Antonio Lattuca afirmó que “el consumo es un acto político”, pues cuando alguien compra productos de los “Huertos Urbanos” de Rosario (Argentina), está optando por apoyar a familias vulneradas de la ciudad, por recuperar terrenos baldíos y por alimentarse mejor (sin químicos), no por el “mejor precio”.
Antonio Lattuca lleva trabajando 30 años en huertos urbanos, programa que tuvo gran auge en Rosario con la gran crisis que sufrió Argentina el 2002 (llegaron a tener 700 huertos). Esa idea, Lattuca la aprendió de mujeres que la habían implementado en Tomé, Chile, durante la crisis económica de 1982.
Creo que al consumir, al comprar algo o elegir un servicio, realizamos un acto político y cultural, porque detrás de él optamos por formas de producción, de relacionarnos, por fomentar o desalentar formas culturales, por integrar o aislar grupos humanos.
Nos han (habían) convencido que el “mercado” regula, que todo se rige por la oferta y la demanda, por los precios o por la relación precio-calidad. Esa concepción, como en su momento el modernismo, reduce la vida a una o dos variables, dejando muchas otras fuera. Una concepción del mundo que, en definitiva, reduce al ser humano en su diversidad y complejidad, considerándolo solo como un “cliente”, un “consumidor” que hay que “capturar” para obtener de él la mayor utilidad posible.
Sólo considera y trata de imponernos las variables útiles al lucro, a las grandes empresas, a un mundo donde lo económico es el único parámetro. Un mundo donde la Cultura, las identidades, los afectos son parte del “negocio”, o no existen.
Sin embargo, la realidad chilena nos ha demostrado que no es así, ya que, luego de decenas de años de libre Mercado, de neoliberalismo sin trabas, tenemos, por ejemplo, los medicamentos más caros de América y, al menos, mucho más caros que en muchos países de Europa. Y la electricidad es muy cara (a pesar de tener mucha energía solar barata), los alimentos son caros, la salud es cara, y un largo etcétera es caro.
Si todo lo anterior, siendo caro, permitiera una sociedad justa, sostenible ambientalmente, solidaria, respetuosa se las minorías, preservara sus Culturas locales y cuidara su Patrimonio, uno podría evaluarlo, pensarlo. Pero nada de ello sucede, porque gran parte del mayor costo es simplemente mayor lucro para unos pocos. Grandes trasnacionales y una pequeña élite económica local.
En tiempos de crisis y de cuarentena, antes de desesperar, bien vale respirar profundo, meditar, y reflexionar sobre cómo vivimos y cómo consumimos.
Quizás sea tiempo de ser más conscientes y hacer de nuestras ideas y concepción de sociedad coherentes con nuestra forma de vivir y de consumir.