Hay dos “verdades” que todavía circulan y escuchan pese a estar derogadas por el sentido común y el paso del tiempo.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

“Creced, multiplicaos y dominad la tierra”, dijo Dios, según la Biblia, luego de crear al hombre y a la mujer (y ya se sabe cómo está el planeta como consecuencia de este estímulo), idea general que una vertiente del racionalismo relativista griego amplió hasta concebir a las personas como “medida de todas las cosas”, ser humano elevado a eje de todo lo existente a partir del Renacimiento europeo y su antropocentrismo individualista.

La segunda aseveración, más cotidiana, alude a que el desierto nortino no tiene nada atractivo, en comparación con el sur del país, negando el valor de los grandes espacios, la variedad de colores minerales y conformaciones de las montañas e ignorando su relieve geográfico, la presencia de fallas geológicas a la vista, valles, arena y piedras en la pampa.
Más aún, si los estudios de las llamadas Ciencias de la Tierra hace rato están ayudando a instalar en la conciencia humana la necesidad de conocer la Naturaleza y su fuerza imposible de gobernar.

Estos pensamientos y experiencias rebrotan en la cabeza cuando se vive el desafío escénico y filosófico que propone “Cómo convertirse en piedra”, de la dramaturga y directora Manuela Infante (“Prat”, “Cristo”, “Xuárez, “Estado vegetal).

Cómo convertirse en piedra (c)

Espacios que hablan

Cuerpos aparentemente inertes que protagonizan “Cómo convertirse en piedra” llegan al espectador luego de ser presionados para mostrar lo que esconde su memoria y a través del lenguaje propio que descubre en ellos la directora.

Sedimentos que han conformado piedras y rocas, restos de todo tipo, incluso humanos, todo posible de encontrar y observar como parte del desierto que sugiere su escenografía.

El desierto como espacio escenográfico que la dramaturga y directora eligió para instalar la obra tiene un sentido físico, material y también simbólico, especialmente en Chile.

En ese amplio territorio han desaparecido “empampados”, prisioneros políticos, parte de la riqueza minera; su superficie sufre constantes cambios (minas subterráneas, a tajo abierto), montañas de relave y oquedades estériles luego de la actividad extractiva.

Escarbando un poco se encontrarán vestigios de memorias antiguas y contemporáneas, datos sociológicos, huella de las migraciones internas y extranjeras.

Aproximaciones cercanas

La propuesta deja de lado narrar una historia: se muestra como una instalación escénica sin personajes convencionales, con coreografías donde los tres actores-estatuas humanas están al servicio de muñecos y piedras, cambiándolos de lugar, construyendo diversos volúmenes con parte del piso que cubre el escenario, sugiriendo y acompañando su movilidad.

Como las placas y los relieves de la geografía terrestre, las piedras, rocas y montañas resultaron de las explosiones de materiales siderales ígneos y crepitantes.

La forma que la obra utiliza para aproximar al espectador los objetos que usa están construidos con semillas envueltas en tela, un material que sugiere lo que palpita, adapta o cambia, que pierde en momentos su rigidez y dureza al chocar contra el suelo o al ser manipulados, detalles como muchos otros que perfilan en conjunto ángulos del lenguaje de las cosas.

Varios relatos se desarrollan de manera simultánea, mejor dicho, vestigios de alusiones temáticas o enunciados de historias cada cual con un sentido propio.

Ocurre lo mismo con otros recursos que utiliza (sonido, iluminación, imágenes proyectadas), todos con vida propia, invasivos materialmente, por tanto, súper presentes desde el escenario: crean una nueva realidad imposible de soslayar por el espectador.

Entre los diversos recursos del montaje (reiterando que cada uno tiene vida, lenguaje y sentido propios), sobresale en el amplio escenario la parrilla de iluminación.

Sin embargo, desde su independencia formal, estética y funcional todos convergen en la construcción de un ambiente escénico donde la “idea piedra” es núcleo y referencia que buscan las cosas y los cuerpos humanos.

La materialidad -volúmenes, cantidad, peso, diseño, iluminación, sonido- se impone en esta producción escénica y entrelaza a sus componentes en la asimetría y en una suerte de caos que el paso del tiempo escénico irá sedimentando, sugiriendo, arrastrando, transportando ideas sobre la sociedad, la explotación de las personas y de la tierra.

Algo similar sucede con los textos proyectados en pantalla, síntesis extrema, sugerencias de ideas incompletas o apenas enunciadas, poéticas a veces.

Aluden a procesos vitales, a reinserción, reciclaje, todo se transforma, a cosas completas o partes de lo que es o fue, como puede ser una falla geográfica en medio del territorio en que se encuentra.

Cómo convertirse en piedra (c)

Sistemas y estructuras

En conjunto, sobre el escenario, la directora va creando sistemas complejos y dinámicos de energías materiales que se entrecruzan y experimentan variaciones, sin que pierdan sus autonomías sin diluir de dónde vienen ni su trazabilidad.

Una propuesta que supera, incluso, la alternativa contemporánea posdramática, una “estructura dramática mineral” (cómo sería de aplicar en escena la manera de comportarse de piedras y rocas), como plantea expresamente la obra, donde los múltiples sentidos son aportados por elementos que caracterizan a cada recurso empleado, que convergen en escena mostrando otras formas de relacionarse.

En realidad, las piedras y las rocas también pueden considerarse “cosas vivas”, por la forma sedimentaria acumulativa de su formación autónoma, proceso imposible de captar por el ojo humano.

Si bien es verdad que la obra no busca representar piedras ni rocas, no es menos cierto que recurre a la materialidad observable y medible por nuestro sentidos para hacer su planteamiento.

Una analogía valiosa que fortalece la reflexión filosófica para subrayar la necesidad de alejarse de las visiones humanas en la escena y mirar “otras formas de organización”, al tiempo que se instala en la materialidad insustituible.

Provocativa, estimuladora del pensar, evocar, reconocer y cambiar el punto de mira desde la maquinaria escénica de múltiples sentidos que se utiliza, propone esta instalación de amplio despliegue que pasa por estados y situaciones y configura una forma de trabajo que revitaliza el teatro chileno.

Cómo convertirse en piedra

Dramaturgia, Dirección y Diseño Sonoro: Manuela Infante
Elenco: Marcela Salinas, Rodrigo Pérez, Aliocha de la Sotta

Diseño Integral: Rocío Hernández
Jefe Técnico, Visuales: Pablo Mois
Sonidista: Diego Betancourt, Isabel Zúñiga
Diseño audiovisual y Programación Sonora-Lumínica: Alex Waghorn
Coreografía: Diana Carvajal
Diseño Técnico de Sonido: Gonzalo Rodríguez
Investigación Teórica y Dramaturgismo: Camila Valladares
Colaboración Musical: Valentina Villarroel
Realización Escenografía: Amorescénico
Realización Utilería: Gabriel Seisdedos – Taller Madrid
Vestuario: Daniela Espinoza
Producción: Carmina Infante
Coproducción Centro Cultural Matucana 100, Fundación Teatro a Mil, NAVE y Parque Cultural de Valparaíso.
Financiamiento Fondart 2020

Matucana 100
Jueves a sábado, 20.00 horas; domingo, 19.00 horas.
Entrada general, $ 6.000; estudiantes y tercera edad, $ 3 .000.
Hasta 17 octubre 2021.