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"Chascas" Valenzuela recuerda a Tomás Vidiella: "No me repongo y creo que nunca me voy a reponer"

24 marzo 2021 | 12:26

“Pocos de nosotros somos lo que parecemos”. Con esta cita de la británica Agatha Christie, leyenda de la novela policiaca, comienza el primer episodio de “¿Quién mató a Sara?”, la nueva serie de Netflix y la primera escrita íntegramente por un chileno: José Ignacio “Chascas” Valenzuela, firma insigne de las teleseries locales y escritor latinoamericano multiventas.

“Fue muy retador para mí también. Significó aprender a escribir de nuevo. Para alguien que venía de la escuela de escribir 100 capítulos pasar a escribir 10, no fue algo fácil, significó un proceso enorme. Y el proceso de escritura fue larguísimo: esos 10 se escribieron en más de un año”, cuenta el guionista a BioBioChile sobre la trastienda de la historia, que trabajó junto al ejecutivo de Netflix y también escritor y productor Roberto Stopello (“La reina del sur”).

En “¿Quién mató a Sara?” la trama sigue los pasos de Álex Guzmán (Manolo Cardona), un mexicano que es encarcelado durante 18 años por el asesinato de su propia hermana, acontecido en el seno de una influyente y millonaria familia.

Tras salir del presidio, Guzmán inicia una venganza que lo llevará a enfrentar a quienes fueron sus amigos en el pasado, y a la familia de la expareja de su hermana.

“Ese proceso de hacer retroceder y volver a cambiar, de ir en el capítulo 8 y decir no, tal vez en el capítulo 1 debería decir tal cosa, fue algo fascinante. Es muy poco habitual tener todos los capítulos escritos a la hora de empezar a producir: te da una posibilidad de trabajar con mucha mas precisión y filigrana en ese sentido. Para mí, “¿Quién mató a Sara?” fue una experiencia inédita, única, que espero que se repita, pero si no, no importa, ya la tuve y marcó un hito en mi carrera”, resume.

Como fan de las novelas policiales (y sobre todo de Agatha Christie), el chileno se escabulló por los trucos del género dotándolos del sello de esta época. “La novela policiaca clásica es una novela que funciona en base a clichés, y sobre todo en base a clichés de personajes. Una de las cosas que intenté hacer fue evitar que mis personajes fueran unipersonales, que estuvieran ahí simplemente para cumplir una función en la trama policial”.

En la misma línea, siguió el “secreto” de la autora inglesa: “Sus historias funcionaban, y funcionan todavía, por algo es una de las escritoras más leídas del mundo. En las cosas que hacen atractivas sus historias, no es que se resuelva el acto del asesinato, si no que lo que se está resolviendo es la dinámica humana que ese acto del asesinato generó, y eso para mí era lo valioso. Eso me permitía tener personajes tridimensionales que tuvieran a su vez sus propias historias personales, independiente del asesinato o del crimen que se estaba contando”.

A pesar de cualquier similitud con series o teleseries de nombre o temática similar (“Estoy seguro que los espectadores van a encontrar un paralelismo con otras”), Valenzuela asegura que sus referencias fueron netamente literarias, pero también de la vida contemporánea.

Parte de lo anterior se refleja en algunos de sus personajes principales: por ejemplo, los “malos”, que en “¿Quién mató a Sara?” nunca están del todo claros. “Fue ese un ejercicio un poco a propósito, que tiene que ver con esta nueva maldad a la que nos estamos enfrentando los seres humanos. Y que tiene que ver con estos ‘poderosos’ que han vivido y siguen viviendo en libertad absoluta”.

“Para ellos no hay castigos: para ellos hay clases de ética (ríe), por decirlo de alguna manera. Para ellos no hay cárcel nunca: para ellos hay perdonazos. Para ellos hay leyes especiales, hechas para ellos. Y esa nueva maldad a la que nos estamos enfrentando es mucho más peligrosa, porque esa nueva maldad sale en las páginas sociales de los periódicos, tienen fundaciones para fomentar la escolaridad en zonas rurales. Esa nueva maldad es sonriente, es guapa, es carismática, conversa en Twitter con la gente. Es mucho más difícil de identificar y es mucho más seductora de caer en ella.

(P): Es un factor que atraviesa a los villanos de esta historia…
(R). Traté de darle eso a estos villanos, y cuando digo villanos también aclaro que en “Sara” no sabemos quiénes son los villanos todavía, porque a lo mejor los villanos que parecen villanos no lo son, porque aquí nada es lo que parece, pero en una novela policial clásica los villanos son vilanos por excelencia. Aquí traté de darle una ambigüedad mucho más grande porque es lo que vemos, en la prensa y en la vida diaria, y porque me parece más moderno y más siniestro. Es mucho más terrible.

Diste una entrevista a BioBioChile en 2020 que fue premonitoria, sobre cómo se iban a rodar las nuevas serie y películas A un año de la pandemia, ¿cómo crees que ha reaccionado la industria ante esta coyuntura?

(R): La industria reaccionó magníficamente bien. Hubo una parálisis inicial muy breve y rápidamente se siguió produciendo con unos niveles de estándar y calidad muy altos. Lo digo con conocimiento de causa por “Sara”: se alcanzó a grabar buena parte antes de la pandemia, pero hubo menos de la mitad, un parte, que se grabó después, y los niveles fueron impresionantes.

¿Quedará algo de esta nueva era en la TV y el cine cuando la pandemia pase?
(R): Estoy seguro que muchas de esas consecuencias las vamos a ir viendo en el futuro. Hemos explorado temas, mucho menos parafernálicos, donde a lo mejor para hacer una escena más entretenida hacíamos que explotara algo: hoy nos hemos dado cuenta que es más poderoso que hayan dos personas con una buena conversación y que eso puede ser aún más fuerte. Ese tipo de descubrimiento, creo que eso va a perdurar. En mi caso, he descubierto que eso es lo que quiero seguir explorando. Esa intimidad… Esto es como cuando un cantante no tiene buena voz y recurre al humo, los lázer, a un cuerpo de baile, a una dinámica que disimule esa falta de voz. Pero cuando eres Edith Piaf y tienes un vozarrón y solo lo que necesitas es un micrófono y abrir la boca, bueno… La pandemia nos enseñó que son tiempos más de Edith Piaf que de cantantes de humo.

En redes compartirse tu dolor por la muerte de Tomás Vidiella. ¿Cómo asimilas su partida y las consecuencias en que se gatilló (trabajando con 83 años en una obra de teatro presencial)?

(R): La muerte de Tomás me sigue afectando muchísimo. Yo con Tomás trabajé muchas veces y no sólo eso, nos quisimos mucho. Yo adoro a Tomás, lo seguiré queriendo toda la vida. Lo conozco hace 25 años. Nunca me olvidaré, nunca, que en la primera telenovela que hice, Amor a Domicilio, una de las primeras personas a las que contrataron fue Tomás, a quien yo admiraba desde antes. Yo me acuerdo de chico de haber escuchado a mis papás hablar de Cabaret Bijoux, que era una obra de teatro famosa emblemática de Tomás Vidiella que hizo en su teatro El Conventillo. Y me acuerdo cuando se abrió la puerta y entró Tomás Vidiella para presentarse conmigo para contarme que iba a hacer el personaje de Gaspar. Yo me quedé sin voz, no sabía qué decirle. Era como estar frente a un prócer.

Hicimos varias cosas juntos, y no me repongo de la tristeza. No me repongo y creo que no me voy a reponer, como nunca me repuse de la muerte de Rebeca Ghigliotto, de Luci Salgado, que son personas a las que adoré, con quienes trabajé; supongo que son tristezas que no se van nunca.

Encuentro muy complicada toda la situación que se está viviendo en Chile respecto al covid-19. Porque desde la distancia la encuentro muy poco clara. Lo que se puede hacer y no se puede hacer. Encuentro contradictorio que estén cerradas ciertas cosas y otras no, que cierren gimnasios y abran los mall; que hayan comunas en cuarentena y otras que no… Resulta muy confuso para mí desde el extranjero.

Desde ahí, de Estados Unidos, verás el proceso constituyente, del que has participado a la distancia. ¿Cuál es tu sensación hoy frente a este proceso?

(R): Voté por el Apruebo y ahora no puedo votar, porque no lo permitieron, pero lo estoy siguiendo muy de cerca. Parte de la solución, de este nuevo Chile que todos soñamos necesita una nueva constitución. Incluso en lo contradictorio que parece, que muchas personas que hoy van como constituyentes se hayan opuesto, y que me parece absurdo que ahora estén presentándose para cambiar la constitución, pero así asumo que hasta ellos están conscientes que hay que partir armando una constitución que nos sirva y responda las necesidades de los chilenos, y que sea reflejo de esta nueva sociedad que somos. Los productos audiovisuales son producto de la sociedad que los produce, y en Chile tenemos una constitución que no se parece, que no responde a los problemas, necesidades y conflictos a los que esa constitución está sirviendo, por lo tanto hay que cambiarla. Estoy ilusionado, y al mismo tiempo muy alerta.