El artista visual y taxidermista cuestiona las políticas culturas de Chile y habla del trabajo que significa mantener espacios independientes como el Centro Experimental Perrera Arte, que encabeza desde hace 24 años.
Por Fernanda Martínez Leal
Hace un par de meses apareció un cachorro de más o menos un año de edad amarrado a un árbol en el Parque de los Reyes. Una mezcla de akita que fue adoptado por el Centro Experimental Perrera Arte luego de que se hiciera evidente su abandono a pocos metros de su entrada principal. Hoy, Dante camina de un lugar a otro buscando algo que morder. El artista visual Antonio Becerro, fundador y director del espacio cultural, lo calma con unos enormes huesos que guardó exclusivamente para él en la cocina, los que el imponente ejemplar destruye en menos de un par de minutos.
Reconocido por su particular y polémico estilo como taxidermista y gestor cultural, Antonio Becerro ha llevado adelante este proyecto desde su fundación, “cuando, producto del diseño del naciente Parque de los Reyes, el municipio de Santiago decidió entregar este recinto a los artistas para su recuperación en un sector definido entonces como crítico en términos de seguridad. Nos pasaron una ruina y hoy, casi cinco lustros después, podemos decir que hemos levantado un bastión para el arte, particularmente de aquellas expresiones que no tienen cabida o, simplemente, no quieren ser parte de los circuitos oficiales y comerciales”, explica el artista.
Luego de forcejear un rato, Dante se aburre y acuesta en un sillón. Becerro reflexiona en voz alta lo paradójico de que descanse en los mismos cimientos donde hace más de 90 años se inauguró el primer horno crematorio eléctrico de basura del país, el que luego, para controlar la población canina de la ciudad, pasó a ser la Perrera de Santiago, donde probablemente este akita no hubiese vivido muchos días. No obstante, el “pequeño grandulón” descansa sin preocupaciones entre las mismas paredes que desde hace 24 años han acogidos a cientos de artistas, obras y exposiciones.
-En 1927 se inaugura este espacio como un horno crematorio y pocos años después pasa a ser la temida Perrera. ¿Qué te atrajo de este espacio?
-“Lo inhóspito de la ruina. Es un espacio gélido y exigente para crear. Partir desde los escombros no era nada de malo para esa época. En 1995, levantarse y producir desde la ruina era muy simbólico después de salir de la dictadura.”
-¿Cómo era ser artista en esa época?
–“La verdad es que lo pase muy mal, pero también conocí gente y aliados muy potentes. Era un joven sin prejuicios y me encantaba pintar en la calle, compartir ideas y hacer planes con mis pares, que eran todos artistas de vocación, autodidactas y estudiantes activistas. Visto ahora desde la distancia, el arte fue mi escape y una estrategia de supervivencia a los oscuros años de la dictadura. Me refiero al autocultivo y la gestión. Pertenecía a una escena de artistas muy extremos y disidentes de todo.”
-¿Qué representa para ti la Perrera?
-“Es mi obra maestra, es un territorio/obra. Para mí es un dispositivo que articulado funciona como un zurcido social, el que a veces evidencia sus costuras. Su método de expansión se completa con el otro. Su plan de gestión es la integración; los costos profesionales y la inversión han sido absolutamente de nuestro bolsillo. La Perrera es un proyecto de arte que involucra complicidad, memoria, una posible identidad local; no nos aferramos a una terapia de consecuencia militar o militante. Es un proyecto desprejuiciado, tampoco es el raspe y gane. Este lugar, en condiciones de ruina, ha sido recuperado por artistas y administrado por uno de ellos.”
-¿Qué caracteriza a este proyecto?
-“Son muy interesante los conceptos que convierten a la Perrera en un sitio icónico: sus contenidos, la edición de nuestra página web, su perseverancia en una curadoría ajustada al espacio, la insistencia en las residencias con resultados de obra, en las que por cierto fuimos los pioneros. Destaco la restauración paulatina y constante de su arquitectura, que representa un patrón de ADN para todo lo que aquí ocurra.”
“Son decenas las memorias y tesis de grado que los estudiantes de diversas carreras han realizado al respecto, porque no se trata de dejar como nuevo un edificio, sino de rescatar sus numerosas preexistencias, de saber conservar las cenizas, los ladridos de espanto, las energías que aquí se consumieron y saber convivir con ellas ahora y en el futuro. Cuando vinieron los coreógrafos franceses Claude Brumachon y Benjamín Lamarche a montar “El testigo”, inspirado en Kafka, se paseaban de un lado a otro y repetían: “Este lugar fue hecho solo para nosotros, solo para nuestra obra”. Esa percepción es emocionante, considerando que, durante muchos años, ellos tuvieron a cargo un centro cultural en lo que había sido una iglesia en Nantes.”
-En estos días se decide el Premio Nacional de Arte, ¿qué piensas sobre ese premio?
-“Es muy curioso que un premio determine el éxito o el fracaso de una obra. A veces me da vergüenza eso de la vanidad del artista y su personalidad hiperventilada. Los premios nacionales de arte son como un bono de jubilación, así que hay que cuidarse cuando tus amigos empiezan a hacer circular listas de apoyo. En la Perrera nunca hemos estado preocupados de eso, para nosotros constituye una especie de espectáculo, es algo divertido para ver cómo se mueven las fuerzas diestras y siniestras de la patria: los masones, los cristianos, los comunistas.”
“Pero en verdad tenemos otras urgencias: la estimulación artística temprana en los jardines infantiles del sector; el apoyo a los jóvenes creadores, los más desprotegidos por este modelo o la posibilidad de sorprender, de cuando en cuando, a los vecinos del barrio. No tiene ningún sentido seguir aplaudiéndonos entre nosotros, esa es una farsa, un ritual monstruoso, que solo puede llevar a la autodestrucción, al aniquilamiento genético del arte.”
“En general, creo que los premios de cualquier tipo, pero principalmente los que tienen una consideración monetaria detrás, deberían entregarse a muchos artistas en su edad fértil de producción, para que el estímulo económico tenga un efecto estético, de generación de obra, en la escena local o internacional, según se escoja. El problema es que los burócratas de distinto signo, los habitantes de los ministerios, no tienen visión de aquello.”
-¿Por qué el Estado chileno no apoya un proyecto como el de ustedes?
-“Todo el mundo nos pregunta lo mismo, es inevitable. Cuando empiezo a responder me doy cuenta que me enredo y comienzo a inventar una respuesta idiota a partir de reuniones infructuosas con autoridades y funcionarios de turno. Lo cierto es que no calzamos en el negocio, no somos parte de un partido político que nos represente y nos consiga créditos. No somos parte de la familia, como dirían los mafiosos.”
“Cuando pudieron hacerlo, tuvieron miedo y nos corrieron a un lado por no militar y no hacer lobby. Los que estaban en posición de tomar la decisión de apoyarnos se movieron en su propia endogamia y, entre sus amistades, de forma sumaria, hicieron como Julio Ponce Lerou: expandieron únicamente su territorio a cualquier precio, sobre y bajo la mesa. Así sacaron a Andrés Pérez de Matucana 100 y así, con sus leyes a la medida, como una empresa cualquiera, aparece el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Cerrillos, un fracaso financiado con plata de todos los chilenos.”
“Y así, en la misma lógica, prometieron un canal cultural de televisión, cuyo presupuesto ha ido a parar a los sueldos millonarios de la farándula y al hoyo sin fondo del endeudamiento de Televisión Nacional de Chile. ¿Ensayo y error? ¿Cultura para los culturosos? ¿Cuál es su diseño? Tiendo a creer que más bien se trata del triunfo de los mediocres, de los “seres sin atributos”, como bien los describía Raúl Ruiz, quien, ya en 1974, con “Diálogos de exiliados”, recién saliendo del Golpe de Estado, recién llegado a París, anticipó la infamia que hoy nos devora. Recomiendo esa película a los jóvenes.”
-¿Qué mantiene viva a la Perrera?
“-Es difícil obtener algo y es todavía más complejo mantenerlo en esta maldita y escurridiza vida. No se puede negociar con el humo. Yo diría que ese es el principio, lo demás es un plan de trabajo y gestión. Tenemos el método pero he aprendido a simular y a ser egoísta, así que no quiero compartir ese método; si lo digo, estaría violando la confidencialidad.”