Como expresión de un lenguaje escénico que busca innovar, “La modestia” que propone la compañía La Mafia Rosa tiene como soportes recursos bien conocidos y, a veces, efectivos.
La comedia -o tragicomedia- de enredos, escenografía realista y vestuario que evoca dos períodos bien distintos del relato, entre otras opciones.
Estrenada en 1999, en Buenos Aires, el texto del dramaturgo argentino Rafael Spregelburd (“Barrio Alto Acassuso”) trae dos historias independientes que involucran a ocho personajes, interpretados por cuatro actores y actrices.
El relato incluye una extensa batería de temas, como si el autor quisiera abarcar una especie de multiverso: mundos paralelos, actualidad, pasado, desfachatez en la vida de pareja, defensa de un inmigrante coreano, la burla de las leyes y los negocios sucios, aspiraciones y extorsiones políticas, sentimientos de abandono, desamor…
También angustia existencial, falta de talento literario, cierto suspenso, amenazas mortales (reales o supuestas), una enfermedad contagiosa y miedo.
Presente y pasado expuestos a toda velocidad, con un elenco que sale y entra golpeando puertas, cambiando de rol y vestuario, para describir un ambiente de principios del siglo XX y un presente reconocidamente contemporáneo.
Complejidades narrativas
El joven director Pasquinel Martínez (“Mujer de preñez húngara”, mejor montaje, XVI Festival de Dramaturgia y Dirección “Víctor Jara” 2014) asume con entusiasmo y energía una puesta en escena difícil, cuyo elenco también está iniciando una trayectoria artística.
Por otra parte, la obra requiere un grupo con más experiencia para enfrentar con plena efectividad y credibilidad los cambios de roles y de velocidad, tanto en los movimientos y diálogos de la parte contemporánea, como en la sugerente intencionalidad ralentizada que se asocia al tiempo chejoviano, en la historia que alude al pasado.
Así, el montaje va desgranando con evidente aire juvenil, conductas vinculadas a vicios humanos que deterioran o destrozan los vínculos entre las personas.
Ambiciones, avaricia, infidelidades, engaños, inmoralidades, conspiraciones, algunos valores positivos y mucho miedo recorren este montaje, en que con una estructura de conductas controladas se alude al pasado, mientras que el presente se dibuja con explosiones caóticas cotidianas y algo de absurdo e ironía, como teleserie en etapa de rupturas.
Importante es el trabajo escenográfico, por la laboriosa realización (alude al living de una casa) y porque sus tres puertas son también protagonistas.
El elenco entra y sale de escena de manera constante, siempre golpeándolas con fuerza, transformándolas en una “voz” fundamental para generar o acentuar un ambiente crispado.
Especialmente, cuando el segmento frontal de la escenografía cae hacia atrás, dejando a la vista un impensado jardín.
Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista
Fuente: BioBioChile http://www.biobiochile.cl/2015/09/02/critica-de-teatro-el-pelicano.shtml
Sala “Camilo Henríquez”. Amunátegui 31. Fono: 226 71 60 32. Viernes, sábado y domingo a las 20:30 horas. Entrada general $ 5.000; estudiantes y tercera edad $ 3.500. Hasta el 26 de Noviembre.