Fue en 2001 cuando la pequeña de 9 años Zubaida Hasan sufrió un grave accidente mientras cargaba una estufa con parafina al interior de su hogar, en un pequeño poblado de la provincia de Farah en Afganistán.
En un momento de descuido las llamas comenzaron a expandirse rápidamente, quemándole gran parte del cuerpo, cuello, rostro y brazos.
Debido a la gravedad de las heridas su padre decidió viajar por ayuda a Irán, país en el que la pequeña Hasan fue internada por 20 días. El diagnóstico de los médicos fue devastador: le dijeron que se devolviera a su hogar y que esperara la muerte de su hija. Sorprendemente, ella sobrevivió.
No obstante su apariencia tuvo un drástico cambio, resultando su cara literalmente “derretida”.
Su padre estaba decidido a cambiarle la vida a su querida hija, por lo que en febrero de 2002 pidió ayuda en una base militar norteamericana que se estableció en Kabul después de los atentados a las Torres Gemelas. Este hecho marcaría un antes y un después en sus vidas.
En este lugar, los médicos militares se contactaron con el Departamento de Estado de Estados Unidos de su gobierno, quienes a su vez hicieron las gestiones para que el caso de Hasan fuese visto por el doctor Peter Grossman, un cirujano plástico reconstructivo del The Grossman Burn Center, California.
De esta manera, y con la ayuda de la organización Children’s Burn Foundation (“Fundación de Niños Quemados”, en español), la niña pudo viajar a Estados Unidos para recibir un tratamiento en el prestigioso centro médico.
Zubaida llegó a vivir junto al doctor Grossman y su esposa. Además de las operaciones a las que se sometió, comenzó a recibir tratamiento psicológico y físico.
Aprendió a hablar inglés y empezó a asistir a clases por primera vez en su vida, en una escuela de California, al mismo tiempo que hacía de sus primeras amistades.
Durante un año la niña fue intervenida en 12 cirugías, y a pesar del poco tiempo, los cambios fueron asombrosos.
Pero luego de terminado su tratamiento, estaba lista para regresar a su país, y reencontrarse con sus padres y sus ocho hermanos a quienes no veía desde hacía 12 meses.
“Si me entero de que te casas a los 13, ya vas a ver”, le advirtió el doctor Grossman en tono de broma a la niña cuando llegó el momento de decir adiós.
El tiempo que estuvieron juntos los llevó a tener una relación muy estrecha, tal vez por el hecho de que el profesional no tenía hijos.
Cuando finalmente la niña llegó a Afganistán, su familia no podía creer lo que veían. Todos quedaron sumamente impactados por la asombrosa recuperación de Zubaida, quién sólo un tiempo antes había estado al borde de la muerte.
Este hecho fue ampliamente difundido en los medios norteamericanos durante aquella época, ya que sucedió en pleno apogeo de la invasión norteamericana en Afganistán.