Vanidad, perfeccionismo y superficialidad son parte de los tantos conceptos que imperan en nuestra sociedad, una que vive de forma apresurada, en un frenesí constante y cargada de estrés; escenario en donde reinan los errores, y las críticas son el ingrediente infaltable de cada día.
Si bien, como personas sabemos que los errores son parte del comportamiento humano, a la hora de hablar del tema solemos fijarnos en las fallas del otro que centrarnos en las caídas que nosotros mismos pudimos haber tenido, lo que muchas veces no reconocemos y pasamos por alto, pues en la lucha constante por ser mejores y no mostrarnos débiles, preferimos tapar tales fallas entregando una imagen de seres firmes y perfectos.
Frente a ese tipo de situaciones, un tanto complejas y molestas para algunos, es vital hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuál es la importancia de registrar nuestras faltas? y ¿Por qué es tan difícil aceptar cuándo fallamos? Interrogantes cuyas respuestas son un dilema que resulta todo un desafío enfrentar.
“A diario repasamos situaciones complejas, sin poder ver en qué nos equivocamos. Más allá de la herida egocéntrica que implica reconocer que hicimos algo mal, miles de pensamientos entran en juego al momento de enfrentarnos a nuestros errores”, afirmó Paulina Valenzuela, Psicóloga Clínico.
Contexto en que esa lupa que usamos para marcar y ver de forma óptima los errores ajenos, se vuelve bastante borrosa cuando se trata de los nuestros; y más de una vez terminamos haciendo vista gorda en lugar de detenernos a reflexionar sobre una situación que nos resultó conflictiva, donde nosotros obramos de manera inapropiada en perjuicio del otro.
Posiblemente ver nuestras caídas tendrá una herida superficial carente de dolor, pero de lo que sí estamos seguros es que tal situación genera un malestar enorme, incomodidad que nos pegará una fuerte bofetada a nuestro ego. Esa resistencia que se opone a aceptar tales equivocaciones, muchas veces es la que funciona como venda al momento de revertir situaciones incorrectas.
Hablamos ahí de ese instante en el cual sentimos que algo está mal, pero por algún motivo nos quedamos inmóviles sin poder descifrar qué es exactamente lo que nos está molestando.
“Lo siento, me equivoqué”
Está claro que decir esa corta frase implica un largo camino de reflexión. A nadie le gusta enfrentarse con su lado vulnerable, y posiblemente esa sea la principal razón por la que resulta tan difícil aceptar que se ha cometido un error.
En el fondo, hay una especie de lectura latente de que equivocarse vuelve a las personas débiles y vulnerables ante un mundo perfecto, una sociedad que no está hecha para perder el tiempo en reparar errores o dar explicaciones ante los mismos.
Asimismo, la profesional indica que tal reconocimiento a menudo implica tener que pedir las respectivas disculpas, algo que muchos perciben como una auténtica humillación o una forma de otorgar poder a otra persona por sobre uno mismo.
Además, cuesta reconocer las equivocaciones simplemente porque la falta de práctica y de costumbre mantiene a los individuos en una especie de inercia mental; una postura de autoprotección que se adopta al momento de sentirse amenazado.
“Tal actitud hace que el resto vea a este tipo de individuos como personas arrogantes e inflexibles, que con el tiempo no solo comienzan a llevarse mal con el resto, sino que son incapaces de sentirse a gusto con ellos mismos. Por eso, no reconocer las faltas es el mayor de los errores y a su vez el origen de un camino que los aísla de la realidad y de la posibilidad de ser felices”, destacó la profesional.
Dichas formas de pensar, gatillan a que tales equivocaciones se oculten en lo más profundo de cada individuo, pretendiendo que ignorarlas es una clara forma de corrección. Gran error que la gran mayoría sigue de manera colectiva, convirtiéndolo incluso en un hábito casi normal.
Es necesario entender que empezar a aceptar los errores, no sólo tiene que ver con admitirlos ante el resto, sino que el propósito principal de todo es reconocerlos ante nosotros mismos. Esto en psicología se conoce como INSIGHT, ese “darse cuenta” de nuestro propio accionar es la pieza fundamental de este problema que envuelve a la sociedad actual.
“Desarrollando nuestro grado “insight” podemos encontrar la manera perfecta de llegar a percibir las equivocaciones realizadas, lo cual implica sincerarnos frente a nuestro ego, y empezar a construir autocríticas que nos ayudarán a crecer”, sostuvo Valenzuela.
¿Por qué razones es importante trabajar nuestras faltas?
Para no seguir cometiéndolas a futuro: la única manera de no volver a caer en posibles equivocaciones es entender en qué hemos errado. Hay que tener claro que solo se aprende aquello que se entiende; por eso, si pasamos por alto una falta, es muy probable que sea la antesala a repetirla de forma constante e incluso a convertirla en un mal hábito.
Nos entrega una visión más amplia del contexto en que nos desenvolvemos a diario: registrar aquello que hicimos mal nos abre un abanico de lecturas diferentes de las cosas. Asimismo, nos ayuda a reflexionar sobre cómo mejorarlas y qué podemos cambiar desde nuestro comportamiento y forma de pensar.
Mejora nuestras relaciones interpersonales: muchas veces el no poder aceptar un error repercute en la forma que interactuamos con los demás. No hay nada más perjudicial en las relaciones humanas que defender una equivocación a toda costa, solo para no sentirnos débiles ante el resto. Por eso, es importante entender que admitir tales caídas no es sinónimo de debilidad. No hay imagen de persona más fuerte que aquella que aceptó el error, lo enfrentó y gracias a ese actuar, logró superarlo.
Para crecer: no solo las virtudes hablan de nosotros, también nuestros defectos nos describen bastante bien. Podemos crecer si aceptamos todo lo bueno y lo malo que hacemos. Se trata de conocernos a nosotros mismos, porque solo de esa forma se logrará conseguir cambios importantes en nuestra vida personal, laboral o académica.
“Si bien hay que dejar en claro que a nadie le gusta equivocarse, la vida en sí consiste en aprender, y ese intentar diario, muchas veces trae implícito equivocaciones. Si las reconocemos, el aprendizaje obtenido es un pasaporte a la superación de las mismas. En cambio, si por cualquier motivo las ignoramos, no hacemos más que dilatar el tiempo de tener que enfrentarnos, tarde o temprano ante la misma situación”, concluyó la psicóloga.