Cold War es una película de gran belleza estética: en blanco y negro, con un formato que se acerca al cuadrado (como ciertas fotos de los 50, época en que se sitúa la historia), con tomas de composiciones perfectas.
Todo ello para relatar una intensa historia de amor atravesada por el desencuentro, la precariedad de postguerra, el peso -y el control- de la dictadura comunista y el exilio, ese en el que se sobrevive y se pierden las raíces, ese vínculo intenso (“materno”) con los demás, con el entorno, con la tierra.
La película parte con dos hombres (donde está el protagonista) y una mujer que a fines de los 40 recorren Polonia grabando cantos populares campesinos, en una búsqueda de la identidad, de las raíces, para poder reconstruir el país después de la Segunda Guerra Mundial.
Luego llegan a un gran palacio semi-destruido para crear un gran conjunto folclórico. Entre los postulantes está de quien se enamorará el protagonista.
Todo podría ser fácil. Pero pocas cosas son fáciles en dictadura, menos en los ámbitos creativos e intelectuales. Entonces, después del éxito del grupo folclórico, surgen las imposiciones del poder político para que el grupo incluya temas con marcado contenido pro-gobierno.
Luego viene el escape y el exilio del protagonista que se radica en París, pero las ventajas de la “ciudad luz” no compensan la tristeza y melancolía que produce el exilio.
Cold Ward es una hermosa e intensa película que abarca de manera elegante -a ratos poética- temas como el exilio, la identidad y raíces, la manipulación política del arte y de los creadores, entre otros.
Un respiro en la cartelera. Gran película.
Cold War (Polonia/Francia/Reino Unido, 2018)
Dirección: Pawel Pawlikowski
Guión: Pawel Pawlikowski y Janusz Glowacki
Elenco: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Agata Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balibar, Adam Woronowicz
Fotografía:Lukasz Zal
Edición: Jaroslaw Kaminski
Duración: 88 minutos