El gobierno afgano anunció el viernes que la segunda ronda de “negociaciones de paz” directas con los rebeldes talibanes tendrá lugar a fines de julio y que la aprovechará para pedir un “alto el fuego” en este conflicto de más de 13 años.
El anuncio llega dos semanas después de la primera toma de contacto directo entre los dos beligerantes, el 7 y 8 de julio en Murree, Pakistán, que fue todo un avance según la ONU y Washington.
Por el momento los talibanes no lo han confirmado y continúan con su “temporada de combates” contra el gobierno y sus aliados de la OTAN.
“La segunda ronda se fijó para el 30 o 31 de julio”, declaró a la AFP Mohamed Ismail Qasimyar, un miembro del Alto Consejo para la Paz (HCP), un órgano gubernamental.
Abdul Hakim Mujahid, vicepresidente primero de este organismo, también dio como fecha el “30 de julio”.
El objetivo de Kabul está claro, según Qasimyar: “Afganistán pedirá un alto el fuego” a los talibanes. “Vamos a insistir y a presionar durante este encuentro para un alto el fuego”, recalcó.
El lugar del encuentro aún no se ha confirmado. Según Qasimyar, será “muy probablemente en China”. Pero Mujahid es menos tajante y asegura que “hay negociaciones en curso entre Afganistán, Pakistán, Estados Unidos y China para determinar qué país acogerá el encuentro”.
Lo que sí se sabe es que, como ya ocurrió en la primera ronda en Pakistán, participarán diplomáticos chinos y estadounidenses, detalló Qasimyar.
Talibanes divididos
En el bando talibán, el comienzo de las negociaciones de paz puso de manifiesto la existencia de profundas discrepancias, sobre todo entre la “shura de Quetta”, la dirección del movimiento que se cree que se esconde en Pakistán, y la “oficina política”, exiliada en Catar.
Justo antes de Eid al Fitr, la fiesta que marca el final del mes de ayuno del Ramadán, el jefe de los talibanes, el mulá Omar, dio su consentimiento implícito al diálogo, por considerar que los “contactos pacíficos con los enemigos no están prohibidos”.
Pero en el terreno, algunos talibanes estiman que los insurgentes que acudieron a Murree no eran representativos y, además, demasiado próximos a Pakistan, un país acusado desde hace tiempo de mover los hilos de la rebelión afgana en defensa de sus propios intereses en la región.
Sin confirmar la fecha de esta segunda ronda, un responsable talibán consultado por la AFP advirtió que estas negociaciones serían “inaceptables” sin la presencia de representantes de los exiliados en Catar, considerados menos afines a Pakistán.
Estas primeras tomas de contacto oficiales coinciden con un aumento de la actividad de los insurgentes islamistas afganos, que cometen cada vez más ataques fuera de sus bastiones tradicionales del sur y del este de Afganistán, sobre todo en Kabul y en las provincias del norte.
El trabajo de las fuerzas de seguridad afganas se ha complicado mucho desde que la OTAN puso fin a su misión de combate en diciembre pasado.
Los 12.500 soldados extranjeros desplegados actualmente en Afganistán trabajan como instructores o consejeros de las fuerzas afganas.