El blog fue publicado originalmente en el sitio web de la revista Caras, por la periodista nacida en Curicó y radicada en Copenhague, Tatiana Ramírez.
Una de las cosas que me impresionó la primera vez que vine a Dinamarca fue lo caro que era. Siempre estaba ahí mi Chile, donde la plata rendía más… Claro que eso fue antes.
Hace unos días terminé de enrabiarme –y parecía una locura- porque compré arándanos chilenos en el supermercado, a un precio menor que el que pagan mis padres, hermanos y amigos que los compran en Chile. Increíble. Insólito. Impresentable… y otras tantas palabras con “i”. Una amiga me hizo ver el punto del transporte y la demanda y tiene toda la razón, pero creo que aún hay temas pendientes.
Ya antes me había sorprendido con la famosa colusión de las farmacias y ahora al leer sobre el presunto cartel de los supermercados con el papel higiénico y los pollos. Vi el llamado en las redes sociales a no ir a los súper el pasado domingo 10 de enero así es que decidí comparar los precios de varios productos: escogí varios de la web de uno de los grandes supermercados de Chile, como arroz, leche, huevos, detergentes y naturalmente los polémicos pollos frescos y el papel higiénico.
Casi me morí cuando me di cuenta de que ¡todo estaba más caro o igual! De muestra un botón: por arándanos chilenos el precio por kilo acá es de algo más de 10.084 pesos, mientras en Chile, está entre 10.792 y 15.920 (ojo que, en este caso, hay un tema de transporte que considerar). Si hay pollo en el menú yo pago acá por kilo aprox. 7.000 pesos por filetes de pechuga y 1.800 pesos por trutros cortos, mientras mi mamá en Curicó debe desembolsar 7.458 pesos y 2.290 pesos, respectivamente. En el caso del papel higiénico, los vikingos usan aprox. 2.200 pesos por 8 rollos, mientras los chilenos, más finos al parecer, cuestan 3.539 pesos, en rollos de semejante calidad.
¿Cómo es eso posible cuando estoy comparando precios de Chile con los de Dinamarca? Es decir, hablamos de uno de los países más caros de Europa, con precios que, en promedio, son 38% más altos que en el resto del continente.
Descubrí que en Dinamarca hay un Consejo para la Libre Competencia que vela porque las industrias y servicios no usen triquiñuelas y armen carteles para fijar precios ¿Por qué? Porque la competencia efectiva es importante para todos nosotros y porque si las empresas entorpecen el sistema se considera ilegal y es la sociedad completa la que se resiente, se reducen las posibilidades para nuevas empresas se establezcan, de ofrecer nuevos productos y servicios que sean innovadores.
Hace unos años, aquí en Dinamarca se destapó una colusión conocida como el “cartel de las inmobiliarias” y hasta hoy las empresas han debido pagar casi 3 mil millones de pesos en multas. Estudios muestran que cuando hay un cartel en el mercado, los consumidores pagan entre 10% y 50% más al año y esos son muchos millones salidos del bolsillo de una familia. De ahí que el mensaje es claro: penas de cárcel de hasta 6 años para los infractores y, en casos menos graves, multas que pueden llegar a significar hasta el 10 % de las ganancias.
Más allá del tema práctico, creo que hay dos grandes diferencias: una, la mala costumbre que tenemos los chilenos de alabar las “pequeñas” pillerías -es “choro” o “bacán” el que no pagó un boleto de Metro-, pero si eso se repite a diario y se multiplica por mucha gente, las pérdidas son enormes y de la pillería pequeña a la grande no hay mucha distancia.
Si un danés va en el tren o metro y, por la prisa, no marca su tarjeta, entra en pánico -casi literalmente-, y aunque no es frecuente que pasen conductores revisando los pasajes, es fijo que se baja dos minutos después, en la siguiente estación, para marcar su tarjeta o rápidamente compre un boleto con su smartphone. La lógica es clara: si uno no paga el boleto, es un fraude al servicio público y a la larga va a ser un perjuicio para todos ¿Ven la diferencia, verdad?
Lo otro es que en Dinamarca hay confianza en las instituciones y los consumidores juegan un papel muy activo y responsable vigilando los movimientos del mercado.
De momento, me gusta ver en las redes sociales como los chilenos están dando pasos para exigir transparencia… ¡por algo se empieza!