Las deudas del país con Violeta Parra –y con esa extensa y prolífica familia- son múltiples e imperdonables. El Museo Violeta Parra es una forma de recuperar esta artista popular, múltiple, diversa y de una intensidad y creatividad asombrosa.
Violeta Parra es una artista querida por muchos, lo que se refleja en los 22.000 visitantes que ha tenido el Museo en un poco más de un mes.
Pero el proyecto de arquitectura, su programa, su funcionalidad, a mi entender, de acuerdo a mi formación y experiencia (Arquitecto y diplomado en Administración Cultural), son malos. Mi intensión no es “destruir”, sino abrir una discusión sobre los espacios destinados a la cultura que permita aprender y, al menos, que los que se hagan a futuro incluyan aprendizajes de lo que se ha hecho.
Experiencia internacional
Ya a fines del S XIX se planteó la necesidad de hacer museos que consideraran tres tipos de espacios: los destinados a muestra permanente, los reservados a exposiciones temporales y actividades (música, charlas, etc) y aquellos dedicados a cafetería, venta de libros, recuerdos, etc.
Musée du Louvre (c)
Otro punto importante ha sido los esfuerzos por crear una imagen de los centros culturales que quede en la memoria, que sea fácilmente reconocible, recordable, identificable. La pirámide de cristal de Louvre es un ejemplo de cómo, un proyecto moderno, puede resignificar un Museo tradicional, dándole una nueva imagen.
Logo, Centre Pompidou (c)
Centre Georges Pompidou, www.thousandwonders.net
Un tercer punto ha sido la necesidad de “abrir” los museos, acercarlos a los visitantes. Para ello se han creado diversas estrategias, como facilitar actividades frente a ellos (notable el Centro Pompidou que creo una plaza ciudadana muy activa, o lo que pasa con los jóvenes que van a bailar al GAM), tener fachadas que permiten ver lo que pasa en el interior o instalar grandes gráficas, o tener funciones como cafeterías, librerías o ventas de souvenirs que acerquen a los visitantes, instalados como espacios intermedios entre el exterior y el interior (pagado muchas veces).
Danza en GAM, foto Riolab (c)
Finalmente –y es posible que haya otros puntos- el dinamismo de la vida, hace recomendable tener edificios que sean flexibles en sus funciones, que permita adaptarlos a cambios, a nuevas expresiones y necesidades. Esto se hace cada vez más necesario, dado el dinamismo de las tecnologías, de los medios de expresión y de las demandas y necesidades de los públicos.
El proyecto
El Museo Violeta Parra tiene una arquitectura muy rígida en términos funcionales, con recorridos poco fluidos, estrechos, que no permite flexibilidad de usos y de recorridos. Algunos recintos tienen formas que dificultan su uso. La pérdida de espacio en circulaciones y en lugares poco funcionales es importante.
Museo Violeta Parra, EM (c)
El Museo tuvo un costo de más de 1.600 millones y, en la práctica, cuenta con dos salas de exposiciones, una pequeña para mostrar un vídeo, una sala taller –muy deficiente- y una sala con unas 100 butacas, además de la cafetería. No tiene sala de reuniones y, aparentemente, tampoco tendría espacios adecuados para guardar las obras que no se exponen (una veintena, por el momento pero se espera que haya donaciones que aumenten la colección).
El Museo, con una forma caprichosa que no entiendo qué aporta y que seguramente subió bastante los costos, tiene una gran fachada de vidrio orientada hacia el sur la que es tapada por un entramado de mimbre instalado al interior de los termopaneles (entre ambos vidrios). En otras palabras, pone vidrios para taparlos y se cierra al exterior. Desde afuera –y salvo por el nombre y una gigantorafía- este edificio podría ser cualquier cosa, una empresa, oficinas… los materiales (pisos de piedra y hormigón a la vista, por ejemplo) y las formas no reflejan lo que debiera ser el Museo: Es una arquitectura “internacional”, insípida, que refleja muy poco el espíritu popular, local, chileno, campesino, de Violeta Parra.
El espacio destinado a venta de música (de Violeta, Isabel y Tita Parra) y libros es ridículo. Es imposible que ahí se pueda ofrecer una parte significativa de la obra de Violeta, de quienes la interpretan (como la notable producción de Los Jaivas) o de trabajos que estudian y analizan su legado e influencias, por mencionar un mínimo.
Para acceder a la cafetería hay que entrar al Museo (que desde principios de 2016 sería con entrada pagada), porque está ubicada dentro de éste, en un rincón. Con un agravante: el Museo se recorre en corto tiempo. El Museo expone un vídeo, algo más de una veintena de obras y tiene algunos lugares para escuchar música, pero con un sonido de mala calidad. Entonces las visitas son cortas y pueden ser más atractivas y accesibles otras cafeterías del sector.
Museo Violeta Parra, EM (c)
El proyecto hace un gran esfuerzo por tener un patio interior, un jardín para mirar (no para usar). Pero éste colinda con las propiedades vecinas, es decir mira lo peor de los vecinos: una ampliación tipo “mediagua”, fachadas grises y sucias de edificios gigantescos para la escala del jardín que lo dejan durante largos periodos en sombra.
Muchos de estos problemas ya los hemos visto en otros edificios dedicados a la cultura, como el Museo de la Memoria, Matucana 100 o la Biblioteca se Santiago… ¿cuándo dejaremos de repetir errores?
¿Cómo entender un Museo Violeta Parra donde casi no se puede escuchar a la artista y lo poco que se escucha se escucha mal? ¿Cómo se explica un museo donde las pocas fotografías de Violeta Parra no tienen textos explicativos del lugar, año y del fotógrafo que las tomó? ¿Cómo se justifica un Museo dedicado a Violeta Parra que no acoge a los visitantes, que se cierra a los exteriores? ¿Cómo se entiende un edificio que en nada –a mí entender- refleja o captura el espíritu de Violeta?
Después de visitar el Museo Violeta Parra que queda la pregunta: ¿Qué quieren mostrar de Violeta? ¿Cómo quieren mostrarla?
A Violeta la siento más viva en cantantes populares que escucho en la locomoción colectiva.
Fresia y Caupolicán 1964-1965, Fundación Violeta Parra (c)