Mónica Echeverría fue, ante todo, una mujer de principios claros y una gran luchadora, de esas personas cuya consecuencia causa admiración, incluso en muchas personas contrarias a sus pensamientos e ideas.
Nacida en 1920, esposa de Fernando Castillo Velasco (Premio Nacional de Arquitectura 1983, cuatro veces Alcalde de La Reina y Rector de la Universidad Católica en plena Reforma Universitaria), sobre quien tuvo una importante influencia, Mónica Echeverría procedía de una familia aristocrática: era nieta de Eliodoro Yáñez, con quien vivió, de niña, ocho años durante el exilio de este en París (en la dictadura de Ibañez).
Mónica Echeverría asumía su origen, pero eso no le impidió asumir claras posturas feministas, a favor de la democracia durante la dictadura de Pinochet o denunciar los abusos una vez recuperada la democracia.
Con una vida agitada, tuvo que sufrir la muerte de un hijo en un accidente de tránsito y el que su hija Carmen (documentalista, creadora de “La flaca Alejandra” y “Calle Santa Fe”, entre otros), pareja de Miguel Enríquez cuando éste fuera asesinado por la DINA, estando embarazada de éste, perdiera el hijo.
Fue fundadora y parte fundamental de “Mujeres por la Vida”, un grupo transversal que logró romper con las divisiones partidarias y usar herramientas novedosas de lucha, como fue la famosa “Operación Chancho”. Este movimiento fue una muestra concreta de una forma “femenina” de hacer política.
Echeverría participó en teatro (fue fundadora del Ictus), fue académica y escritora. En su último libro, “Háganme callar”, denunció a diversos personeros de izquierda, acusándolos de traidores de sus ideales y de la democracia, anunciando la actual crisis política y social.
Mónica Echeverría decía lo que pensaba en forma directa y actuaba en base a una ética que no transaba.
Fallecida el 3 de enero pasado, a los 99 años, sus funerales se realizarán hoy a a las 11:00 horas en el Campus Oriente de la Universidad Católica.