La película Tengo miedo torero, basada en el libro homónimo de Pedro Lemebel, ha tenido un gran éxito de ventas de entradas en su estreno virtual el fin de semana pasado.
La película dirigida por Rodrigo Sepúlveda Urzúa (Un ladrón y su mujer -inspirada en cuento de Manuel Rojas-, Padre nuestro, Aurora) aborda la historia de “La cuando no, la cuando nunca, la Totó, la Teté… yo no tengo nombre” (Alfredo Castro), un travestí que sobrevive haciendo bordados y del comercio sexual, y Carlos (Leonardo Ortizgris), un integrante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, los días previos al atentado a Pinochet.
Tengo miedo torero es una buena historia basada en la novela de Pedro Lemebel (1952-2015), un escritor y artista visual muy querido que supo abrirse y abrir espacios para la cultura popular y sectores LGTB. Un escritor que destacó por sus crónicas y un uso brillante del lenguaje de marginales.
Tengo miedo torero cuenta como protagonista a un actor chileno querido y, tal vez, el más talentoso del momento, como es Alfredo Castro (Tony Manero, Los perros, Banco en blanco, Príncipe).
Tengo miedo torero cuenta, además, con buena banda sonora, a cargo de Pedro Aznar, gran conocedor de la música latinoamericana, que incluyó temas de la “cultura cebolla” (tan citada por Pedro Lemebel), incluidp el que da el nombre al libro y el film.
Todo lo anterior, hace de Tengo miedo torero una buena invitación para internarse en el mundo de Pedro Lemebel, de homosexuales y travestis, de cultura popular. Y para admirar, una vez más, una gran actuación de Alfredo Castro, exhibiendo su versatilidad, capacidad de encarnar personajes tan diversos con sensibilidad y profundidad.
Hasta ahí lo bueno, en una cinta que se sostiene en los textos de Lemebel y la actuación de Alfredo Castro, pero no maneja bien los tiempos, las tensiones y el clímax, con un lenguaje cinematográfico limitado. Y que escabulle el tema político, siendo central para tensionar la relación sentimental que se empieza a forjar.
“Dicen que no hay comunistas maricones… Estoy vieja para salir corriendo detrás de un sueño”.
La potencia de Alfredo Castro brilla a pesar de un Carlos débil y desdibujado, de una dirección que no supo domar o torear una historia que invita a tener la desfachatez de Pedro Llemebel. Hasta el sexo y el atentado son aburridos, pacatos.
En Tengo miedo torero los que hacen un homenaje de Pedro Lemebel son Afredo Castro y Pedro Aznar (además de detalles de la escenografía, el maquillaje, etc).
“Yo no tengo amigos, ¡tengo amores!”, dice Alfredo Castro, hacia el final. Da la impresión que hubo muchos amigos y faltaron amores en Tengo miedo torero.
“A mí también me falló el atentado”, remata Alfredo Castro, en un final desdibujado, con una cámara extraviada, estática.