“Cabros de Mierda” se titula la última película de Gonzalo Justiniano, un filme donde recoge cintas de su archivo personal para narrar el arribo de un sacerdote a la combativa población La Victoria en plena dictadura. Debutó en la última edición del festival de cine Sanfic, cuya avant premiere contó con la presencia de la Presidenta de la República, Michelle Bachelet.
Se trata de uno de los regresos cinematográficos más importantes del medio local. Su más reciente trabajo había sido “¿Alguien ha visto a Lupita?“, una producción de 2011 que tuvo a la actriz y cantante mexicana Dulce María (ex RBD, sobrina nieta de Frida Khalo) como protagonista.
En ese contexto, el cineasta abordó los últimos logros del cine chileno en una larga conversación con el portal AméricaEconomia, donde habló de directores como Pablo Larraín y de las historias que se están narrando.
En respuesta a si se considera un director “resentido“, Justiniano respondió: “Absolutamente. Hay gente en este país con un pavor terrible a la memoria, que tiene mucho problema con ella; es una especia de trauma (sic), de que las cosas que ocurrieron en el pasado no son convenientes de recordar. No tengo miedo de mirar hacia atrás y también para adelante.
Al momento de hablar de dos de los últimos filmes de Larraín, “Neruda” y “No“, ambos relacionados a la izquierda chilena (uno de los grandes temas en la cinematografía del hombre de “B Happy”), este fue enfático. “Esa película habla más de Pablo Larraín que de Neruda (…). (“No”) es una ficción, que un publicista hace la canción del “No” y por eso se va Pinochet… ¡Es una ficción total!“, apuntó.
Amenazado
En la misma entrevista, Justiniano se refirió a las reacciones que ha suscitado “Cabros de Mierda“, una producción que muestra imágenes que él mismo registró en la población La Victoria en 1983, bastión urbano emblemático de la resistencia a la dictadura de aquellos años. “Había dos visiones muy particulares: pobladores que nos ayudaban, pero también había dos o tres personas que si no teníamos cuidado nos iban a robar todos los equipos”, relató el cineasta sobre el rodaje.
“El ruido de las balas era normal. Ver niños muertos productos de una bala loca; eso me marcó mucho. Ahora, cuando estaba una cagada grande, ese era el momento de apretar el botón REC en mi cámara“, agregó el hombre detrás de “Sussi” (1994).
El autor también entró en una arista hasta ahora desconocida: las amenazas que ha recibido tras el estreno de parte de espectadores ideológicamente opuestos a la cinta. “Ahora último un tipo vía Facebook escribió algo así: menos mal que tengo un par de pistolas para usar con este Justiniano. Mucha gente quedó en la impunidad en Chile“, contó.
Sobre la impunidad de algunos colaboradores del régimen, Justiniano contó una curiosa anécdota. “Una vez me topé en el supermercado Jumbo con Álvaro Corbalán, ex comandante de la Central Nacional de Informaciones (CNI), insigne torturador y jefe de la policía represiva de Pinochet. Lo vi en un pasillo y me detuve a observarlo por un momento. Yo estaba como impactado. Él me miró de vuelta y corrí la mirada. Le pregunté por unas cosas de estantería donde él buscaba productos; él me respondió, pero fue todo muy tenso. No sé si me reconoció. Si lo hizo, interpretó bien su papel”, dijo.
Pero aquel no fue su único encuentro con agentes de los aparatos de seguridad de Pinochet. “También me encontré en el mismo local con Odlanier Mena, ex director de la CNI. Estaba con otro tipo con pinta de ex militar y su señora que alegaba: no podemos permitir esto, decía. Mena cumplía condena en la cárcel de ex militares de Punta Peuco y salía solo los fines de semana. Después supe que ese tipo se suicidó disparándose un tiro en la cabeza, en su casa“.
En el diálogo, el cineasta expuso sus intenciones de seguir filmando películas, a pesar que, según su visión, el cine no es un buen negocio para el bolsillo. Consultado sobre su mensaje para quienes creen lo contrario y para las nuevas generaciones de directores, fue enfático: “No es negocio el cine, dedíquense a otra huevada“.