Los esqueletos de edificios incendiados durante las manifestaciones en Ferguson son un amargo recuerdo a un año de la muerte de Michael Brown.
La muerte del joven negro a manos de un policía blanco es una cicatriz de la violencia y los disturbios raciales.
Esta muerte, que ocurrió en la calle y a plena luz del día el 9 de agosto de 2014, dio nacimiento al movimiento “Black lives matter” (la vida de los negros importa) y reavivó las tensiones raciales en el país, con una movilización a escala nacional contra la violencia policial hacia los negros.
“Cuando ocurre algo como Ferguson, asistes a la explosión de jóvenes hombres y mujeres quienes se sienten tan desesperados e impotentes”, explica a la AFP Michael McMillan, presidente de la organización en defensa de los derechos civiles Urban league of metropolitan St. Louis.
“La gente se pregunta: ¿de dónde vienen esas personas?, ¿por qué no tienen empleo?, ¿por qué están tan enojados? Ellos estaban allí antes, pero nadie les prestó atención”, agrega.
Sin embargo algunos avances son perceptibles en este barrio suburbano de Saint Louis (estado Misuri), agitado por decenas de manifestaciones, noches de motines y convertido en símbolo de las tensiones raciales que incuban en Estados Unidos.
Los escombros de la gasolinera incendiada durante un brote de violencia fueron remolcados y pronto se construirá un centro de formación profesional de la Urban league.
La policía de Ferguson fue blanco de críticas principalmente por su racismo, que fue confirmado en un reporte del departamento de Justicia, y por sus métodos paramilitares en la gestión de manifestaciones, con vehículos blindados. El jefe de la policía y varios responsables de la ciudad y de la justicia local renunciaron o fueron reemplazados.
Al ser nombrado recientemente, el nuevo jefe de la policía, un afro-estadounidense, se declaró comprometido a inculcar el “respeto, la conciencia cultural y el profesionalismo que la comunidad merece”.
Los policías de Ferguson son equipados con cámaras individuales y otras ciudades hacen lo mismo.
La muerte de Michael Brown fue la chispa del debate, pero aun faltan temas por resolver, estiman los expertos, militantes y responsables de la comunidad.
Ambiente racista y sistema de clases
“El polvorín está siempre ahí porque no se superan décadas de injusticia en un año”, dijo el pastor Tommie Pierson, miembro de la Cámara de Representantes del estado de Misuri.
Es una opinión compartida por Carol Camp Yeakey, directora del centro de investigación sobre urbanismo y política pública de la universidad Washington de Saint Louis.
“No es que este problema haya sido resuelto. Estamos esperando simplemente que el próximo Ferguson estalle”, advierte la experta. “Ha habido cambios superficiales, pero cambios mayores para corregir los males sociales y políticos fundamentales, no”, agrega.
“La policía es la punta del iceberg del racismo y clasismo sistémico”, observa Tory Russell, miembro de Hands Up United, un movimiento creado por jóvenes después de la muerte de Brown.
Con algunas mansiones asentadas en una colina, casas modestas, edificios de apartamentos y numerosas iglesias, Ferguson es una ciudad con poco para destacar. Sin olvidar los tradicionales centros comerciales.
Sus 21.000 habitantes son más pobres que el promedio nacional. Del total, 67% son negros y 29% blancos.
El alcalde adjunto Mark Byrne pensaba que Ferguson era un modelo de armonía entre razas antes de que los incendios y los saqueos comenzaran.
“No va a ser fácil, no va a pasar de la noche a la mañana”, explica Byrne a la AFP. Pero “podemos resolver el problema”.
Los grafittis y murales en las calles de Ferguson son un testimonio de la mezcla de optimismo y frustración que reina en el seno de la comunidad.
Dos puños con la palabra “esperanza” cubren la pared de un restaurante. Pero a su lado permanecen las frases: “No hay justicia, ni puta paz” y “Limpiémonos de la AmeriKKK blanca”, en alusión al organización que milita por la supremacía blanca.
“Yo rezo porque la gente sea paciente”, confía Charles Davis, quien abrió un bar de hamburguesas la víspera de la muerte de Michael Brown. “Nosotros, como comunidad hemos sido devastados, pero vimos cambios más rápido que nunca”. “Ojalá este joven no haya muerto en vano”, comenta.