En Blanco en blanco Pedro (Alfredo Castro) es un fotógrafo que llega a una hacienda en la Patagonía para fotografiar el matrimonio de Mister Poter, el enigmático dueño, con una ñina. El encargo se alarga porque Mister Porter está muy ocupado y el matrimonio no tiene fecha fija. Entonces le encargan a Pedro hacer otras fotografías, esas que inmortalicen a estos hombres rudos y toscos “haciendo patria”, asesinando selknam.
De una gran belleza, con imágenes sobrecogedoras, y una gran actuación de Alfredo Castro, Blanco en blanco muestra un ambiente agresivo, violento, en medio de una naturaleza hermosa, pero hostil. Un lugar de dominación, donde el más fuerte pone las reglas, las condiciones, dice lo que se debe hacer y decide lo que deja hacer.
Ambientada en la Patagonia a fines del sXIX o principios del sXX, en plena matanza y exterminio de los selknam, habla de una sociedad en extremo autoritaria y machista, donde sólo manda el poder, el dinero, la fuerza, fuerza bruta muchas veces.
Un ambiente donde las mujeres son casi decoración, y las indígenas objetos a utilizar o vender, muertas.
En contraposición, están las necesidades afectivas y sexuales -siempre o casi siempre insatisfechas-, las mujeres como algo anexo, secundario, y los selknam, que deben ser útiles -como todo y todos, en ese contexto- o ser eliminados.
La cinta de Théo Court, con ambientes que atraen y sobrecogen, toma un periodo muy importante de la zona, con hechos de los que Chile no se ha hecho del todo cargo. Una matanza de la cual el Estado fue cómplice o, al menos, encubridor donde se eliminó un pueblo enigmático y fascinante, por la capacidad de sobrevivir en un clima tan adverso, por sus ritos, sus pinturas y sus cantos.
Blanco en blanco tiene la virtud de poner el tema en forma directa, chocante en la banalización del crimen, del exterminio, de la belleza de sus imágenes (fotografía del canario José Alayón) y la actuación de Alfredo Castro, y una música (Jonay Armas) que aportan al ambiente, a la historia.
Blanco en blanco queda al debe con una historia un tanto desestructurada, un manejo del sentido del tiempo -o la ausencia de sentido del tiempo- que no está bien resuelto, al incorporar escenas y detalles que no aportan (como el espíritu emplumado o la indígena pintada), como dejar muchos cabos sueltos.
Queda al debe al no mostrar el sentido de la ocupación territorial y el exterminio, las motivaciones económicas vinculadas a la ganadería, lo que significó eliminar los camélidos que cazaban los selknam obligándolos a cazar ovejas para sobrevivir. En Blanco en blanco no se ve una sola oveja, ni caballos. Es posible que haya sido una apuesta del director, pero le quita sentido y posibilidad de comprensión a ese periodo tan nefasto.
En resumen, una película que vale la pena ver, tanto por Alfredo Castro, la belleza de las imágenes como para mantener presente este exterminio perpetrado en Chile por los grandes hacendados (ingleses y chilenos en su mayoría) con la complicidad del estado chileno (y argentino, al otro lado de la frontera).