Luigi Zoja (1943), sociólogo y analista junguiano, entrega en este libro una historia psicológica de la paternidad elaborada desde la historia de Occidente, en especial desde el mundo greco-romano.
En algo más de 340 páginas, más imágenes, notas y bibliografía, Zoja desarrolla la evolución del rol del hombre, desde su pasado remoto pasando por Grecia, Roma, el cristianismo, las Revolución Francesa y la Revolución Industrial, las grandes guerras y dictaduras del sXX para llegar a nuestros días.
La mirada de Luigi Zoja es profunda, en especial en el largo análisis del rol masculino en la Grecia Antigua como en Roma, analizando la Ilíada y la Odisea para la primera, y la Eneida para la segunda, como base de una construcción cultural que empieza a cambiar con el cristianismo.
En esencia, Zoja plantea que, más allá de las diversas teorías sobre la evolución de los seres humanos, la maternidad, que marca a las mujeres, es algo natural, lo que les ha permitido tener una evolución continua.
Zoja, en El gesto de Héctor, plantea que el desarrollo de los hombres ha sido a saltos, un desarrollo cultural -no natural- que no ha sido del todo asimilado, lo que explicaría las contradicciones internas de éstos, como son el ser cazador (agresivo, violento, combativo) y padre (dulce, cariñoso), entre tener una sexualidad desenfrenada (ligada a una etapa donde se competía por la hembra en celos) y la monogamia (un gran invento cultural que trajo algo de paz entre los hombres al no tener que competir por la hembra).
En relación a la monogamia, Zoja sostiene que >“fue una elección más que una renovación de la naturaleza. Los machos también retuvieron el impulso animal anterior hacia una sexualidad frenética, promiscua y cuantitativa, que el consumismo de nuestra época ha vuelto a alentar de forma civilizada” (pp 65).
Luigi Zoja sostiene, desde esta “prehistoria, historia y actualidad de la figura del padre”, que la conciencia de la paternidad es algo relativamente nuevo en los hombres, y que el patriarcado es una respuesta frente a la inseguridad de éstos sobre ese vínculo y en relación a la maternidad y las mujeres. En la Grecia Antigua se reflejó en mitos y dioses donde lo masculino era preponderante, y donde las mujeres eran receptáculos o la tierra donde germina la semilla del hombre.
La maternidad es algo natural, es una relación evidente que se da desde la fecundación. La paternidad es algo que puede comenzar después del parto, pero que nace de una elección y surge después de un reconocimiento mutuo entre padre e hijo.
En Roma, la relación padre hijo es la más fuerte. Era una relación que el padre elegía, era un derecho del padre “que alzaba al hijo”, lo que “tenía un valor de rito de paso, una cualidad psicológica que en la paternidad posterior se ha perdido” (pp194).
El gesto de Héctor avanza hacia el cristianismo, donde el hijo adquiere un rol preponderante, con un José infecundo, con una Iglesia Católica con sacerdotes (“padres”) y un Papa (que comparte etimología con la palabra padre) que no tienen hijos y donde la imagen de María adquiere cada vez más peso.
Desde ahí, la crisis de la imagen del padre se acelera con las revoluciones donde los hijos cuestionan a los padres, donde la igualdad resta autoridad a los procreadores. Y donde la Revolución Industrial y las ciudades hacen desaparecer a los padres que ahora trabajan lejos del hogar (a diferencia de los campesinos o los artesanos de antaño), en labores poco significativas: “Por primera vez en la historia el hijo se avergüenza del padre. No se trata de algo ocasional, siente vergüenza de tener padre y de ser su hijo. Eser día nace el problema de los hijos que no quieren crecer y, de este, directamente, la sociedad actual de adultos que intentan no serlo” (pp 213).
En este declive aparentemente sin retorno del patriarcado, se suman en el sXX, entre otras, las dos guerras mundiales (que antes de Vietnam restan todo valor mítico a la guerra) y >“esa regresión psíquica colectiva denominada “dictadura” que hiere de muerte al siglo” (pp 217). Dictadores, sean estos de derecha o de izquierda, que traen violencias y desgracias a contrapelo del desarrollo y de ideas igualitarias que vienen desde el Cristianismo y la Revolución Francesa. Con ello, por un lado se pierde el lado épico del guerrero que lucha por la patria (de padre) como del padre fuerte que pudiera conducirla.
Finalmente, Luigi Zoja plantea el traslado de la educación paterna a la educación desde el estado, institucional, reduciendo al padre en gran medida a proveedor, quedándole poco tiempo para dedicar a sus hijos.
“La retirada paterna se hace irreversible desde el fin de los ritos y de los mitos. Y esto no tiene nada que ver con el patriarcado o el matriarcado, sino, sobre todo, con la modernización. La ausencia material de los padres, entonces, depende en gran parte de la ruptura de las parejas; de una libertad que pertenece, a su vez, a la modernidad. Y la modernidad no es reversible” (pp 342)
Y vuelve la pregunta que atraviesa a buena parte de los padres: “¿Este es mi hijo porque lo he engendrado o porque lo he elegido?” (pp 343).
El gesto de Héctor es un libro para reflexionar sobre la paternidad, la familia y la sociedad actual, y cada lector sobre sí mismo y los suyos.
El gesto de Héctor
Luigi Zoja
Taurus, Penguin Random House Grupo Editorial
Santiago de Chile, febrero de 2018