¿Qué perdemos cuando perdemos el sentido de la vista? ¿Cómo somos vistos? ¿Cómo nos insertamos en el mundo contemporáneo y su bombardeo de imágenes? Esas preguntas fueron parte de los cuestionamientos que Teatro Niño Proletario quiso poner en escena en su última creación, titulada “Preludio”.
La séptima creación de la destacada compañía cruza los testimonios de Jorge Becker, Luz Jiménez y Fabiola Campillai, quienes están perdiendo o han perdido su campo visual. Preludio es concebida así como una propuesta híbrida: obra audiovisual y también como una instalación inmersiva, bajo la dirección de Francisco Medina Donoso.
Su estreno es el 18 de octubre en la sala grande del Parque Cultural de Valparaíso, que actúa como coproductor del trabajo. “Preludio” cuenta con el financiamiento del Fondo de Creación y Producción Trayectoria 2019 de MINCAP.
La obra
Preludio recorre tres testimonios de personas que han perdido o están perdiendo el sentido de la vista: el del actor Jorge Becker, que estuvo ciego varios meses a causa de una grave enfermedad y ahora su campo visual es muy limitado; el de la actriz Luz Jiménez, quien debido a la edad (86) ve disminuida progresivamente su visión y, finalmente, el de Fabiola Campillai, víctima de trauma ocular ocasionado por una lacrimógena lanzada en su rostro.
La obra cruza sus testimonios con el texto original “Miedo a olvidar la luz”, del poeta Maximiliano Andrade, que reflexiona sobre los modos de ver, y se concreta como una producción audiovisual, una instalación inmersiva -con fotos de Paz Errázuriz- y un libro objeto. El estreno de los dos primeros formatos será el 18 de octubre en el Parque Cultural de Valparaíso, conmemorando los 2 años del Estallido Social en Chile.
Francisco Medina, integrante-fundador de Teatro Niño Proletario y director de “Preludio”, comenta que “la inquietud por el tema en la compañía parte en 2017, a lo que se suma que yo tengo familiares ancianos que han ido quedando ciegos, y otros que son ciegos de nacimiento. Investigamos sobre los modos de ver hoy en día. Por una itinerancia debimos suspender el proyecto en marzo 2019, luego nos encontramos con el estallido social y los traumas oculares, el proyecto tomó otra dirección. Investigamos los modos de ver y ser visto, donde las frases de no lo vimos venir, yo nunca había visto tanta miseria, o yo no sabía que existía tanto hacinamiento, evidencian maneras de ver. Nos preguntamos qué estamos invisibilizando como sociedad, qué no queremos ver”.
El proceso creativo
En el proceso de creación, además de entrevistarse con los protagonistas el equipo se asesoró con Jorge Díaz, biólogo y autor del libro “Ojos que no ven”; y con el historiador Hugo Rueda, chileno radicado en Canadá, autor de la investigación “La Nación en Exhibición. Museos, Galerías y Exhibiciones en Chile durante el siglo XIX”.
Daniela López Luco es la cineasta responsable de la puesta en pantalla. La obra no se podía hacer de manera convencional porque el elenco es de alto riesgo, como explica Medina: “Para grabar hubo que hacer una burbuja sanitaria extrema, lo que logramos en agosto pasado. Originalmente era una obra de teatro y ahora es una obra audiovisual, filmada en tiempo presente, sin segundas versiones”.
En el último tramo se sumó Paz Errázuriz -reconocida fotógrafa que ya había trabajado con la compañía- para realizar un registro visual del elenco en las ruinas del Cine Arte Alameda, un espacio hecho para la mirada, y que ahora, es sólo cenizas de ello. El resultado son siete enormes fotografías que forman parte de la instalación inmersiva.
Monólogos, imágenes, movimiento y sonoridad
Sobre los monólogos, Francisco Medina precisa que logró reunir el material en tres textos que se van entrelazando. “Hablan de la imagen y el virus, en el caso de Jorge Becker; la imagen y el tiempo, el caso de la Luz Jiménez; y la imagen y el poder, en el caso de Fabiola Campillai. Esas son las tres grandes líneas de trabajo. El sonidista, Carlos Barros, hizo un trabajo de edición muy delicado, al permitir registrar las voces de los intérpretes”
En las imágenes grabadas de los protagonistas hay dúos y solos, y si bien existen secuencias de movimiento, lo más presente son las improvisaciones en el espacio escénico. “Se trata de un ejercicio fragmentado, como es la realidad de la memoria y la visualidad de los intérpretes. Trabajamos con esa dificultad. Fragmentos de esos brillos de luz.”, dice el director.
A los movimientos se suma la música de Daniel Marabolí y la sonoridad de los elementos, del plástico, del agua, grabados en vivo con alta fidelidad.
Francisco Medina cree que “Preludio” es una invitación a valorizar el sentido de la vista, y también todo lo que estamos perdiendo día a día en el mundo en que vivimos. “La obra es la valorización del ojo en la contemplación y eso también genera la idea de la memoria, qué recordamos, qué estamos dejando de recordar, qué estamos mirando, dónde estamos poniendo el foco”, puntualiza.