Por Carlos Salazar
A los siete años Francis Kéré entró a estudiar en un colegio de Tenkodogo, en su natal Burkina Faso. El edificio, al que debía llegar cada día tras una caminata de 20 kilómetros, estaba construido con bloques de hormigón y tenía una pésima ventilación. Kéré nunca olvidó el calor que pasaba ahí.
Una arquitectura social y sustentable es posible
Cuando obtuvo una beca para estudiar carpintería en Berlín, decidió extender sus estudios hasta graduarse como arquitecto en 2004. Desde entonces, fortaleció la idea de retornar a su pueblo con soluciones urbanísticas para que los/as estudiantes de su localidad no sufrieran las altas temperaturas propias de África Occidental. Hoy la Escuela Primaria de Gando, construida por sus propios habitantes, es una realidad y cuenta con un diseño pionero y específico que aprovecha la ventilación para quienes pasan largas horas en clases.
La semana pasada el arquitecto de 56 años se convirtió en el primer proyectista africano que recibe el premio Pritzker, otorgado por la fundación Hyatt desde 1979 y es conocido popularmente como el “Nóbel de Arquitectura”.
Por su historia de vida, Kéré encarna la figura del arquitecto comprometido con un cambio social a través de la construcción colaborativa de edificios públicos en su continente, empleando mano de obra local y elementos como arcilla y ladrillos. También docente, Keré, enseña a futuros arquitectos que “no se trata de hacer, sino de enseñar a hacer” y propone reemplazar una dependencia excesiva en la tecnología por un uso actualizado de técnicas de construcción centenarias.
Sobre el reconocimiento del Prtizker y a una educación arquitectónica que privilegia el urbanismo como una tarea comunitaria, el jefe de la carrera de Arquitectura de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Genaro Cuadros, rescata otra de las lecciones populares de Francis Keré.
“Él resume esto con la frase ‘dibujo sobre papel, pero prefiero diseñar sobre el suelo’, donde el suelo no es entendido sólo como un material con el que uno trabaja, sino con lo que ocurre dentro del territorio. Su trabajo está anclado y es apropiado para ese lugar específico, y aprovecha lo que se conoce como sistemas pasivos, que permiten controlar las condiciones ambientales de calor, frío, lluvia y viento”, explica Genaro Cuadros sobre la versatilidad del constructor burkinés.
Sumado a esta faceta funcional, Cuadros también distingue una propuesta sofisticada e identitaria. “Tiene una propuesta formal muy interesante con reminiscencias al paisaje africano. Todos estos elementos brindan una sustentabilidad no sólo en la dimensión técnica o económica, sino de fondo e integral. En América Latina tuvimos experiencias similares en las décadas de 1940, 1950 y 1960, donde muchos arquitectos intentaron recuperar el saber que ya existía en nuestro continente, para generar espacios de calidad apropiados en términos éticos. Esto no es sólo encomiable, sino también un camino a seguir en los procesos de diseño”.
Sustentabilidad social y una arquitectura feminista
Por otra parte, la premiación de la carrera de Kéré es un hito que va más allá de su país de origen, afirma Zorka Aristegui, arquitecta y también docente de la UAHC.
“Su gran innovación es la sustentabilidad social, donde todos sus proyectos han estado ligados a su comunidad y a una responsabilidad ética que tiene desde su formación. Más allá de hacer edificios que han sido un aporte, ha logrado impulsar mejoras dentro de su comunidad. Su gran obra no está sólo en el edificio terminado, sino en todo el proceso que permitió formar nuevos oficios y crear empleos para las personas que viven en la comunidad”, describe Zorka Aristegui sobre un marco virtuoso de colaboración y recursos.
Aristegui agrega que hay un terreno común entre el trabajo de Keré y la creciente arquitectura feminista, que plantea el ejercicio de disciplina de manera enraizada en la comunidad.
“La arquitectura no es indiferente al cambio del paradigma social que hoy estamos viendo. Hoy vemos un gran trabajo que hacen las arquitectas feministas para mostrar la historia de la arquitectura de las mujeres. Es un logro que estos premios sean entregados a mujeres con una larga trayectoria y lo mismo ocurre con Francis Keré. Darle la oportunidad a alguien que viene del sur global es una señal de que no sólo tenemos que escuchar lo que se dice desde arriba, sino que también podemos proponer cambios. Creo que el foco se debe poner en cómo enseñamos a los arquitectos un sentido de responsabilidad para entender que nuestro oficio es un bien para la comunidad. Eso es algo que se debería enseñar en todas las escuelas”, señala Aristegui.