nada, ni siquiera 1 fecha.

Si bien en cada equipo del fútbol chileno existen agrupaciones de izquierda que tienen un sentido político-social sobre el deporte, no alcanzan a ser mayoría, ni siquiera alcanzan a representar a una mayoría. Son grupos de nicho, sumamente valorables por sus ideales y objetivos, pero que no logran traspasar sus posturas políticas a la multitud. La sociedad chilena está estructurada en pensamiento y actuar de otra forma, por lo mismo, faltan décadas para que se vean transformaciones profundas.

-En un fragmento aseveras: “En un país donde las instituciones no funcionan, la Católica es una institución que sí funciona”. Las sociedades anónimas dan para largo, en este sentido, sobre todo en el fútbol, con más sombras que luces, porque en el fondo el dinero prima por sobre el deporte como el consumo prima sobre el hincha, lo que afecta la continuidad de los procesos a largo plazo, el rendimiento de los equipos, la consecución de metas o en términos de espectáculo o rol social. ¿Podríamos decir que la Católica es una excepción o no es tan así?

Los números de la Sociedad Anónima, en términos estrictamente deportivos, han sido excelentes, no hay nada que decir. Somos el verdadero tetracampeón del fútbol chileno y nuestra cantera es por lejos la mejor del país. Damos vueltas olímpicas con gente de la casa y eso se valora mucho, le da un plus importante al sabor de la victoria.

Sin embargo, las entradas para ver jugar a la UC son muy caras, lo que se cobra es grosero, no se piensa en el hincha como ciudadano, se le ve como un mero consumidor. Además, en el país y en el mundo hay una inflación de la que el club no se hace responsable, la S.A sólo piensa en hacer caja, no existe ningún tipo de solidaridad con los hinchas. Me parece que Cruzados se aprovecha económicamente del concepto “amor a la camiseta”. De hecho, hace muy pocas semanas, los trabajadores del club estuvieron en huelga, entre ellos Mario Lepe y el Moto Romero. No puede ser que en la época más gloriosa del club no se compartan las ganancias con quienes han sido parte del proceso.

Yo en lo personal quiero una Católica más democrática, respetuosa y pluralista, el club somos todos, abrir sus puertas, que tengamos elecciones y lugares donde desarrollar actividades. Hubiese sido lindo, por ejemplo, haber presentado el Diario del tetracampeonato en una sede social.

-Tus libros literarios tienen ese matiz de fútbol y política, ¿no tienes miedo a ser encasillado como un escritor excesivamente “futbolero”?

No, no me da miedo ser encasillado como un escritor futbolero, por el contrario, me genera orgullo. El fútbol es parte del imaginario cultural que siempre ha estructurado mi vida, negarlo sería faltar a la construcción de mi identidad. De hecho, en Se vende humo y Cotillón en el capitalismo tardío hay imágenes en las que se mezcla literatura, política, cine, humor y fútbol.

La gente que odia el fútbol, y que está situada principalmente en la academia chilena, víncula deporte con tontera y farándula: “son 22 millonarios corriendo tras de una pelota”. Detrás de esos dichos hay clasismo, ignorancia y desprecio por la cultura popular. Hay vida más allá de Annie Ernaux, perrites.

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– Perdió el Apruebo y hay dudas justificadas sobre la continuidad del proceso constitucional, y eso ha acarreado mucha desilusión, rabia y amargura. Haciendo la analogía con el mundo del fútbol, más específicamente a la mofa de “segundón” que tuvo la Católica y que pervivió como imaginario, más allá de los títulos, ¿es posible levantarse todavía y gritar campeón?

En el corto plazo, no. Se perdió el plebiscito por goleada y hay que asumir la derrota. Vivimos en un país conservador, esa figura del Chile despertó no fue real, fue una ficción. Los tiempos políticos de una sociedad no son iguales a los tiempos individuales, por lo mismo, tendrán que pasar muchas generaciones para hacer cambios potentes. Además, la lectura de los constituyentes fue errada, hicieron una constitución pensando en los círculos academicistas, escribieron pensando en las discusiones universitarias, se olvidaron de las regiones y de las periferias, no vieron más allá de sus cerrados círculos de progreso. En términos futboleros, tuviste la oportunidad de ganar la Libertadores, en la final de ida sacaste una buena ventaja y en la final de vuelta perdiste con tres autogoles.

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Provincianos Editores

– A propósito de un empate entre la Católica y Santiago Wanderers, escribes “no se gana con poesía”, aunque por momentos ejercitas la poesía o dejas la pluma fluir que es casi lo mismo, ¿escribirías poesía en algún momento? ¿O no te interesa?

Me interesa leer poesía, pero no escribirla. Suelo volver a Teillier, Millán, Lihn y Pohlhammer (hincha de la Católica, además). En las relecturas de estos gigantes, está contenida gran parte de la literatura chilena.

Y sí, es cierto, en el fútbol no se gana con poesía, ni tampoco con choreza y coraje (lo dijo Holan en el último clásico contra Colo Colo), los partidos los gana el que juega mejor al fútbol, la demagogia y la épica siempre van a quedar tiradas en el camino.