Durante los últimos 20 años se han evidenciado una serie de cambios en cuanto a la calidad de vida de la ciudadanía, cambios que han determinado en gran parte la prolongación de los años de existencia de las personas y que dicen relación, básicamente, con el incremento del nivel de ingresos, las políticas de salud pública, unida a los avances del conocimiento en tratar diversas enfermedades crónicas y las mejoras sanitarias.
El incremento generalizado en el poder adquisitivo ha hecho posible para miles de personas la oportunidad de acceder a una mayor cantidad y mejor calidad de bienes y servicios -los que permiten cubrir las distintas necesidades que surgen de acuerdo a cada grupo etario-, lo que se suma al progreso en materias de salud.
El cambio demográfico que está experimentando nuestro país, con una transformación en la estructura por edades que nos sitúa en una fase avanzada de la transición demográfica, ha llevado a un crecimiento sin precedentes de la población de adultos mayores, con tanta fuerza que ya se habla de la Cuarta Edad.
Al año 2020 el INE proyecta que la esperanza de vida de los chilenos en promedio será de 79,7 años, y que habrá prácticamente la misma cantidad de adultos mayores que de niños.
Lo anterior, sin duda, tiene un enorme impacto desde el punto de vista social, cultural y económico, el que se evidencia en crecientes necesidades en el área de la salud, la vida familiar, sobre el sistema de pensiones, y lleva a reflexionar sobre la definición de la calidad de vida entre los adultos mayores.
Es muy claro que las presiones son cada vez mayores sobre el gasto público y privado (de empresas como parte de las compensaciones a sus trabajadores, y familias) en servicios de salud. Un asunto pendiente, tanto en Fonasa como en las Isapres y seguros privados, es la bajísima cobertura de medicamentos, que lleva a un muy alto gasto de las personas en medicamentos, el mayor del mundo si lo expresamos como porcentaje de los ingresos.
Los especialistas de la Universidad San Sebastián, en el Instituto de Políticas Públicas en Salud (Ipsuss), nos hablan de los importantísimos cambios en el perfil epidemiológico de la población, el uso de tecnologías más caras, la necesidad de nuevas especializaciones en profesionales de la salud, modificaciones en tratamientos y medicamentos (que también suben el gasto en Salud), y que son parte de los desafíos que enfrenta el sistema.
Esto se suma a las crecientes necesidades en atención en sus hogares y en centros especializados, para adultos mayores que requieren cuidados especiales, ya sea en forma temporal (por accidentes vasculares, fracturas y otros), o permanente.
La situación exige modificar ciertas políticas públicas en relación a cómo se enfrentan los desafíos del envejecimiento de la población, y respecto a los factores que han incidido en la disminución de la natalidad en los últimos años. Eso tiene que ver con temas trascendentes, como el costo que implica la natalidad y el hecho que este recae, prácticamente, sólo en la madre, en un mercado laboral que ofrece escasas oportunidades de flexibilización de jornadas o de trabajo on line remoto, sin que eso afecte el ingreso o el ahorro previsional.
Desde el punto de vista laboral, por razones de ese cambio demográfico, es muy importante el trabajo y/o el ingreso de los adultos mayores.
Un estudio realizado recientemente por GFK Adimark, denominado “Radiografía de los adultos mayores en Chile”, determinó que 3 de cada 10 hogares en nuestro país son mantenidos por un adulto mayor y que en el 42% de los casos ese adulto mayor está actualmente trabajando.
El aumento en las expectativas de vida ha obligado a que muchos adultos mayores continúen desempeñándose en labores remuneradas, incluso después de las edades de jubilación establecidas actualmente. La imagen del jubilado que vive de sus hijos y no trabaja se ha convertido en eso, una imagen.
Producto del estilo de vida actual es que los adultos mayores de hoy presentan un nivel de sedentarismo bastante más bajo que el existente hace 20 años. Hay una inquietud notoria de este grupo por insertarse en la sociedad, de modo tal que sea posible satisfacer las distintas necesidades que poseen.
De todos modos, la prevalencia de enfermedades que se agravan con falta de ejercicios es muy alta. Como comentario adicional podemos señalar que la actual tasa de obesidad en todas las edades es muy alta, lo que no hace tener un pronóstico tranquilo en enfermedades crónicas, lo que, a su vez, impondrá un elevado costo económico para nuestras familias y el Estado.
La problemática que se genera es determinar si la sociedad, y el sistema económico, tal como se conoce, está preparada para el cambio demográfico que se está generando, pues no se conocen o no existen planes dentro de una estrategia integral para abordar este fenómeno, que impacta, como ya mencionamos, los servicios de salud, pensiones, infraestructura y otros bienes y servicios que son crecientemente demandados.
Hugo Lavados Montes
Rector Universidad San Sebastián