Turquía atacó de nuevo este sábado al grupo yihadista Estado Islámico (EI) en Siria y abrió un nuevo frente bombardeando posiciones de los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Irak.
Por tercera vez en 24 horas, los cazabombarderos volvieron a atacar posiciones del EI en el territorio sirio.
Estos bombardeos suponen un giro en la política del gobierno islamista conservador turco, acusado por sus aliados de hacer la vista gorda e incluso de apoyar a las organizaciones radicales en guerra contra el régimen del presidente sirio Bashar al Asad.
Al mismo tiempo, los F-16 turcos se dirigían al norte de Irak para bombardear las bases de retaguardia del PKK.
“Hay operaciones aéreas y terrestres actualmente en curso”, anunció a media jornada el primer ministro Ahmet Davutoglu. “No están limitadas y continuarán mientras exista una amenaza contra Turquía”, añadió.
El frente contra el PKK se abrió el viernes por la noche, cuando los aviones bombardearon siete objetivos de los rebeldes, refugios, hangares y depósitos de municiones, en sus retaguardias de las montañas Kandil, en el extremo norte de Irak.
Davutoglu asegura haber hablado con el presidente de la región autónoma kurda de Irak, Masud Barzani, quien le expresó su “solidaridad”.
Esta ofensiva contra los militantes kurdos amenaza con hacer estallar por los aires el proceso de paz entablado en 2012 para intentar acabar con una rebelión que ha causado unos 40.000 muertos desde 1984 en territorio turco.
En su página web, el brazo armado del PKK (HDP-G) estimó que los bombardeos significan el “final del alto el fuego” entre los rebeldes y las fuerzas de seguridad turcas que iba resistiendo mal que bien desde 2013.
“Seguiremos con el proceso de paz (…) usaremos a la vez la fuerza y la compasión”, le respondió Davutoglu.
Las operaciones militares fueron ordenadas tras una espiral de violencia que comenzó el lunes con el atentado suicida de un joven turco contra militantes prokurdos en la ciudad de Suruç (sur), cerca de la frontera siria, con un saldo de 32 muertos y un centenar de heridos.
El gobierno atribuyó la autoría de este ataque al EI, que no lo ha reivindicado.
En represalias por este atentado, militantes afines al PKK multiplicaron sus operaciones contra las fuerzas de seguridad turcas, símbolo de un gobierno al que muchos acusan de complicidad con los yihadistas. El miércoles, el PKK reivindicó el asesinato de dos policías en Ceylanpinar (sudeste).
Davutoglu dio cuenta el sábado de 121 ataques armados y 281 “actos terroristas”, entre ellos 15 secuestros, en Turquía desde el 7 de junio.
Manifestación anulada
Por segundo día consecutivo, la policía antiterrorista turca realizó el sábado por la mañana decenas de detenciones de presuntos militantes del grupo EI y del PKK en varias ciudades, sobre todo en Estambul, Ankara, Adana (sur), Konya (centro) y Manisa (noroeste), informó la prensa turca.
Esta redada, inédita en las filas yihadistas, comenzó el viernes y en ella participan miles de policías. Según el último balance proporcionado el sábado por el gobierno, hay 590 personas detenidas, entre las que figuran decenas de extranjeros sospechosos de colaboración con los grupos que hacen llegar yihadistas a Siria, a través del territorio turco.
Desde el lunes, la tensión va en aumento en numerosas ciudades y la policía reprime las manifestaciones contra la política del presidente Recep Tayyip Erdogan.
En un afán de apaciguamiento, el principal partido kurdo de Turquía anuló la marcha antiyihadista prevista el domingo en Estambul. El gobernador local la había prohibido.
En otra señal del giro estratégico de Turquía, las autoridades han confirmado haber autorizado a Estados Unidos y a otros países de la coalición antiyihadista el uso de sus bases, como la de Incirlik (sur).
Estos países reprochaban a Ankara su actitud pasiva contra el EI y su negativa a intervenir militarmente en apoyo a las milicias kurdas de Siria. El gobierno turco siempre ha sido reacio a ello por miedo a la creación de una región autónoma hostil en el norte del país.