Aunque la reclusión de niños, niñas y adolescentes en el Sename (Servicio Nacional de Menores) ha sido tratado y denunciado a menudo, siempre es posible encontrar una propuesta escénica distinta y con rasgos de originalidad.
Por Leopoldo Pulgar Ibarra
Esto se advierte en el plano artístico de “Justicia”, especialmente, en la corporalidad que imprime el protagonista de este unipersonal, un recurso de actuación que se conecta con las ansias electrizantes de sobrevivir.
Opción actoral que recoge y sintetiza dos fuerzas, esa que viene de afuera, el gesto coreográfico semi robótico, la sonoridad de los ritmos urbanos, el marco audiovisual y lumínico de su entorno; y la que proviene de necesidades y estímulos internos, desesperados y rabiosos, todo envuelto en una lógica textual arrasadora, racional, vivencial, que no da ni pide cuartel.
En realidad, la obra propone un juego de contradicciones de proyección y consecuencias inciertas: inocencia y pérdida violenta de ésta, búsqueda de cariño-amor versus odio parido al sistema que se vive; pero, por sobre todo, quiebre y confirmación de la personalidad, cualquiera sea, como único atributo válido para subsistir
Este es el quinto montaje de una agrupación que, como Colectivo Teatral Momento, estrenó “Sé-name, “Desdémona” y “El Purgatorio”, mientras que “Soledad” y ahora “Justicia” lo hace con su nuevo nombre: colectivo Cuerpo, Texto y Multimedia.
Experiencias y síntesis
Desde hace tiempo que el Colectivo CTM investiga el funcionamiento del Sename, hoy Servicio Nacional de Protección Especializada a la Niñez y Adolescencia. Nombre de fantasía: Mejor Niñez.
A esto se debe que sea capaz de abordar algunas aristas menos conocidas de la vida en este organismo y mostrarlas, a través de la sencilla densidad de su reflexión, con especial énfasis en la fragilidad y el respeto que se debe a quienes el Estado debiera acoger y proteger.
En este sentido, la propuesta recoge experiencias que se reconcentran en este unipersonal que protagoniza Sebastián Trincado: en él -o a través de él- parecen filtrarse y fluir múltiples historias y por su voz -mejor dicho, por sus voces- la información múltiple ayuda a construir un universo espeso y coloquial en primera persona.
Nada resulta falso ni exagerado cuando las historias rebotan durante el incesante ir y venir del protagonista por el escenario, mientras lo tecnológico audiovisual, lumínico y sonoro se acoplan para crear entornos no figurativos, modernos y autónomos que dialogan con el actor. Y que lo cercan.
Tal vez “ritmo” sea la palabra que mejor sintetiza lo que está en la base de apoyo de esta producción escénica, concepto que en este caso va mucho más allá de lo musical o la danza.
Se canta, se baila, hay coreografías, pero todo fundido y/o arrancando desde el cuerpo del actor, tanto en el gesto amplio como mínimo, en pequeños detalles y en lo que clama y exclama, siempre cargados de un sentir propio y vibrante con trazas de un juego que conecta niñez, adolescencia y madurez anticipadas, a veces, algo envejecida y degradada.
Precariedad y abandono
Imposibles de aceptar, por su naturaleza brutal, son los relatos que asoman por el escenario y que se generan en algunos centros que acogen a menores de edad en nombre de la sociedad y el Estado, es decir, de todos nosotros: niños, niñas y adolescentes en peligro, infractores de ley o no, vulnerables en lo económico y social y/o abandonados por sus padres.
Como reflejo de la sociedad, la obra plantea que en el Sename la precariedad es parte del convivir como también ese tener que defenderse todos los días y hacerse grandes a la fuerza para intentar sobrevivir.
En función de todo esto, el cuerpo actoral y el ritmo expresivo de “Justicia”, avasallador e integral, se transforman en voz de voces tan anónimas como el protagonista, cualquiera sea su nombre y su rostro.
Voces y rostros que se pierden-esconden-aparecen entre las sombras y luces de una propuesta que, junto con ofrecer una extraordinaria mirada escénica que recoge y denuncia aspectos de una realidad degradante que todavía existe, también enfatiza la fuerza interior liberadora de quienes la sufren.
Justicia
Dramaturgia y Dirección: María José Pizarro
Elenco: Sebastián Trincado
Asistencia de dirección: Daniela Espinoza
Diseño: Alejandro Rojas y Andrés Rebolledo
Mapping: Kurt Liebsch
Diseño sonoro: Nicolás Bascuñán.
Producción: Laura Chávez y Manuel Pacheco.
Teatro del Puente
Río Mapocho s/n entre Pío Nono y Purísima.
Miércoles a domingo, 20.00 horas.
Entrada general $ 6.000; estudiantes y adultos mayores $ 4.000. Ticketplus.
Hasta 3 abril 2022.