Tras siete años, la Corte de Apelaciones de La Serena resolvió indemnizar a una familia, luego que fueran víctimas del cambio de su hijo recién nacido en en la maternidad del Hospital San Pablo de Coquimbo, un hecho que ocurrió en 1994.
En total recibirán 480 millones de pesos, correspondiendo 150 para la madre, y una suma similar para el padre y el menor afectado, más otros 30 millones para otro hijo de la familia, por el daño moral causado.
Consultados, en el Consejo de Defensa del Estado, quienes fueron los defensores del Servicio de Salud de Coquimbo durante el proceso judicial, fueron categóricos al señalar que este fallo era el definitivo.
El director del Servicio de Salud de Coquimbo, Ernesto Jorquera, lamentó lo sucedido con ambas familias, y precisó que pagarán, pese a que significara una merma en su presupuesto, destacando que algo como lo sucedido hace más de 20 años, “hoy día, gracias a los métodos, producto también de lecciones aprendidas, es poco probable” que se repita.
La historia
El 21 de septiembre de 1994, en la maternidad del Hospital San Pablo, dos mujeres dieron a luz y, producto de una negligencia del personal, sus bebés fueron cambiados por error. Y eran ellos Eduardo y Juan Pablo.
Por una parte, Juan Pablo iba a ser el primogénito de una familia de clase media acomodada, y por otra, Eduardo habría sido el segundo de una familia porteña de extracción sumamente humilde, quien además era el mellizo de otro recién nacido.
Carolina y Tatiana son las madres de los hoy jóvenes coquimbanos y quienes, sin saberlo, recibieron a bebés que habían salido de otro vientre. Carolina y su familia se quedaron con el pequeño mellizo, hijo de Tatiana, a quien llamarían Eduardo, y Tatiana cobijó al primogénito de Carolina, Juan Pablo.
Como en una telenovela, era la historia del “niño pobre”, criado por una familia de un pasar acomodado, y como contraparte, “el niño acomodado”, que creció en el seno de un núcleo familiar en condiciones de extrema pobreza.
La verdad tras un hecho fortuito
Con el tiempo, los dos niños crecieron y nunca cuestionaron nada ni imaginaron que estaban en el lugar equivocado. Sin embargo, un hecho fortuito permitió que la verdad saliera a la luz.
Fue en el año 2003 -según consigna el diario La Tercera, del 6 de abril de 2008- cuando Juan Pablo tenía 9 años y le detectaron una leucemia, cuyo tratamiento tenía un alto costo. Hasta ese momento, Tatiana se las había arreglado sola y con esfuerzo había podido sacar adelante a sus hijos, sin un padre que los apoyara, pero la coyuntura hizo que requiriera un apoyo económico.
Según consta en el expediente, del caso al cual diario El Día tuvo acceso de manera exclusiva, la madre “decidió demandar a quien creía que era el padre de Juan Pablo y su hermano mellizo”. Pero los resultados de los exámenes de ADN revelaron que ni Tatiana ni el demandado eran los padres del menor.
La respuesta llegó desde el Hospital en Coquimbo, cuando le dijeron que lo más probable era que su hijo hubiese sido cambiado por otro nacido ese mismo día. La mujer buscó ayuda y tras efectuar una demanda, el Primer Juzgado de Letras de Coquimbo ordenó que se ubicara a todas las madres que el día 21 de septiembre de 1994 habían dado a luz en la maternidad del recinto para efectuarles un examen y determinar quién era la verdadera progenitora del pequeño.
Ni Carolina, ni su esposo, Roberto, de acuerdo a lo consignado en documentos judiciales, quisieron acudir al examen cuando se les notificó en primera instancia, en septiembre de 2007, pero más tarde se sometieron y descubrieron que habían criado por 14 años, a quien no era su hijo biológico.
Tatiana dio curso a una demanda civil en contra del Servicio de Salud, exigiendo una indemnización de perjuicios, y un año más tarde llegaría a un arreglo judicial con el Servicio, recibiendo una compensación económica de 50 millones de pesos
“Ella (Tatiana) prefirió dejarlo hasta ahí, tal vez la carga emocional que implicaba algo judicial de más largo aliento, no valía la pena, ni para ella ni para el niño”, acotó un vecino en las afuera de la casa donde reside Tatiana junto al que crió como su hijo, Juan Pablo.
Hoy las familias se conocen y tratan de apoyarse. Tanto Eduardo como Juan Pablo intentan salir adelante del momento que les tocó vivir.