Lo que más importa a uno de los protagonistas de la novela es que su general, el dictador Augusto Pinochet, le firme una copia de la recién publicada Constitución de 1980. Una suerte de báculo. Un dogmatismo desatado donde habría que explicar hasta las teorías de Max Weber y el poder. El resto le da lo mismo. Por ejemplo, dinamitar a dos seres humanos en el desierto a cambio de una punzada de cocaína.
Por Marcel Socías Montofré
El otro agente de “inteligencia” es un futbolista fracasado. Basada en hechos reales. Esa explosiva mezcla de la condición humana y el poder. Precisamente esa tilde es la que otorga mejor acento a la temática del escritor Guillermo Valenzuela en su novela Banco de Arena (Editorial Planeta. 2021).
Basada en hechos reales
Oportuna reconstrucción de escena, de un género que mezcla la novela policial, la historia brutalmente política cuando es basada en hechos reales y de un país que se parece al mismo que retrata Mario Vargas Llosa en “Conversación en La Catedral”, en ese bar, pero en lugar de Lima pasando por los prostíbulos de Calama a Chuquicamata.
Todo un oficio de llevar la realidad a la ficción, sin perder el sentido de realidad. Como todo oficio del escritor y sus tiempos. Al menos el propósito de novelar para explicar.
“Ajustó la pistola, miró la oscuridad del cielo y sin previo aviso, sin duda sin temblor, a pesar de creer que una oscura hierofanía lo coronaba con aroma flotante, descerrajó un tiro en la nuca de Martínez” (Pág. 55).
Pero no es el Perú de “Conversación en la Catedral”. Es el Chile de los años ´80. La dictadura de Pinochet. Ese circular Ethos y Thanatos de gran parte de la literatura chilena.
No es lo mismo, pero suena parecido. Preguntarse cuándo, “en qué momento se jodió el Perú”, por qué el exceso de poder lleva al desquiciamiento.
Tan simple como cambiar sangre, lavado de dinero, pesos y soles cruzando de Arica a Tacna. La historia no se repite, pero suena lo suficiente como para leerla y tenerla en cuenta.
Contarla.
Como asesinar a dos empleados del Banco de Chile con dinamita y a punta de balazos, en medio del desierto, para después decir “misión cumplida” y abordar la insensibilidad por el lado de “el otro es el enemigo”.
La novela como argumento de debate
A eso se puede llegar. A eso y mucho más:
“Con ese tipo de comentarios, la gente podría pensar que la Constitución recién aprobada era un manual de torturas y asesinatos, una carta magna abierta a los ladrones y criminales invitándolos a fundar un país por medio del saqueo, la mordaza y la eliminación del adversario” (Pág. 188).
Pero no es simplemente eso. También es una observación a la condición humana que se repite. No mata la pistola, mata quien la dispara. Su ambición y su miseria humana en Víctor Hugo.
La novela como argumento de debate. El bien, el mal, la política, la ética, la justicia y hasta el narcotráfico y los diálogos de Vidocq -criminal francés que se redimió y acabó inaugurando la Policía Nacional francesa- dialogando con Víctor Hugo.
Nuevo viejo periodismo
Precisamente, por eso se parece –por su magistral reconstrucción de escena política-policial- a “Conversación en la Catedral”, como todo un taller literario si se trata de configurar una novela basada en la realidad.
En los tiempos, los buenos diálogos, la construcción de los personajes, mantener el hilo dramático, no perder en sentido de la historia y por sobre todo no olvidarse de las técnicas del nuevo viejo periodismo.
El mismo de Truman Capote. “A sangre Fría”.
Como en la página 218 del “Banco de Arena” y sus créditos finales y desenlaces:
– “Déjalos -dijo el capitán, que hasta el momento no había hablado-. Hoy día están de suerte porque están de cumpleaños. Recuerden este 22 de octubre, porque mientras unos mueren, otros celebran”.
Porque la novela de Guillermo Valenzuela -además de tener secuestro, kilos de dinamita, mucha cocaína y lo grotesco que resulta toda dictadura- también tiene cierta reflexión cinematográfica.
“Hubo un minuto de vacío total, luego una explosión de gritos. Todo el grupo se volvió loco: gritaban y saltaban como si hubiesen rejuvenecido. Lo tomaron en andas para dar una vuelta olímpica, como los ojos llenos de lágrimas; el ídolo volvía a ser el mismo, ya no tendría que cobrarse la pena máxima” (Pág. 222).
La pena máxima. Ese momento en que se escuchan los disparos de un excelente thriller político literario, con una cama de dieciséis kilos de dinamita encendida apenas comienza su lectura.
Cruda. Oportuna. Contingente por el tema del poder. Explosiva.
Banco de Arena
Guillermo Valenzuela
Editorial Planeta
2021.