“Guerra, todos tenemos nuestros espacios ciegos donde no pueden llegar los demás ni nosotros mismos. Pese a ello hay una llave para cada ser humano: una palanca, un resorte, un interruptor”, fragmento del Juro decir la verdad (Glück libros, Das Kapital Ediciones, 2022), de Rodrigo Téllez Lúgaro.
Por Francisco Marín Naritelli
Juro decir la verdad
Una jueza de familia y un asistente social, que se desempeña como consejero técnico del tribunal, son investigados en un sumario administrativo para castigar presuntas malas conductas funcionarias.
Mediante un acta fiscal que consigna las declaraciones de este último en la sala de un juzgado, comienza una batalla por defender su honra, su actuación y esclarecer los acontecimientos en medio del drama de una niña bajo sospecha de haber sido abusada por su padrastro, quien finalmente resulta asesinado.
Juro decir la verdad (Glück libros, Das Kapital Ediciones, 2022) es una novela narrada por la voz del acusado, y que devela las bambalinas de la función judicial.
Hablamos con su autor Rodrigo Téllez (Antofagasta, 1972), juez de familia, sobre su primera apuesta literaria, que fue destacada por el jurado del concurso literario en el género Novela Inédita del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, el año 2019.
Entrevista a Rodrigo Téllez Lúgaro
-¿Cómo surgió el interés por escribir este libro? ¿Cuál fue su génesis?
“Esta no fue una novela premeditada, cuando la empecé a escribir quería experimentar. Por eso partí con algunos lineamientos de carácter formal y de contenido, pero, como nunca había escrito una novela, no sabía siquiera si iba a terminarla.
“Tenía deseo de trabajar con el lenguaje judicial y me ocupaban algunas preocupaciones sobre un texto de Peter Sloterdijk, llamado Ira y tiempo. Partiendo de eso propuse dos hitos, un homicidio y un abuso. En medio fui dibujando los personajes, aunque el diseño general se fue solidificando en el camino.”
– Dada tu experiencia como juez y el uso de un lenguaje técnico y jurídico, ¿cómo fue el proceso de construir una novela como esta? ¿Cuáles fueron sus dificultades?
“Este formato no permite escribir una novela intimista, los personajes están obligados a estar permanentemente en acción. En los hechos, los personajes no piensan en voz baja, están siempre haciendo algo o hablando. Eso ya establece un marco. Es un lenguaje que narra hechos, no permite entrar en la conciencia de los personajes, salvo a través de sus declaraciones.
“Por otro lado, como el lenguaje técnico tiende a producir embotamiento, y es muy fácil que el lector pierda el hilo, reduje las pausas en la narración. Los personajes de Juro decir la verdad permanentemente están haciendo algo, pueden ser acciones pedestres, pero casi no paran. Por la misma razón se simplificó la puntuación.
“Otra herramienta fue eliminar al interrogador, de forma que el lector nunca conozca la pregunta que responde el narrador, lo que agiliza mucho más el texto.
“Es decir, como el formato es muy rígido sentí que había que imprimirle vértigo a la novela, lo que hice tanto en el desarrollo de la historia, eliminando o acortando las pausas, y disminuyendo los obstáculos para el lector.”
– Desde afuera podría persistir cierta imagen del Poder Judicial como un ente casi objetivo e impersonal, extraído de vicios e intrigas, ¿hubo un interés por denunciar una realidad no del todo evidente?
“Al menos no de manera consciente. Juro decir la verdad es una novela de ficción, en el sentido que hay muchas licencias a la realidad en ella. No es un documento sociológico ni periodístico.
“Dicho esto, sí me ha sorprendido que un par de juezas y algunos abogados que la han leído se hayan sentido interpelados sobre el trabajo judicial y me lo han comentado. Me sorprendió, porque para mí era muy obvio que no se trataba de una historia real. Sin embargo me doy cuenta que para los demás eso no es tan evidente.
“Desde dentro del Poder Judicial se piensa que su trabajo es percibido por la comunidad como lejano, sesgado y poco confiable, lo que se vive con una sensación de injusticia, pues es una visión parcial.
“Por eso, si bien no fue un objetivo que yo me hubiera planteado al escribir la novela, creo que sí es valioso conversar sobre el trabajo judicial, pues la opacidad que cae sobre él no le hace bien ni a los juzgados ni a los ciudadanos.”
– Me interesa el título del libro: “Juro decir la verdad”. Más allá de la literalidad del término y sus implicancias legales, me gustaría reflexionar en un sentido más simbólico y cultural. ¿Qué es la verdad en un mundo de fake news, donde la incerteza y la relatividad campean? ¿Podemos sostener una verdad? ¿La verdad? ¿Un fuera del texto, parafraseando a Derrida?
“Cuando yo empecé a escribir Juro decir la verdad, en el año 2015, no estaba instalado el término Fake News. Por eso, no es algo que haya considerado. Aunque sí, diría, que una motivación para escribir esta novela tiene que ver con las aristas políticas de alterar la realidad por medio de la manipulación, que es en parte de lo que trata Peter Sloterdijk en Ira y tiempo. Eso sí es algo que está en el texto, la dificultad de encontrar la verdad hoy en día.
“Sobre qué es la verdad, yo diría que, en este tiempo en que vivimos, la verdad está asimilada a la voluntad, en dos sentidos. En uno de ellos la verdad es hoy la voluntad entendida como facultad de alterar la realidad. Se cree que la realidad es maleable y se puede reordenar. Si se espera que ello ocurra, es porque se cree cierto que la voluntad tiene esa facultad.
“Por tanto, debemos suponer que, así vista la voluntad, es una potencia con facultades estructurantes de la realidad, es decir, la voluntad es la verdad. Como eso, naturalmente, ocurre muy raramente hasta ahora, en esa acepción la verdad es conflictiva e inestable. En ella se ubican las Fake News y otras patologías políticas como la cancelación.
“En otra línea de pensamiento, la verdad es también la voluntad, pero ya no la voluntad de ajustar la realidad a nuestros deseos, sino la voluntad de buscar la verdad como una entidad objetiva. Esta voluntad de verdad se manifiesta como una decisión de actuar sin una opinión preconcebida y con rigor frente a la realidad, asumiendo conscientemente que hay, al menos, una parte de la realidad que no se puede alterar, está dada.
“Esta última actitud da al menos dos testimonios de la verdad. El primero nos obliga a creer en la existencia de la verdad y que la verdad está en nosotros. Porque para buscar la verdad hay que suponer que la verdad es algo real y tenemos en nosotros una parte de ella. Si no fuera así, enfrentados a ella no la podríamos reconocer, ni siquiera la buscaríamos. Por eso la pregunta sobre la verdad es en sí mismo un indicio de que hay algo verdadero.
“En segundo término, porque le devuelve a la persona el control sobre sí misma y la dignifica. Ese autocontrol y esa dignidad son para mí también una señal de la verdad, un reflejo de que llevamos con nosotros algo firme sobre lo que sostenernos.”
– En términos narrativos, ¿por qué elegiste el formato de un acta fiscal a través de la voz de un narrador/imputado?
“Como era mi primera experiencia con la novela, elegí escribir sobre un área que manejaba bien. No me acomodaba tener que investigar y cuestionarme sobre la verosimilitud del texto.
“Por otro lado, el lenguaje judicial me remite a algo muy propio de nuestro país, esa manera de expresión que Rafael Otano llamó el lenguaje fiscal, un habla que usan los tribunales, pero que también es propiedad de los carabineros, hospitales públicos, directores de escuela y un sinfín de profesionales.
“Y es un habla que toman para sí los ciudadanos cuando se enfrentan a las instituciones del estado. Hay algo en esa forma de decir que refiere a Chile, y que me encanta.”
– ¿Cómo construiste el personaje de la magistrado, María Esperanza Bulnes Rossi?
“Para ser honesto, la magistrado agarró vida propia enseguida, inmediatamente se posicionó. No es que le haya dedicado mucho tiempo a delinearla. Emergió con claridad antes que el narrador, y compite con él en importancia.
“Los lectores de esta novela se pueden separar en los fanáticos de Guerra y los fanáticos de María Esperanza. Son dos formas distintas de leer la novela, desde él o desde ella.
“Yendo al detalle, el personaje lo armé tratando de plasmar algo común a muchas mujeres que he conocido. Son mujeres profesionales, inteligentes, escrupulosas y firmes en sus opiniones. Fui sacando detalles de mis recuerdos y poniéndoselos a María Esperanza. Otras características las fui inventando, porque me divertía.
“Algunos me han dicho que el nombre María Esperanza era un símbolo, yo no lo vi así o no me di cuenta. Lo elegí porque quería que fuera una mujer que correspondía a cierto nivel social, y el nombre me calzaba.”
– ¿Crees que libros como el tuyo, aunque en clave literaria, ayudan a visibilizar la labor de jueces (as), funcionarios (as), comprometidos en hacer realmente justicia?
“Espero que sí. Aunque no fue un objetivo central de la novela. Como decía más arriba, es necesario darle visibilidad a este trabajo, que no es solo de jueces. Hay una gran cantidad de personas que concurren con su esfuerzo para hacer que el sistema de justicia funcione, que arrastran este carro que no es tan fácil de llevar, especialmente ahora que una duda ha caído sobre la mayoría de las instituciones.
“Obviamente en los tribunales operamos con nuestras luces y nuestras sombras. No digo que no tengamos defectos, pero si los juzgados funcionan, por seguro que es gracias a que hay muchos que cumplen con su deber, incluso yendo más allá de lo que se les puede exigir.
“Y si no fuera así, igualmente debe saberse más de este trabajo, porque los tribunales son parte del país, y una parte no menor del ideario de la nación.”
– Al final, con el curso de los acontecimientos, se destila amargura. Como si los poderes fácticos nos recordaran que los triunfos pueden ser circunstanciales, periféricos, torcidos, pero nunca realmente revolucionarios, éticos y sistémicos como para cambiar el orden general de las cosas. ¿Qué piensas al respecto?
“El tono de la novela es escéptico, hay un cuestionamiento permanente a la verdad, por lo que hablábamos antes. Eso ya propone un dejo de permanente incertidumbre, una inestabilidad que no es solo del sujeto frente a las amenazas del medio, sino que lo que está en juego es el valor de su carácter, su autopercepción.
“Los personajes principales actúan sintiéndose desafiados por la existencia, posiblemente por eso Guerra y María Esperanza no tendrán nunca triunfos completos. No tiene tanto que ver con el mundo, sino con su adecuación a la realidad que les tocó afrontar.
“A mí me acomoda tratar de dar un paso atrás, mirar el conjunto lo mejor posible, alejarme para hacer un juicio. Y ahí puedo proponer otra mirada, que no es una mirada radiante y satisfecha de sí misma, pero tampoco es desconsolada.
“Hay algo en esta novela que propone un desafío a la realidad, no para configurarla sino para resistirla, y esa decisión de resistir abre una ventana desde donde se filtra una luz hacia la noche.”