Por Marcel Socías Montofré
Es como en el cine chileno. Los diálogos son poco creíbles. No por lo que dicen. Sino por la forma de decirlo. Como en esas antiguas películas de Hollywood traducidas al castellano de algunas partes de España y que se repartían por Latinoamérica.
Costaba entenderlas. Pocos en Chile dicen “sin embargo, estoy harto”.
En buen chileno sería algo así como “Hoy no se fía, mañana sí”.
Y eso es precisamente lo que se agradece de “No somos los Beatles”, de Roberto Fuentes (Editorial Zig-Zag, 2022).
Se agradece la credibilidad de su prosa.
Porque no es fácil hablar por lo simple. La simpleza del lenguaje. Sin exceso de retórica. Hasta con cierto nihilismo –muy oportuno al Chile 2022- en sus personas y personajes.
Pero un nihilismo donde no se pierde la capacidad –en lo que respecta a la estructura del libro de Fuentes- de darle un sentido a la vida y al texto. El hilo narrativo.
Tal vez por eso incluye a la Violeta Parra, “Gracias a la Vida”, aunque sea por disparo, o choque, o separación, pero para los adolescentes con la frágil intensidad de “No somos Los Beatles”.
Son otra generación.
Se escucha bien. Frágil somo un segundo. Se lee mejor. Se transmite lo emocional.
Como en la página 25:
“pero ahora no está y la casa perdió la gracia, perdió su alma, y con mi hermana vagamos entre las habitaciones en busca de algo intangible…”.
O como en el diálogo de la página 141:
“-Ustedes son más raros que yo-, dijo Dania.
Con mis amigos nos encogimos de hombros”.
Una hermosa canción prosa escrita y hasta novela que se lee y también se escucha. Es preciso. Como atender a la poca importancia del lenguaje. Más bien importa lo que se comunica. Y en eso Roberto Fuentes lo hace muy bien. Hasta se le escucha leyéndolo.
Como en las letras adaptadas –no mecánicamente traducidas por Google-, de The Beatles.
Adaptadas a quien lee y escucha con atención. Que finalmente es lo que importa. Cuando habla Dina, Violeta, Paul y John. “Here comes The Sun”, como cantarían los The Beatles.
Por eso estamos claros en la genialidad de “No somos los Beatles”, en la armonía que se estructura por la credibilidad de sus personajes.
Por ejemplo, aterrizando en la página 77:
-…no has contado nada en el colegio todavía-, dije.
-No –dijo John-. Paul no quiere porque perdemos fans”.
– ¿Me estás hueveando? -, pregunté.
No, precisamente no se trata de huevear. Se trata se comunicar. Pero hacerlo bien. Que se escuche y lea mejor. Aunque cueste llegar a entender la importancia de Liverpool, que “No somos los Beatles”.
Mejor leer la simple profundidad de sus personas y personajes. Se escucha y lee -frágil como un segundo- esa nueva generación.
Era tiempo. Respiro de grato alivio y lectura. “Gracias a la Vida”. Como también se agradece “darle tiraje a la chimenea” de la literatura chilena y hasta se escucha “…the long and de winding road”.
Eso de escribir para comunicar. Esa permanente resonancia de toda generación. Temas recurrentes a toda época, como la adolescencia, la pérdida de la virginidad, el sexo, la sexualidad y hasta la salud mental.
Suena muy bien poder conversar de esos temas. Mejor si es con literatura.
Como en la página de la adolescencia. Frágil como un segundo. Se agradece por buen libro. “…love is all you need”, como cantarían The Beatles.
“No somos Los Beatles”
Roberto Fuentes
Editorial Zig-Zag
2022.