Por Marcel Socías Montofré
Difícil como hacer crecer plantas en medio de la pampa. O recordar una vida parecida, mientras tres historias transitan por el mismo jardín o árbol de la vida. Pasando por el “11”, el “18”, la pandemia, el Chile profundo, la profunda pampa argentina y el don de convertir en novela la herida propia y también la colectiva.
No es precisamente una novela. Puede leerse a gusto del lector. Hasta puede ser un manual de botánica, un exquisito despliegue narrativo y una novela para armar por trozos, siguiendo el hilo de una biografía familiar que se entrecruza con la historia de Chile.
Y lo hace bien. Sin pecar de facilismo. Con estética. Por eso la importancia del jardín. Meter las manos en el teclado o en la tierra para tener tiempo de reflexionar. Flexionarse sobre sí mismo y luego escribir.
Tal como como se siente al leer y se percibe –aquello que trasunta- en “El Tercer Paraíso”, de Cristian Alarcón.
O como queda por escrito en las actas del jurado del XXV Premio Alfaguara de Novela: “…la novela (de Alarcón) abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio frente a las tragedias colectivas”.
Porque de Chile se trara
Tal como en “Nocturno de Chile”, de Roberto Bolaño, “El Tercer Paraíso” es una reflexión por escrito –y bien escrito- de un Chile novelado a través de personajes brutalmente verosímiles. Por eso resultan humanos, cercanos y universales de leer.
Como en la página 173:
“La expresión en náhualt que designa la poesía es in xochitl in cuicatl: flor y canto. La poesía náhualt reflexiona sobre los hechos más profundos de la vida sin pretender responder preguntas ni llegar a certezas”.
Por eso ese universo simbólico que aparece disperso en las páginas, entreverado en los personajes, que ha sido cruzado con otros y otras de distinta raza, de ese Chile mestizo, del jardín, del campo profundo, a ratos hermoso por los paisajes, a ratos brutal, como toda vida de campo, y permanentemente un homenaje a la mujer.
Más bien a las mujeres de tres generaciones que hilvanan los relatos fragmentados, pero cuidadosamente sembrados de sentido, de profunda reflexión acerca de la vida propia y ajena, la personal y colectiva, la huerta y el jardín, la abuela, la madre, el hijo gay, el sentido de lo femenino que trasciende al eslogan y crece en la reivindicación tanto como en la reflexión.
Un Chile que sólo es posible comprender cuando se mira de lejos, desde el exilio, ese exilio que por eterno permite mirar más profundo en la copia del edén perdido y de “El Tercer Paraíso” de Cristian Alarcón.
La catarsis
Aunque no del todo perdido, por cierto, más bien ganado en experiencias, la de perdonar y perdonarse, porque no hay derrotas cuando se mira de lejos, cuando se avanza por las páginas y laberintos de “El Tercer Paraíso”, en un sendero donde hay que rasgar la tierra, las páginas, para que entre la semilla. Para que el jardín no se seque de olvidos.
Como bien se explica en la página 284:
“…como un territorio mental de esperanza basado en la idea de que la tierra es el espacio verde y su contorno la biósfera. Al accionar o no accionar, cada uno de nosotros es un jardinero, no hay quien no lo sea: toda la humanidad es la jardinera del planeta”.
Comprender así la historia política reciente de Chile no es fácil. Mucho menos fácil comprender y luego novelar. Por eso el mérito de Cristian Alarcón. Recuerda “Bonsái”, el brillante debut narrativo de Alejandro Zambra.
Recuerda también que Chile tiene algo de país de poetas, de tragedias, de golpes, de buenos escritores, de Cristian Alarcón, de un Premio Alfaguara de Novela 2022 y –en la página 245- también recuerda ese niño que “a los seis era capaz de tomar un colectivo desde la casa rosada al centro y poner las cartas en el correo”.
Para contar la historia de este y el otro lado de la cordillera de Los Andes, para que la sexualidad no sea el tema excluyente, para reivindicar a la madre, a la abuela, a la jardinera, como cantaría Violeta Parra. Para reivindicar el sentido de lo femenino.
También para reivindicar septiembre a la distancia y de Chile. Como en la página 149, “todo se escucha en las casas del sur, todo va de una habitación a otra: una exhalación es un jadeo, un grito un volcán en el sur, un golpe un terremoto, una madre que no le desea el bien a su hija un disparo a quemarropa”.
Precisamente, un disparo a quemarropa. Que se lee y a ratos desgarra. Como las espinas, el jardín, el abono, la calma, la retrospección, perdonar y perdonarse, buscar algo parecido a la felicidad y plantarlo al sur de la vida, junto a los últimos días, a lo que va quedando, aquello que trasciende femenino y queda. Crece y se escribe.
Para leer con calma. Ahora que todavía es septiembre, un mes nunca fácil para Chile, pero con la oportunidad de resarcir en novela la herida propia y también la colectiva.
Y hacerlo bien. En el nombre de la madre, de la abuela y del espíritu de Chile.
El Tercer Paraíso
Cristian Alarcón
Editorial Alfaguara
2022